Damiano David es el cantante más conocido de Italia.
Amalia es solo una joven inocente y sin experiencia en el amor.
Las vidas de ambos cambian cuando se conocen por casualidad una noche. Un año después se reencuentran y se dan cuenta de que ninguno...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Siento un aroma a mango colarse por mis fosas nasales. Me empiezo a despertar y sujeto la cintura de Amalia con más fuerza. Ella aún está dormida y le acaricio el pelo. Le beso la cabeza y meto mi mano por debajo de su camiseta. Abro los ojos de par en par cuando noto algo extraño...no tiene tetas.
Me separo un poco y le quito el pelo de la cara para descubrir a Ethan y empiezo a gritar, lo cual hace que él se despierte con un pequeño bote y cuando me mira y descubre que estoy desnudo chilla al unísono conmigo.
— ¡Me has follado! — se levanta de la cama como si estuviera hecha de lava.
Ethan se asusta y se lleva las manos al culo.
— ¡Dios, me has desvirgado!
Ruedo los ojos.
— Yo no te he metido nada por ningún lado, dramático.
— ¿Y por qué me estabas apuntando?
¿Qué dice?
Apunta con su dedo mi entrepierna y yo bajo la mirada para encontrar mi propia erección. Agarro uno de los cojines y me tapo con él.
— Me pensaba que eras Amalia, egocéntrico — le respondo.
Tengo un gatillazo al instante y miro el despertador que marca las 12:30 del mediodía. Ethan sigue con un ataque de pánico y yo me centro en lo importante: Amalia no está aquí.
— ¡Amalia!
— Shh, no grites. ¿Qué crees que va a pensar si nos pilla así ahora?
— Yo no le sería infiel a Amalia. Y menos contigo.
— Tío, me estabas tocando el pelo y se te ha puesto dura como una piedra.
— ¡Que me pensaba que eras Amalia!
Ignoro a Ethan porque ahora mismo este es un tema irrelevante. Me pongo la ropa y salgo al pasillo. Grito el nombre de mi mujer por todas partes, pero no hay ni rastro de ella. Ethan viene detrás de mí y me entrega el teléfono de Amalia, que se lo ha dejado aquí.
No entiendo nada, anoche estaba aquí. Se ha ido por su propio pie, pero, ¿a dónde? Como su móvil no tiene contraseña, accedo a él y voy a revisar sus últimos mensajes, que curiosamente son con su amiga Bella. Los leo y gracias a ellos sé a qué lugar me debo dirigir.
— ¿A dónde vas? — me pregunta Ethan.
— A por mi mujer — digo — Dale de comer a los gatos antes de irte.
Ethan se queja, pero yo ya estoy saliendo por la puerta. Pongo rumbo a casa de Bella. Mis dedos tamborilean sobre el volante, como si tuvieran vida propia.
«Controla los nervios, Damiano», me recuerdo a mí mismo.
Unos minutos después, estoy en la casa de la chica. La puerta está medio abierta y la empujo levemente, con cuidado. ¿Qué habrá pasado aquí dentro?