CAPÍTULO 22

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— Damiano, ¿tú me quieres? — le vuelvo a formular la pregunta con la esperanza de que esta vez sí me responda

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— Damiano, ¿tú me quieres? — le vuelvo a formular la pregunta con la esperanza de que esta vez sí me responda.

Yo creo que ya está bien de remolonear, cambiar de tema o intentar distraerme.

— Yo te...— se queda ahí.

Es como si esas tres palabras estuvieran malditas y no pudiera decirlas. Mis ojos se mantienen fijos en cada movimiento de su boca. Su labio inferior está a punto de temblar. Entonces, simplemente me aferro a la poca dignidad que me queda después de esto y me aparto de su regazo.

— Ni siquiera puedes decirlo — río con amargura.

Me entran ganas de llorar de repente.

— Amalia, por favor...

Le doy la espalda. No puedo ni verle la cara.

— ¡Amalia!

— ¡DÉJAME!

Él se levanta del sofá. Quiere acercarse a mí, pero lo apunto con mi dedo y empiezo a negar con la cabeza. No quiero ni que me toque.

— Dime que me quieres — le pido.

Le estoy dando otra oportunidad. Él agacha la cabeza y maldice, sabiendo que me va a tener que responder sí o sí.

— Amalia — la forma en la que dice mi nombre ya me hace estremecer — Yo no te puedo decir algo que no es verdad.

¿Y el aire? ¿Dónde está el aire? ¿Se ha comprimido el piso o qué?

¡Me estoy ahogando!

Retrocedo hasta que choco con la puerta de la entrada. Él empieza a decirme que si le doy tiempo podría llegar a sentir algo por mí. ¿Me está jodiendo, cierto?

— ¿Tiempo? — mi voz hace eco — ¡¿Acaso yo no te he dado ya tiempo?! — él no me mira a los ojos.

Abro la puerta. Él viene detrás de mí y vuelve a cerrarla, cogiéndome de los brazos seguidamente. Una vena se le marca en la frente.

— ¡Suéltame! — le grito.

Quiero que me suelte porque sus palabras me han herido. Pero a la vez no quiero que lo haga porque siento que si me suelta podría caer.

— Amalia, solo dame tiempo — me pide.

Pero esto no va así.

— ¿Y todo este tiempo que he estado contigo que he sido para ti? — pregunto con la voz quebrada — ¿Tu juguete?

— Amalia, yo...

— ¡Cállate!

Le doy una fuerte bofetada. Dejo una marca roja en su mejilla. ¡Y se lo merece!

— Sé que estás enfa—

— Tú no sabes cómo estoy — replico — Yo me he enamorado de ti y tú no sientes nada por mí.

Inferno {Måneskin Fanfic}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora