-Capitulo 28-

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Se despertó horas más tarde, el viento frio y suave pasando levemente por encima de él, deslizándose con una gracia invisible pero aún existente.

Mirando hacia arriba noto el lago oscuro y negro que se posaba sobre su cabeza, acompañado de algunas nubes grises y la bella luna que iluminaba todo con su belleza irreal.

Solo le tomo unos segundos volver a mirar a su alrededor, notando nuevamente, pero está vez más conciente, el vasto campo celeste, apagado y aún así iluminado por la esfera plateada que estaba posada en el cielo.

Al lado de los susurros del viento, recordó en el vago silencio en el que estaba sumergido, todo lo que había pasado desde que había entrado en el bosque, deseando aferrarse a esos recuerdos hasta que no pudieran salir de su memoria.

Todo era tan bello...vivía asustado, se había lastimado, y aún así sus desgracias no eran parte del bosque, si no del miedo y de los que no lo dejaban en paz.

Recordó el latir de su propio corazón y lo que decía mientras descansaba en el árbol antes de ser encontrado, se sentía seguro, se sentía feliz, sin tener que huir nunca más.

Y aunque aún se perseguía a si mismo por bajar la guardia, ahora notaba que era imposible no hacerlo, no acompañado del otro hombre, quien parecía protegerlo y brindarle un calor que era desconocido para él.

Se sentía cálido, protegido bajo el desconocido que lo estaba acompañando, este hombre había hecho más por él que muchas personas, que muchos magos y muggles que había conocido alguna vez, era especial.

El sonido del pasto doblándose bajo un movimiento le hizo voltear, logrando ver gracias a la luna al hombre del que sus pensamientos hablaba, mirandolo en silencio.

Se sentó también, mirando al otro, recordando las preguntas de antes -Gracias, estoy bien ahora- susurro bajo la noche.

Era curioso que además del viento y el eco que desaparecía de su voz no sonara nada más, ni grillos, insectos, o algún otro sonido además de de su respiración, sin ser capaz de escuchar la del otro hombre.

-Eso me tranquiliza- respondió el otro con un tono igual, suave y despejado que se enredaba en las corrientes del viento.

-¿Te preocupe bastante?- pregunto Harry poco después, incapaz de guardar silencio sobre eso, pero es que no lo entendía, no lograba a comprender el porqué.

-Eres muy valioso para mí, más de lo que crees, verte desvanecer me alteró bastante- admitió el hombre en un tono más bajo y suave, como un secreto o algo que causaba vergüenza.

El aire los envolvió un poco más antes de que Harry logrará entender las palabras dichas -No debiste, no mucho- dijo suave -No es tu culpa, es el miedo a que me...lleven lejos- admitió también, imitando el hombre al bajar la voz, temeroso de la reacción de otro.

Y a pesar de lo que esperaba, el otro sonrio suave, tranquilizandose al escuchar las palabras del otro.

-Ahora entiendo mejor- respondió él.

Harry lo miro detenidamente, sin entender su reacción, sin saber que responder, se veía mucho más tranquilo como para que solo temiera ser él la causa de su mal, se veía contento, seguro, cómo si pudiera hacer algo, cómo si tuviera convicción.

Cuando el otro hombre atrapó su mirada el negro y el verde volvieron a chocar, mirándose el uno al otro bajo la noche vacía.

Y entonces, el hombre sonrió aún más, siendo ilumando bajo la luna, con un leve brillo blanco que le otorgó una belleza que dejó sin palabras al más joven.

-Ya no tienes que temer- aseguro él con una sonrisa, estirando su mano para tocar suavemente el rostro del otro y tomar su mejilla, brindando calor atravesó del suave contacto.

Sus ojos brillaron suavemente, pero aún más notorio que el brillo que siempre lo acompañaba desde que lo conoció la otra noche.

-Dejame contarte algo- susurro una vez más, mirando con cariño al pequeño ángel que se posaba en silencio al frente suyo y bajo su tacto.

Perdido en el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora