Damiano David es el cantante más conocido de Italia.
Amalia es solo una joven inocente y sin experiencia en el amor.
Las vidas de ambos cambian cuando se conocen por casualidad una noche. Un año después se reencuentran y se dan cuenta de que ninguno...
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El móvil de Damiano seguía vibrando sobre la mesa de la cocina. Lo habría llamado para que viniera a ver que ocurría, pero antes de que pudiera avanzar e ir directamente hasta la piscina donde minutos antes lo había visto ir me paré en seco y lo divisé. Parecía muy ocupado acaramelado con Amalia, besándola mientras Ethan los miraba.
Cogí su móvil y vi que el nombre de Miranda aparecía en la pantalla. Escuché a alguien pararse detrás de mí. No le di importancia porque pensé que sería Thomas, pero no fue así.
— ¿Por qué le está llamando? — me giré hacia la amiga de Amalia.
La había tenido sentada a mi lado durante toda la cena. Me daba miradas de reojo de vez en cuando y de alguna forma eso me tenía inquieta.
— Elizabeth, ¿alguna vez te han dicho que no te metas dónde no te llaman? — fui borde a propósito.
Ella se acercó y señaló el móvil de Damiano.
— Esa chica es la ex del novio de mi amiga — me dijo — ¿Y qué haces tú con su móvil? Quizá la que se está metiendo donde no la llaman eres tú.
— Puede ser — respondí.
Ella intentó arrebatarme el móvil, pero yo alcé el brazo para alejarlo de su alcance.
— ¿Por qué no te vas ya, pelirroja? — la molesté llamándola así.
El móvil seguía sonando. Miranda quería hablar con Damiano y quería hacerlo enseguida.
— Estoy esperando a Amalia, rubia.
Se me escapó una risa. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo su amiga. Y mejor que siguiera así.
— Amalia está ocupada...o se están ocupando de ella — me rectifiqué yo misma — No lo tengo claro, ¿sabes?
Ella no me hizo caso y fue a la piscina. Iba contoneando sus caderas a cada paso, de forma natural. Me quedé mirando un momento su culo. La chica estaba bastante bien.
— Damiano, necesito hablar contigo, yo— descolgué el teléfono para escuchar a Miranda hablando muy rápido, hasta el punto de trabarse en algunas palabras.
— No soy Damiano.
Silencio.
— Necesito hablar con él — exigió.
— Él está en unos asuntos ahora mismo — intenté sonar indiferente.
— ¿Qué asuntos?
Me mordí el labio, Miranda estaba siendo pesada.
— Unos que lo tendrán ocupado un rato.
Eso la dejó más allá de inconforme. Pero no insistió porque sabía que no le iba a dar detalles.
