-Capitulo 16-

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No sabía cómo reaccionar después de eso, se había sentido...bien, pero era extraño, no lo entendía, era una sensación desconocida...

Cómo el hombre pasaba sus suaves dedos por su rostro como si de una flor se tratara... eso tenía su corazón en la garganta, nunca había sentido una caricia asi...

Estaba en total silencio, era demaciado tarde como para procesar tantas cosas, solo miro en silencio, observando los orbes oscuros que lo miraban con lagunas de sentimientos preciosos que no era totalmente capaz de comprender.

El calor de otro cuerpo y el de él era acogedor, sin poder mentirse a si mismo reconoció en sus pensamientos que encontraba cómodo ese abrazo.

Sentía esa calidez reconfortante entrar entre sus huesos, llendo por sus venas hasta su corazón.

Algo en ese hombre le traía tranquilidad, le traía confianza, ese simple momento le dió toda la razón a él insistente sentimiento que lo había impulsado a aceptar.

El calor lo hacía sentir prácticamente adormilado, pero a pesar de lo cansado que estaba no sería capas de dormir.

Aún sentía las sombras del fuerte pánico que lo había dominado hace unos momentos, y no sería capas de descansar con el hombre tan cerca de él, aún era un desconocido.

Antes de poder intentar separarse o decidir que hacer fue interrumpido por un cambio en el agarre de quién lo sostenía.

- Ven, caminemos un rato - indicó el alto joven retirando su agarre sin dejar de verlo, acompañando esa mirada con una leve sonrisa siempre posada en sus labios.

Mirando al más joven que aún seguía quieto, como un venado ante los faros, pero de alguna manera más celestial, bello y natural, perfecto, eso pensaba el joven alto y fuerte que había aparecido de la nada.

Unos ojos iluminados de curiosidad y confusión, su cuerpo acurrucado en sus brazos sin notar que buscaba inconscientemente el calor del él.

Realmente ese niño sería su perdición, pero este no parecía notarlo.

- Te guíare a un lugar precioso - le susurro para tranquilizarlo, para que no lo mirara con temor e incertidumbre.

El pequeño solo lo miro a los ojos, lleno de pensamientos sobre esos orbes oscuros y del hombre en si, sin saber que este extraño opinaba lo mismo de sus orbes esmeraldas.

Tal vez el no era conciente, pero para el mayor, a pesar de vivir en un mundo de totales bellezas, solo el pequeño en sus brazos podía simplemente superarlo todo.

Estaba tan feliz de tenerlo por fin allí.

Perdido en el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora