XXIII. Soju

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Muchas cosas se habían sucedido raudamente hasta que en un abrir y cerrar de ojos, el día de la presentación final de Teoría Musical I había llegado. Yo estaba decidido a no cometer ningún error, y quizá podría haberlo hecho perfecto tras tantas horas de práctica si él no hubiese estado ahí. Viéndome tocar, tal como había prometido. Mi presentación no salió mal en lo absoluto, tan sólo diferente.

Todo lo que había practicado se esfumó en un mero instante con su simpleza, él de pie en el fondo de las gradas, una sombra en lo alto saboreando mi despliegue con sus ojos cerrados, pero de algún modo yo todavía podía verlo. Era injusta, terriblemente injusta la manera en la que los cientos de rostros mirándome se volvieron repentinamente sólo uno.

A partir de ese momento, todo se sucedió en un suave parpadeo. El piano aislado de mi cabeza, yo desconectado del movimiento de mis manos, interpretando un frío y roto Hallelujah. Los aplausos llegaron desde otro plano intangible, luego las presentaciones de mis compañeros, las palabras del profesor Namjoon al final; hasta que nos encontrábamos ahora, por motivos que desconozco pero deben ser célebres, en un restaurante a la esquina de la Universidad, todos reunidos.

Y él también había venido, arrastrado de mala gana por el profesor Jeon, quien en verdad sólo asistía para felicitar a Taehyung.

Podía jurar que el aire se sentía diferente cada vez que pasaba a su lado, como si su sombra me lastimara, me llenara de amargura. Había estado allí incontables veces. Yoongi me dejaba siempre una desolada sensación; un triste al fin, un ojalá interminable.

Y cuando nos reencontramos en momentos como estos y descubro que hay algo en él que sólo puede sentirse como lo indicado para mí, lo maldigo por el hecho de pensar que podría esperarlo para siempre. Porque nos habíamos convertido en lo más quebradizo de un "buena suerte y hasta luego, que te vaya bien sin mí", ¿qué de bueno podría haber en un error como este?

Entramos en un restaurante sencillo y acogedor. Tomamos una mesa larga para seis y nos sentamos en el siguiente orden, tres sillas enfrentadas con las otras: yo al lado de Seokjin y a su lado Namjoon, a mi frente estaba Yoongi y junto a él el profesor Jeon, seguido por Taehyung. Flotaba el aroma del kimchi y la carne sazonada, pero en lugar de abrir mi apetito, se mezclaba con los sahumerios de vainilla dulce revolviendo mi estómago.

Había tenido un día extenuado. Ya era completamente de noche, puesto que las presentaciones habían terminado alrededor de las siete en punto. Una ligera bruma azulina ingresaba por las cortinas plásticas resarciéndose con la brisa fría de medio otoño. Era una noche fresca y despejada, podía admirar el lucero de la noche resplandecer en el manto oscuro a través de la pequeña ventana a mi costado. En ese momento, me pareció escuchar algunos grillos cantar. Tenía la mirada fija en el horizonte, luego en mi vaso sin llenar, casi logrando ver mi condena reflejada; podría mirar hacia cualquier lugar menos a él.

Pronto me sumergí en las conversaciones que se iniciaban mientras esperábamos a que lleguen nuestras bebidas.

—Por cierto, ¿qué hace aquí el profesor Jeon? —preguntó mi amigo quokka al grupo en general.

Jungkook le mostró los dientes, pero eso no lucía amenazador en lo absoluto.

—¿Acaso los conejos no podemos venir? Y yo que iba a felicitarte por tu presentación de hoy. ¡Los niños de hoy en día vienen tan desagradecidos! —se quejó con sus brazos cruzados en el pecho.

—Es cierto que estamos de metidos los dos. Yo ni siquiera pertenezco a Producción Musical y tú eres el profesor de canto, Jungkookie —Taehyung palmó su espalda—. Te felicitamos honestamente, aunque me quieras robar a mi Chim Chim. Ustedes dos han hecho un gran trabajo. ¡Soy el fan número uno de Jimin-ie!

Song Request (Y.M)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora