XXXI. Algodón de azúcar

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Caminamos alrededor del pueblo, encontrando que al final había una hermosa fuente de los deseos rodeada de las luces multicolores de las tiendas. Parecía haber un precioso arcoíris reflejándose en el agua que caía generando una suave espumilla. El final estaba lleno de monedas que las personas arrojaban para pedir sus deseos.

Nos sentamos en el borde de piedra, cansados de caminar mientras bebíamos nuestras cervezas y la bolsa de mochis verde y rosa descansaba en mis muslos. Todavía flotaba el aroma a sal en mi nariz y se mezclaba con aquella esencia que Yoongi desprendía.

Y ahora que estábamos los dos solos, repentinamente no sabía qué decir. Él permanecía en silencio, con sus manos blancas y largas reposando en los bordes de la fuente y sus piernas cruzadas. Las hojas amarillas de los árboles se batían y purificaban el aire alrededor. Y yo pensé que las mentiras de Yoongi eran mis favoritas.

—Querías hablar de algo, ¿no es así? —comenzó él, precavido.

Miré su perfil impoluto. Las luces se reflejaban en sus ojos oscuros y parecía como si dos estrellas en algún lugar del universo bajaran a la tierra para formar parte de su rostro. Apreté mi lata de cerveza, sintiendo mis dedos congelados.

—¿No sientes que a menudo nuestras ideas chocan sin razón? —fue lo primero que solté. Él no dijo nada y me esperó con una mesura infinita los próximos segundos—. Me prometiste que nos amaríamos, que nos conoceríamos mejor, que tus intenciones conmigo eran buenas. Pero lo único que somos es un par de amantes que al día siguiente se olvidan —murmuré, mirándolo a los ojos—. Dime por qué. Dímelo, porque es la última vez que me esforzaré contigo de esta manera. Te lo prometo, como mi nombre es Park Jimin, que comienzo a cansarme de tu indecisión.

Yoongi frunció ligeramente sus cejas negras. Parecíamos hablar idiomas diferentes y de nuevo se me presentaba esa pantalla, esa irremediable pared que nos impedía comprendernos.

—¿Estás incómodo con nuestra relación? ¿Piensas dejarme?

—Lo único que pienso es que no quiero ser el amante ni el segundo plato de nadie —declaré con seguridad.

Él se mantuvo en silencio unos instantes y yo lo aguardé con la misma paciencia.

—Siempre es lo mismo —soltó, aunque no pude entenderlo—. Tendremos buenos días, luego tropezaremos y nos miraremos a los ojos antes de caer. Volveremos a empezar... Y entonces algo hará que tropecemos de nuevo. Pero no te miento, Jimin, cuando te aseguro que me devuelves las ansias de vivir y que cada vez que estoy contigo la vida recupera esa belleza que anhelaba. Sólo a tu lado soy capaz de saborear esa certidumbre. Por mucho que tropecemos, al final estamos ahí. No quiero que te vayas de mi lado.

—Usted dice que no miente, pero es lo único que viene haciendo desde aquel día. ¿Cree que en verdad un amor así funcionaría, si buscamos unos brazos tan diferentes cada vez que nos tocamos?

—No creo que sea de esa forma. Te dije que no somos tan diferentes como piensas.

—¿Entonces por qué lo siente tanto cuando digo que esto es amor? Pareciera que corre espantado. No, no lo parece, lo hace sin dudar, que es tan distinto. ¿Por qué no me deja ver lo que hay detrás de Min Yoongi y duda tanto?

Yoongi vació su lata de cerveza de un trago. Luego me tomó de la cintura con su brazo y por mucho que yo intenté resistirme, su mano logró apretarme con fuerza para que no me alejara.

—Quiero actuar con prudencia contigo. Aunque no lo parezca, tengo miedo de espantarte.

—¿Cuántas veces tendremos que tener esta misma conversación hasta que entienda que no soy un niño, sino un adulto de veinte años?

Song Request (Y.M)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora