XVI. Bungeoppang

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Era una mañana de miércoles particularmente blanca que hacía danzar las hojas al viento. El aroma fresco y húmedo del aire dejaba una sensación pesada en mis pulmones y anticipaba la lluvia. Últimamente llovía tan seguido que el otoño empezaba a enfriarse.

Me encontraba en el campus de la universidad, siendo partícipe de las hojas doradas que batían un polvillo seco y aguardando el mensaje de Seokjin quien me diría cuando esté saliendo de su clase. Me había asegurado que tendríamos una tarde llena de risas antes de los exámenes parciales, porque al parecer mi entristecido semblante era previsible para todos debajo de la máscara que llevaba impregnada en el rostro.

Últimamente nada me emocionaba como antes. Estaba empezando a deprimirme otra vez, pero mis notas habían escalado a límites perfectos de nuevo, entonces no había algo que pudiera ir mal conmigo. El profesor Namjoon me felicitaba con cada uno de mis avances y de seguir así, me aseguró que podría solicitar una beca de intercambio el próximo año, tal vez a Austria, la capital de la música clásica. Había retomado las ayudas en el conservatorio, esta vez a los nuevos ingresantes de primer año, a los cuales asesoraba en la lectura de pentagramas y la técnica en el piano.

Claro estaba que incluso con un buen manejo de la teoría, nadie sabía que yo no podía tocar con una emoción real. Me preguntaba cuánto más tendría que llenar mi agenda hasta lograrlo. Diez días después, esos tiempos parecían bastante lejanos. De alguna manera, incluso aunque mi resentimiento se hubiera esfumado, todavía seguía sintiéndome vacío acerca de la música. Encontrarla fue un evento efímero, tal como mis sentimientos por Min Yoongi.

Eso también había pasado. Ahora sólo quedaba el resto de una cenizosa gratitud, una que debía ser tan fuerte para que yo todavía no pudiera deshacerme de esa imagen. Brillaba como si mi cielo le hubiera pedido las estrellas. Unas manos blancas y finas sobre las mías, la sensación fría que profería cuando de pronto nos entrelazábamos y yo deseaba que la música durara para siempre, que él se quedara a mi lado.

Como mi amargo profesor, que en el fondo escondía un dulce gatito, y todavía no lo había visto sonreír. ¡Menos mal! Si él me hubiera regalado una de esas sonrisas, yo creo que entonces sí habría estado perdido. Me preguntaba si él también guardaría nuestros recuerdos en este mismo cofre bajo el mar. Esa idea era la que me permitía seguir adelante con la música, porque estaba seguro de que nada había sido en vano.

La llegada de Seokjin interrumpió mis pensamientos. Venía trotando con un paraguas transparente en la mano y las converse blancas ligeramente embarradas con algunos pastizales. Al parecer había empezado a llover, pero yo no me había dado cuenta y ahora estaba como un viejo trapo sin escurrir.

—¡Jimin-ah! Cielos, ¿qué es lo que haces mojándote como un idiota? ¿Es que no saber cuidarte por ti mismo? —mi hyung me cubrió con el paraguas, preocupado.

—Lo siento, hyung. No me di cuenta de que llovía —sonreí sin importancia—. ¿Vamos?

Seokjin asintió. Hace varios días que ya no tapaba su rostro con esas gorras negras, lo cual me había parecido un avance bueno. No tenía por qué esconderse de los demás, sea algo hermoso o triste, yo pensaba que vivir ocultándose era lamentable.

Comenzamos a caminar, un poco más cerca para que el paraguas nos cubriera a los dos. La lluvia chapoteaba alrededor y de pronto sentí el cuerpo frío. Las hojas acumuladas en los pasacalles lucían solitarias y el viento me traía su melancólico pasar. A medida que los árboles se batían, más hojas se desprendían de sus ramas y eso me había parecido el momento más desolado de la estación.

—Caracolas, se ha puesto a llover fuerte —señaló mi amigo, observando el temporal—. Estuve con Namjoon hasta recién revisando algunos puntos de mi trabajo y él me prestó este paraguas. No sé qué hubiéramos hecho sin su amabilidad. Al parecer es un hombre previsible y le gusta tener todo bajo control, incluso algo tan incontrolable como el clima. Me dijo que por eso siempre tiene un paraguas en el auto. Cielos, ¿puedes creer que es menor que yo? Me siento algo anticuado —contó con indignación.

Song Request (Y.M)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora