Cada persona en el mundo, sin excepción e irremediablemente, era bendecida con un don y no había alternativa de cambiarlo una vez que nacías. Esta podía ser una simple cualidad o característica o, por el contrario, estar acompañada de una naturaleza. En mi vida no había conocido muchas personas que no fueran cambiaformas. En base a los censos poblacionales de los últimos años, parecía ser que el porcentaje de personas con un don simple —sin naturaleza manifestada— era significativamente menor y la brecha aumentaba con el paso de las generaciones.
Mi propia madre era una cambiaformas de pingüino. Eso explicaba por qué mi casa se mantenía con el aire acondicionado encendido todo el verano, lo que aumentaba las boletas de luz en un doscientos por ciento. Como pingüino, mamá disfrutaba tanto el invierno que dejaba las puertas abiertas tornándolo lo más parecido a un congelador; irradiaba contento cada vez que había calamares de cenar y en las temporadas de nieve, salir a revolcarse en el manto blanco era una de sus actividades preferidas.
Como una persona con cualidad, yo no podía entender a esos animales. Había visto a mamá en forma de pingüino en contadas ocasiones, quizá sólo en temporada de apareamiento, pero todavía el recuerdo me generaba escalofríos. No es que sintiera rechazo, simplemente era algo que escapaba a mi entendimiento. ¿Cómo debía sentirse tener un animal hablando en tu interior todo el tiempo, exigiéndote un alimento, una temperatura, o incluso ciertos hábitos específicos que se escapaban a lo humano? Debía ser realmente incómodo y en momentos como ese, yo agradecía profundamente tener un don con el que el destino me había bendecido.
Ese miércoles me encontraba en casa. Mamá, alabada con el don de la elocuencia, era una exitosa abogada que le había hallado su mejor uso, por lo que se la pasaba trabajando en su propio bufet gran parte del tiempo. Ahora mismo me encontraba solo y debería estar haciendo la tarea de Teoría Musical I, pero realmente no sentía ánimos de abrir los apuntes. Debía aprender una canción en el piano y hacerle algunos arreglos en base a la teoría que el profesor Min había explicado.
Tal como mencioné en anteriores páginas, tocar el piano era algo que aborrezco desde siempre. Y realmente no ayudaría exponerme a algo tan difícil para mí en mi actual estado. Sólo podía recordar el rostro del profesor Min cada vez que miraba el estúpido piano de mi habitación, cuyas teclas jade yacían cubiertas ligeramente del polvillo del tiempo.
Entonces sólo podía hacer lo único que calmaba mi corazón en el mundo y eso era siempre mi don: cantar. Había sido consagrado con el don del canto, pero este no sólo hacía que mi voz fuera bella y conmovedora, sino que también la dotaba de una qualía especial. Como lo particular que era, mi canto tenía el poder de atraer a quien fuera que lo escuchara.
Los efectos variaban de una persona a otra por lo que siempre era algo divertido de ver. La reminiscencia sería sin excepción positiva. Algunos sentían felicidad, otros una calma profunda, como si fuera la medicina específica para su dolor. Pocos podían incluso llegar a enamorarse de mí sólo con oírme. ¿No era eso genial?
Mamá y Taehyung adoraban oírme cantar, por lo que solía hacerlo con frecuencia para ellos. Y cuando estaba solo y únicamente yo podía escucharme, sentía como si yo también pudiera consolarme a mí mismo a través de lo único que me hace feliz. En esos momentos podía entender por qué la madre naturaleza me había dado ese don.
Había decidido seguir la carrera de Producción Musical solamente para poder abrir mi propio estudio y dedicarme yo mismo a editar y componer mis canciones. Con un don como el mío, debía esforzarme en algo más o todo el mundo creería que lo habría tenido fácil.
Sólo imaginar cómo podría conquistar el mundo entero con mi voz era algo que me llenaba de una cosquilleante emoción. Tenía muchas metas y sueños que cumplir. Entonces lo recordaría, ese motivo que me traía aquí y por el que no podía dejarme amargar por una simple materia.
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Song Request (Y.M)
FanfictionMin Yoongi es profesor de música y en secreto, cambiaformas de gato. Park Jimin es el alumno estrella de Teoría Musical I con un don para el canto. Diez años de diferencia los separan y rebalsan los límites de lo prohibido. Tal vez Jimin tiende a c...