Damiano David es el cantante más conocido de Italia.
Amalia es solo una joven inocente y sin experiencia en el amor.
Las vidas de ambos cambian cuando se conocen por casualidad una noche. Un año después se reencuentran y se dan cuenta de que ninguno...
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El día amanece soleado.
Damiano se está dando una ducha rápida antes de que volvamos a casa. Yo me asomo al baño y lo veo ahí en toda su gloria, desnudo. Me obligo a quitarme los pensamientos salvajes que habían brotado en mi cabeza y voy a la entrada para abrir la maldita caja del desconocido.
Tengo que ser rápida, antes de que Damiano salga del baño y me pille. Dentro de la caja hay una rosa y una pequeña nota doblada que dice:
«Incluso la rosa más bella tiene espinas»
Cojo la rosa y luego la suelto, maldiciendo entre dientes. La maldita rosa está llena de espinas y una se me ha clavado en el dedo. La maligna flor vuelve a la caja y yo pongo la tapa. De mi dedo sale un poco de sangre y yo me voy de la habitación para tirar la dichosa caja en la papelera de la recepción.
Voy a los baños que hay aquí y me cojo un poco de papel para presionar mi dedo y que deje de salir sangre. El desconocido lo arruina todo. Absolutamente todo.
Después de unos minutos, mi dedo ya está mejor y regreso con Damiano, quien ya se está vistiendo. Me da un beso en los labios y me acaricia la espalda, con una sonrisa bobalicona.
— Anoche fue la mejor noche de toda mi existencia — me dice con una felicidad que nunca antes había visto en él.
Me coge, levantando mis pies del suelo y me da una vuelta, sosteniéndome por la cintura. Llena mis mejillas y mis labios de besos dulces y noto que mi pecho arde.
Volvemos a casa un rato después y ahí nos esperan nuestras leales mascotas de mirada felina. Yo me echo en el sofá porque aún me duele un poco la entrepierna y los gatos se acercan a mí.
Mi nube de felicidad se disipa un poco cuando Damiano me dice que él tiene que preparar la maleta porque mañana tiene que estar en un festival de música en Estonia.
— ¿Me vas a dejar sola después de casarnos?
— Es mi trabajo, Amalia. Te estaré llamando siempre que pueda. Solo serán dos días — me relaja que no sea mucho tiempo.
Jugueteo con los gatos, excepto con Bidet, que prefiere seguir a Damiano a la habitación. La pobre está bastante traumada después de haber estado secuestrada por el desconocido.
Yo voy enseguida a ayudar a Damiano. Quiero pasar más tiempo con él antes de que se vaya. Bidet se aleja cuando me ve entrar y se esconde detrás de las largas cortinas de la ventana.
Cerca de las ocho de la tarde, Damiano y yo preparamos la cena (bueno, vale, la prepara él y yo solo le miro pero eso es ayudar, ¿no?). Le pongo comida a los gatos y luego Damiano se sienta junto a mí y nos ponemos a cenar.
— Oye, había pensado que quizá podríamos hacer un viaje cuando vuelva del festival — me mira de reojo — Tú y yo solos.