Capítulo 7

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-No pretendes quedarte aquí todo el día, ¿cierto? -asentí leyendo noticias que realmente no me importaban del periódico local-. Azrael, entiendo que estés preocupado, pero no puedes descuidar tu trabajo.

-No lo estoy descuidando, confío en que haces un muy buen trabajo -rodó los ojos.

-Los ángeles ya están empezando a hacerse preguntas, no quieres atraer más atención hacia Ana -levanté la vista, debía admitir que él tenía un punto.

-Ya me voy a clases, Gabriel -la chica salió de repente de su habitación y se dirigió solo a mi amigo confirmando que aún estaba enojada conmigo.

-Ana, yo... -dije en un intento de disculparme, pero fue inútil.

-Adiós -me interrumpió y le sonrió despidiéndose de él antes de marcharse.

-Sigue enojada -maté a mi amigo con la mirada.

-¿Tú crees? -lancé sarcástico y fui a cambiarme.

Me senté en la cama y en mi cabeza mis pensamientos debatían, sabía que debía irme, pero me preocupaba demasiado que Lucifer enviara a alguien más. Me mataba tener que irme mientras ella seguía enojada.

Terminé de cambiarme y sin tener más opciones me encaminé hasta mi destino. Toqué la puerta al llegar y el joven frente a mí me miró con una ceja enarcada.

-¿Ahora qué? -lanzó sin fingir su despreció hacia mí. Me gustaba su sinceridad.

-Saldré de la ciudad unos días, cuida a Ana por mí -respiré profundo-. Por favor...

-¿Qué la cuide de qué?

-¿Puedes o no? -mi tolerancia estaba agotándose.

-¿Acaso estás metido en negocios turbios? Te juro que sí...

-No estoy en nada ilegal -gruñí-. Hace unos días dejó entrar a la casa a una mujer que decía conocerme e incluso salió y la dejó ahí, es muy inocente y me preocupa que la gente se aproveche de eso. ¿Puedes o no? -sus hombros se relajaron y me miró no muy convencido.

-Claro, sí. Lo que sea -respiré aliviado.

Caminé por el pueblo cuando vi a un chico comprando flores emocionado ¿qué sentido tiene comprar flores que a los pocos días iban a marchitarse? Sin darme cuenta y con la curiosidad que ahora había copiado de los humanos, terminé siguiéndolo.

En un parque, pocas cuadras después, lo esperaba una mujer y solo al ver las flores en las manos del chico su rostro se iluminó por completo. ¿Qué mierda había pasado? De inmediato, volví a la floristería y un humano mayor me recibió con una sonrisa amable.

-Buenas tardes, señor.

-¿Por qué los hombres compran flores a las mujeres? -lancé sin anestesia y él soltó una carcajada.

-Porque sí, porque no y por nada -lo mire confundido-. Casi todas las mujeres aman las flores, si quiere ver a una mujer feliz, es una muy buena opción -asentí lentamente.

-¿Hay alguna mujer que quiera hacer feliz hoy?

-Sí, pero no creo que las acepte. Ni siquiera deja que me disculpe.

-Entonces debe comprarle flores para que se quede y escuche sus disculpas.

-No sabría cuál elegir -mi vista viajó por todo el lugar.

-Si no sabe cuál, entonces deben ser rosas rojas -se encaminó a paso seguro hasta el mostrador y empezó a preparar un ramo para mí. Al terminar tomé las flores con delicadeza y le pagué.

-Muchas gracias.

-Gracias a usted, señor. Espero que su novia lo perdone.

-Oh, no, no. No es mi novia -sonrió.

-Pues espero que lo sea muy pronto -lanzó juguetón y solo se esfumó hacia la parte trasera del lugar.

Y aquí estaba yo, el rey del tercer cielo, en la puerta de una escuela, con una docena de rosas en la mano, esperando a una pequeña humana que no lograba sobrepasar mis hombros en tamaño. No era una escena muy habitual y la mirada de las personas que cruzaban frente a mí lo confirmaban, pero entonces la vi, su cara se iluminó a lo lejos al verme ahí parado como idiota y corrió a mi encuentro como siempre, con una linda sonrisa en los labios.

-Señor, ¿son para mí? -preguntó lo obvio y yo no pude hacer más que asentir. Le di el ramo y las miraba como un objeto invaluable.

-Lo siento mucho, Ana. A veces no controlo mis emociones. Ese día estaba preocupado por ti, pues si algo malo te pasaba, me hubiera sentido bastante culpable de no haber estado ahí para protegerte. No lo supe manejar, ¿me perdonas? -asintió mirándome fijamente a los ojos y ahora el que estaba feliz era yo. Definitivamente, el humano de la floristería tendría una muerte tranquila y sin dolencias.

-¡Están hermosas! Muchas gracias. ¿Usted mismo las eligió? -asentí mintiendo. Lo siento, padre.

-Una flor, para otra flor - copié las palabras que el joven le había dicho a su chica y ella se sonrojó. ¿Por qué no sonaba tan cursi en mi cabeza? Solo le sonreí, al parecer había funcionado.

-Prepararé una rica cena para celebrar que ya arreglamos las cosas, ¿Qué le gustaría? -suspiré.

-Vine a despedirme, no estaré en casa por unos días -su cara se entristeció.

-¿Cuándo vuelve? ¿Estará de vuelta para mi cumpleaños? -asentí con seguridad.

-Claro que si, lo prometo.

***

-¿Por qué solo tengo ropa negra? -reproché viéndome en el espejo.

-Ni modo que vayas a trabajar con ropa roja, Azrael -Gabriel rodó los ojos, estaba harto de esperarme.

-Pero no voy a trabajar en estos momentos -volví a mi closet, aunque sabía que no tenía muchas más opciones.

-Llegaremos tarde, ¿podemos irnos ya? -gruñó.

-Está bien, está bien -lancé sin más opciones e hice una nota mental:

Conseguir ropa NO negra.

Había pasado ya más de una semana desde la última vez que estuvimos en la tierra y ambos estábamos ansiosos: Mi mejor amigo por la deliciosa comida de Ana, la cual ahora era su favorita y pues yo debía de admitir que por alguna razón que aún no conocía era fan de estar cerca de esa humana.

Hoy es su cumpleaños número dieciocho y aunque ciertamente nunca me había importado el día de nacimiento de ningún otro ser, estaba emocionado de poder celebrar un año másde vida de esa pequeña.

Nos preparábamos para descender cuando vimos a lo lejos la llegada de un ángel mayor, me tensé. Esas visitas en cuerpo presente nunca significaban algo bueno.

-Azrael -saludo una voz firme e imponente al estar más cerca de nosotros.

-Señor -respondí con el respeto que merecía-. ¿A qué se debe esta visita tan repentina? ¿Hay algún problema?

-Aún no, pero lo habrá -lo miré confundido. Nunca se nos informaba de algún hecho con tanta anticipación.

-¿Qué clase de desgracia amerita que alguien como usted venga hasta aquí?

-Ana -lanzó viéndome serio y me tensé.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

Soy como Azrael, toda mi ropa es igual .-.

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora