CAPÍTULO 57

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— ¡Damiano, es tu bebé! — le repito

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— ¡Damiano, es tu bebé! — le repito.

Él ya está en el porche hiperventilando. Sé que la idea de pensar en que yo podría estar esperando un hijo de Fabio es asquerosa, pero Damiano lo está llevando al límite.

— Es tu hijo, Damiano — le digo cuando llego a su lado.

Después de lo que me ha dicho la matrona, no me ha quedado duda de que el padre del niño era Damiano. Estoy embarazada de cinco semanas, lo que quiere decir que para ese momento Fabio aún no había entrado a mi vida y él no podría haberme dejado embarazada. Menudo alivio.

No sé si Damiano está en shock, si está emocionado o si le disgusta la idea. Su cara se podría interpretar de muchas formas. Me mira y luego baja la vista a mi vientre. Lo hace una vez. Dos. Tres. Si no me dice ya algo, me va a dar un infarto de los nervios.

— Damiano, si este embarazo es un poco precipitado, podríamos...

Mis palabras se quedan suspendidas en el aire como si estuvieran hechas de polvo cuando Damiano me pone las manos en las mejillas y me besa. Es como si estuviera soltando todo lo que ha reprimido durante semanas él solo: dolor, desesperación, frustración.

— ¿Eso es que te gusta la noticia?

Supongo que después del beso la respuesta sería un «sí» rotundo, pero aún así necesito que salga de su boca.

Él no se despega ni un centímetro de mí para responder.

— Te he recuperado y encima esperas un hijo mío — sus ojos se cristalizan — Es más de lo que merezco.

Él me vuelve a besar y unas lágrimas ruedan por sus mejillas. Pero son de pura felicidad.

— ¿Tú prefieres que el bebé sea niño o niña?

Damiano cierra los ojos y se encoge de hombros.

— No me importa. Lo voy a querer igual.

Él me rodea con sus brazos y volvemos dentro. Me besa la sien y hunde su nariz en mi cabello.

— Yo quiero que el bebé se parezca a ti — me susurra él.

Las emociones me superan. Hace apenas unos meses me dijeron que había posibilidad de que nunca pudiera tener hijos y ahora estoy esperando uno.

Entramos de nuevo a la casa y Damiano no me suelta la mano. Incluso como sobre sus piernas porque no se despega de mí.

Durante los siguientes días, Damiano y yo nos quedamos en casa. Sé que él ha atrasado conciertos solo para no dejarme sola y eso me sabe mal. No quiero interponerme en su trabajo. Y hablando de trabajo, el mío también está bien abandonado.

Elizabeth y Victoria vinieron a visitarme y lloraron al imaginarse por todo lo que había pasado con Fabio. No me gusta que la gente de mi alrededor esté tan mal por mí. De hecho, luego de visitarme cogieron un avión para ir a visitar a los padres de Elizabeth.

Inferno {Måneskin Fanfic}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora