Capítulo 23

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Azrael

¿No es curioso? Lo único que todos los humanos tenían en común era la muerte, sin embargo, aunque sea un hecho inminente, nunca estaban preparados para ello. Era entendible el miedo. Las personas no eran buenas lidiando con la incertidumbre. Todo en la muerte era incertidumbre.

¿A dónde voy?

¿Qué pasará ahora?

¿Por qué tan pronto?

El día estaba soleado y los pájaros a lo lejos lo celebraban. Entré en la habitación y me senté en la silla acomodada al lado de la cama. El hombre abrió los ojos y chocamos miradas. Él, como todos en su situación, sabía quien era yo.

-Nombre: Jose Elías Rodríguez. Edad: 78 años. Oficio: Profesor -seguí diciendo su información y él no se perdía de nada-. Tu hora ha llegado. Soy Azrael, la Parca mayor, la muerte. He venido por ti.

Todo su cuerpo se estremeció, me miraba aterrado.

-Viviste de manera justa y respetaste las reglas básicas ordenadas por mi padre. Gracias a tu orfanato, muchos niños vivieron de manera decente, libres del dolor y la perdición que viene con la falta de los padres.

-A pesar de todos los actos de amor a tu prójimo, viviste con humildad e hiciste todo lo que pudiste para ayudar al necesitado.

-Por eso, te concedo veinticuatro horas más de vida. Usa este tiempo con sabiduría -me acerqué a él y toqué su cabeza con suavidad-. Mereces recordar tus buenas obras, tus seres queridos, mereces despedirte de ellos como se debe.

-No puedes contarle a nadie sobre nuestro pacto, nadie debe saber que estás por morir -asintió lentamente y se sentó acomodándose en su cama de hospital-. Hasta mañana.

Salí de su campo de visión, justo cuando estaba por irme, su familia llegó. Decidí quedarme un rato más por curiosidad. Ahora era muy curioso, había adquirido esa manía de los humanos.

Sus hijas estaban más que felices al verlo increíblemente mejorado. Lloraban, al darse cuenta de que ahora se acordaba perfectamente de ellas. Su padre estaba de vuelta.

"Es un milagro", repetían.

Dos doctores entraron y revisaron al paciente por petición de sus familiares.

Sí, "sorpresivamente", había mejorado de una situación que humanamente no tenía vuelta atrás.

Al salir de la habitación, ambos estuvieron de acuerdo que posiblemente solo era un caso más de "lucidez terminal", nombre científico otorgado por los doctores a la oportunidad que le daba a algunas personas antes de morir. A los humanos les encantaba nombrar las cosas. Estaba bien con eso. No me importaba demasiado.

Estaba ascendiendo para volver al tercer cielo cuando algo más fuerte que yo me haló, como si fuera un imán, de vuelta a la tierra. Mis pies, incluso, rompieron el suelo en donde había aterrizado abruptamente de nuevo.

Algo me ató a la tierra. Todo a mi alrededor tembló.

-¿Azrael? -escuché y miré a todos lados en busca de esa voz-. Señor, ¡por favor, por favor! ¿Puede venir ahora? Lo necesito.

¿Cómo es que podía oírla, pero no era capaz de verla?

Aparecí exactamente donde mi niña estaba y sus ojos se iluminaron al verme.

-¿Pudo escucharme? ¿Funciono? -chilló emocionada y me abrazó con fuerza.

Yo estaba en shock.

-¿Cómo hiciste eso? -me miró y se encogió de hombros.

-Solo deseé con muchas fuerzas que viniera -sonrió orgullosa de sí misma.

Yo no salía de mi sorpresa. ¿Acaso una mortal a miles de kilómetros de distancia acababa de invocarme?

-¿Qué pasa? ¿Por qué me necesitabas? ¿Estás bien? -dije aún con un montón de preguntas en mi cabeza. Asintió fingiendo inocencia. Siempre que me miraba así, algo tramaba.

Todos tienen debilidades, era un hecho. ¿La mía? Las agujas, sin embargo, aquí estaba yo, sirviéndole de paciente de práctica a la chica. ¿Por qué no podía decirle que no?

-¿Sabes lo que estás haciendo? -pregunté preocupado.

-Claro que sí... -dijo fingiendo seguridad.

La profesora empezó a dar instrucciones, como quien da una receta a alguien que nunca siquiera ha encendido una estufa. No me gustaba nada.

La tortura empezó y la chica miraba mi brazo con pena.

-No quiero lastimarlo, Señor -se encogió en la silla colocada a mi lado.

-Pues no lo hagas, vámonos -lancé con seguridad y me levanté. Me haló, haciendo que me sentara de nuevo y me mató con la mirada.

-Si no lo hago voy a reprobar esta clase, Azrael -gruñó e hice un puchero que había aprendido de ella.

-¿Algún problema con tu paciente, Ana? -la profesora lanzó con sarcasmo y diversión. Ella negó viéndola nerviosa-. Tendrás pacientes allá afuera que también le teman a las agujas o simplemente estén nerviosos porque odian los hospitales. Debes aprender a lidiar con eso y tratar de calmarlos -mi niña asintió.

-¿Es tu novio? -preguntó después, tocando mi hombro con suavidad-. ¿Por qué traes a tu novio para que sea tu conejillo de indias si luego no podrás hacerlo? -continuó viéndome de una forma que me hizo sentir sinceramente incómodo.

La mirada de Ana viajó desde el brazo que la mujer aún tenía sobre mí, hasta su cara. Note como todo su rostro se arrugó sin disimulo viendo mal a su profesora.

¿Estaba celosa?

-No, no somos novios -espeté echándole sal a la herida cuando vi sus intenciones de responderle positivamente. Me miró sin dar crédito. La profesora ahora masajeaba mi hombro con más confianza.

-Pues qué buen amigo tienes, eso habla muy bien de él -le sonreí. De reojo noté como mi niña estaba roja. Tuve que esforzarme para no reír.

-¿Puedo empezar ya? -preguntó y la mujer asintió. Antes de irse me guiñó el ojo.

-"No, no somos novios" -gruñó fingiendo que me imitaba.

-¿Qué? ¿Acaso lo somos? -lancé. Con eso aprendería la lección.

-No, no lo somos -dijo sorprendiéndome y apretó con mucha más fuerza de la necesaria él amarré que había puesto en mi brazo para facilitarle la extracción de sangre-. Y como no lo somos, no es necesario que nos besemos o durmamos juntos, ¿no? -me tensé.

Acababa de darme cuenta de que ahora no solo le temía a las agujas. 

Algo me decía que me iba a arrepentir de lo que acababa de hacer.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

 "Se habla de lucidez terminal o la mejoría de la muerte cuando un paciente con demencia, en particular con alzhéimer, recupera repentinamente la conciencia poco antes de morir. De un momento a otro, recuerda todo aquello que habían olvidado y se comportan con la mayor naturalidad, como si jamás hubiesen tenido algún problema. Poco después, mueren."

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora