Capitulo 39

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Azrael

Mi mandíbula se había tensado. Estaba enojado, celoso, por mucho, ansioso. ¿Cómo se atrevía siquiera a decir que mi esposa era un regalo para él? Mi suegro, quien ahora nos acompañaba, movía uno de sus pies como si estuviera igual de nervioso que yo, mientras que Lucifer miraba con admiración la foto de mi esposa que colgaba en una de las paredes de la sala.

Gabriel, por otro lado, estaba detrás de un montón de libros antiguos.

-Sabes que nunca dejaría que pusieras un solo de tus sucios dedos sobre ella, ¿verdad? -él a regañadientes dejó de ver la foto y fijó sus ojos en mí.

-Sabes que si confirmó que lo que pienso en cierto, voy a tomar lo que es mío, ¿no? -no lo lanzo molesto, solo dijo lo que pensaba con la misma altanería de siempre.

-¿Lo que es tuyo? -escupí en un hilo de voz-. Nada de lo que ves o crees que posees, es tuyo. Nada te pertenece, Lucifer. En este mundo creado por Dios no tienes nada. ¿Tú quién te crees? ¿Por qué nuestro padre te premiaría con algo tan valioso como Ana?

-No lo sé, seguro tu padre tiene algún plan macabro para dañarme o joderme, como siempre... -gruñó con evidente dolor.

-Yo, desde hace siglos, le pedí una compañera a mi padre. Una mujer exactamente como mi esposa. Es incluso insensato pensar que la creo para ti -le respondía a él, aunque realmente intentaba tranquilizarme a mí mismo.

-Pues yo... -rio con amargura y sarcasmo-. Hace años le pedí que me mostrara el porqué ama más a los humanos que a mí. Lo desafié. Sé cuánto odia que lo desafíen y lo hice -todos en la habitación lo miramos con sorpresa, el demonio mayor ahora tenía su vista en el suelo-. Supongo que me mostró con Ana lo maravillosos que pueden llegar a ser. Estoy cien por ciento seguro que la creo para mí.

Justo cuando iba a responderle, mi amigo se levantó de la mesa que usaba como escritorio llamando la atención de todos.

-¡No puede ser! ¡No puede ser...! -chilló.

-¿Qué? -dije con la paciencia ya al límite.

-"Y el día en que el firmamento sea más azul, que la luna y el sol se unan y que los truenos sacudan toda la tierra... Tres de mis ángeles más amados, clamarán a mí con fervor, y yo, el señor Dios, creador de los cielos y la tierra, escucharé su clamor y les daré, lo que de corazón me piden" -Gabriel relató uno de los decretos más antiguos de nuestro padre en voz alta y todos nos tensamos al mismo tiempo.

-Eso es imposible, solo lo habríamos pedido Lucifer y yo... Claramente, se necesitaría otro ángel para que pueda ser posible -exclamé con voz temblorosa.

-Bueno... -mi suegro me miró devastado y jadeé, como si me estuviera preparando para un impacto-. Yo hace años le pedí a mi padre una hija -dijo sin más.

Todo mi mundo dio vueltas, ¿qué significaba esto? ¿Tendría que compartir a Ana? ¿Cómo es que ella era la respuesta de todos? ¿Cómo es que le habíamos hecho una petición así a nuestro padre al mismo tiempo?

-"Tres de mis ángeles más amados..." -Samael, claramente, estaba más confundido que yo. Estaba en un trance.

-¿Qué debe pasar ahora? ¿Qué se supone que debamos hacer? -pregunté levantándome de mi asiento desesperado, yendo hasta donde mi amigo que me miraba ahora nervioso.

-No lo sé, nadie sabe, ustedes pidieron y sus deseos fueron concebidos. Es su regalo, un regalo para los tres.

-¡No pienso compartirla con él! -dijimos Lucifer y yo al mismo tiempo. La armonía había acabado, nuestras alas ahora estaban expuestas.

Lo tomé del cuello y lo lancé con fuerza a la pared más cercana.

-Aléjate de mi esposa, ¡Te lo advierto! -gruñí.

-No es solo tuya, ¿por qué dejaría que te quedarás con ella? -lanzó un puñetazo que fue a parar a mi cara.

La pelea escalaba cada vez más rápido, destruyendo todo a nuestro paso. La puerta principal se abrió de repente y nos detuvimos de inmediato al ver de quién se trataba.

-Ana... -la vista de mi esposa estaba fija en lucifer, quien la vio con los ojos abiertos al verse descubierto por ella.

-Sama... Samael... ¿Tú también eres un ángel? -su cuerpo empezó a hiperventilar, justo como le paso cuando supo que yo lo era.

Él intentó acercarse a ella, quien lo miraba decepcionada, pero la chica se separó un poco más.

-Me engañaste... -lloraba-. Todo este tiempo... tú también me engañaste.

-Ana, déjame explicarte, por favor.

-¡Vete! -gritó abrazándose.

-Cariño, cálmate, todo estará bien -quise acercarme a ella para reconfortarla, pero también me detuvo.

-¡Váyanse! ¡Váyanse todos! -sollozó haciendo que me frisara-. ¿Por qué es que todos me mienten así? -sollozó, como si se hubiera estado guardado todo por mucho tiempo.

Le hicimos caso.

Nos fuimos, dándole el espacio que sabíamos necesitaba para asimilar las cosas. Quizá, todos necesitábamos asimilar cosas.

Todo estaba por cambiar, pronto, empezaría una guerra. Una guerra por ella.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

"Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden?"

Mateo 7:11

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora