I. Fresas

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Resultaba curioso que a partir del segundo año de la carrera de Producción Musical, todo lo que podías oír en los pasillos era cuán jodido el profesor Min Yoongi era.

Se decía mucho de él. Desde que su carácter era temerario hasta que aprobar Teoría Musical I era imposible y que, incluso si un milagro ocurría, probablemente Teoría Musical II te dejaría noches sin dormir y una tendinitis producto de tocar instrumentos más de diez horas al día.

Todas esas expectativas despertaron mi curiosidad, lo que era común en mí. Nada cercano al miedo que tenían mis compañeros en sus rostros, no podía entenderlo, ¿qué tan malo podía ser? Era una templada mañana de otoño, pero mis compañeros estaban temblando en la puerta del salón como si el suelo estuviera hecho de escarcha. 

Tenía mis motivos para sentirme seguro. Fui el promedio estrella durante el primer año de la carrera y nadie en la Universidad de Seúl era capaz de ignorar al joven Park Jimin, quien con tan sólo veinte años de edad había ingresado a la cima del promedio histórico y participaba, incluso, como ayudante en el conservatorio enseñando a tocar el piano a los novatos.

Pese a mi impecable trayectoria, el don que me caracterizaba no era precisamente la música. Me preguntaba qué tan bien me llevaría con el profesor Min Yoongi luego de que supiera aquello.

Que odiaba tocar el piano desde lo más profundo de mi alma.

—¡ChimChim! —en ese momento la gruesa voz de mi mejor amigo llegó a mis oídos, volviéndose un murmullo cerca de mi lóbulo.

A menudo Taehyung me abrazaba por la espalda como saludo. Era algunos decibelios más intenso que yo, pero luego de tantos años conociéndonos había aprendido a quererlo como el hermano que nunca tuve.

—Ah, Tae... ¿No deberías estar en tus clases ahora? —suavemente, lo aparté de mí.

Estábamos en la fila de la cafetería del área de Música, la cual avanzaba tan lentamente como siempre debido a la cantidad masiva de alumnos. Como solía acostumbrar, Taehyung se colaba fingiendo que iba conmigo en todo momento. En realidad, él estudiaba Fotografía y ni siquiera pertenecía a este área, únicamente gozaba de ser descarado. El don con el que había nacido le permitía capturar los momentos de la vida y transformarlos en algo mucho más hermoso de lo que eran.

—Mis clases aún no empiezan, todavía tengo cinco minutos —se mofó él.

La fila avanzó un lugar más y yo solté un suspiró cansino. Mi olfato atrapó la serie de aromas que se mezclaban en mi nariz, algo relativamente dulce como el almíbar se camuflaba en un colchón amargo de café y las hierbas de té aromáticos.

—Entonces, ¿qué haces en el área de Música cinco minutos antes de tu clase? —lo miré con intriga, porque él nunca se aparecía sin ningún motivo.

Mi mejor amigo hizo un puchero, algo parecido a una mueca de cachorro mojado. Lo hacía ver adorable, especialmente porque era dos meses menor que yo, quien sentía una especie de instinto maternal con cualquier persona que tuviera menos tiempo de vida. En el caso de Taehyung, con su lacio flequillo color miel cayéndole por los ojos y dos orbes chocolate llenos de toda la inocencia del mundo, realmente hacía sentir que esa diferencia etaria era cada vez más grande.

No era positivo para mí que la ternura de Taehyung siempre lograra ablandarme, de algún modo u otro.

En esos momentos no pude evitar apretar su mejilla entre mis dedos, tironeándolo como si fuera un elástico algodón de azúcar.

—Ah, ¡eres todo un caso! Viniste a darme ánimos con el profesor Min, ¿no es así? —le sonreí, convencido.

Él asintió con una amplia sonrisa que dejaba una sensación tan brillante como mirar al sol de frente en verano. Con su tez acaramelada y los cabellos de tersa miel, Taehyung parecía un cachorrito de pooddle siempre energético y con ganas de jugar. 

Song Request (Y.M)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora