Capítulo 6

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Ana

Amaba cocinar, mucho más si era para el par de chicos que vivían en mi casa, era mucho más divertido preparar y cuidar a alguien más y no solo a mí. Terminé de sellar la lasaña con bastante queso, Gabriel ama el queso, y justo cuando estaba por entrarla en el horno escuché el timbre de la casa. Extrañada fui a ver de quien se trataba.

-Buenas noches -una hermosísima chica pelinegra ojiverdes se encontraba del otro lado de la puerta con una sonrisa roja pintada en los labios.

-Eres Ana, ¿no? -asentí amable y su mirada viajó por todo mi cuerpo-. Soy Lili -extendió una de sus manos hacia mí y la acepté-. Soy amiga de Azrael, ¿se encuentra en casa?

-¡Oh! No, no está. Pero ya seguro viene de camino. Pasa, puedes esperarlo aquí.

-¿Segura? No quisiera molestarte.

-Para nada -me hice a un lado-. Pasa.

-Muchas gracias -entró y vio mi casa con detalle-. Hermoso lugar -le sonreí.

-Gracias -le sonreí-. ¿Puedo ofrecerte algo de tomar?

-¿Tienes vino?

-No, lo siento -respondí avergonzada-. Acabo de hacer una limonada, ¿te apete...?

-¿Cómo es que Azrael no tiene vino aquí? Es superraro -me interrumpió-. Solía tomar al menos una copa al día.

-¿En serio? -nunca lo había visto tomar.

-Luego de un largo día de trabajo siempre quiere una, lo ayuda a dormir mejor. Seguro se ve muy cansado últimamente, ¿no? -me lamenté, pobrecito.

-Debería ir por una botella entonces -quité el delantal que tenía puesto-. ¿Te molestaría quedarte aquí? Vuelvo enseguida.

-Claro que no, querida, ve. Su vino favorito es El diablo y la muerte -sonrió con amabilidad.

-¡Oh! Está bien, gracias. Ya vengo -me marché con prisa.

Azrael

-Pareces un niño, Gabriel -rodeé los ojos.

-Nunca tardas tanto en terminar un formulario, ¿por qué justo hoy?

-La lasaña no se irá a ninguna parte, ¿puedes relajarte?

-Pues me adelantaré -me encogí de hombros.

-Ana, no empezaría la cena sin mí. Estarías en la misma situación ahí -lancé con una sonrisa juguetona y me mató con la mirada.

Media hora después habíamos descendido e íbamos de camino a casa. La llave no fue necesaria, pues la puerta ya estaba abierta, al parecer la seguridad no era una de las prioridades de esa chica.

-Ana, ¿cuántas veces tendré que decirte que cierres...? -lo que vi me hizo temblar.

-Azrael, cariño, cuanto tiempo -me sonrió coqueta y fui a paso firme hasta donde se encontraba.

-¿Dónde está? -la tomé con firmeza de uno de sus brazos. Gabriel fue de inmediato a registrar la casa.

-Vaya, ¿acaso el Señor de la muerte por fin tiene una debilidad? -miró mi cuerpo con lujuria y apreté mi agarré.

-Lilith, juro por mi padre que si le hiciste algo...

-¡Oh, señor! Ya llegó -volteé de inmediato y me sonrió como siempre. No fue suficiente para mí y fui hasta donde estaba para confirmar que estaba bien-. ¿Qué pasa?

-¿Estás bien? -asintió.

-Tardé un poco más porque tuve que ir por Marco, pues como aún no soy mayor de edad no puedo comprar alcohol -la miré confundido y sacó de una bolsa un par de botellas de vino-. Sí, conseguí su vino favorito, Señor.

-Que bien que pudiste encontrarlo, pequeña Ana -Lilith acarició su pelo posándose a su lado mientras me miraba. Olvidaste entrar al horno tu lasaña, lo hice por ti.

-¡Ay, sí! Muchísimas gracias. Se queda a cenar con nosotros, ¿cierto? -mi inocente niña le sonreía y eso hizo que me enojara aún más.

-No -respondí y la alejé de ella-. Ya ella debe irse.

-Pero, Señor...

-No, Ana -gruñí viéndola con seriedad y saqué de ahí a la víbora venenosa que teníamos como visita.

-Fue un placer conocerte, Anita. Seguro pronto nos veremos de nuevo -se atrevió a gritarle antes de salir por la puerta desafiándome.

La llevé sin delicadeza hasta lo más profundo del bosque y rodeé su cuello con firmeza.

-No te atrevas -le escupí cada letra con odio-. Lilith, no te atrevas a tocarle ni un solo pelo.

-Hmm, me encanta que me trates así -su lengua mojó su labio inferior viéndome con deseo. Mis alas se extendieron de golpe y ahora su cara había cambiado a terror puro-. Está bien, está bien -me relajé un poco.

-Dile a Lucifer que lo voy a estar vigilando, que no se atreva a enviar a alguien más o le irá muy mal... -asintió ahora más obediente-. Ahora sal de mi vista, me das asco.

Se marchó y tuve que esperar unos minutos para calmarme y que mi cuerpo volviera a ser "humano". Debía aprender a controlar mis alas, no podía permitirme que algo así me pasara cerca de Ana.

Volví a casa y ambos me esperaban sentados en la sala, al verme ella se levantó a mi encuentro.

-No debió tratar a esa chica así, fue muy amable -me regañó.

-¿Cuántas veces te he dicho que no hables con extraños? -mi voz salió más ruda de lo que quería y me miró.

-Es que me dijo que lo conocía y yo...

-¡¿Cuántas veces?! -gruñí y se asustó viéndome. Solo el pensar lo que pudo haber pasado me ponía los pelos de punta.

-Lo siento -dijo en susurro y levantó una copa de vino que tenía preparada ya para mí.

-¿Cuándo me has visto tomar?

-Pero ella dijo que este...

-¡Por todos los cielos, Ana! ¿Si te dicen que te lances de un edificio lo harías también? Deja de ser tan ingenua -le grité frustrado, pues sabía muy bien que ahora corría un gran riesgo. Mi enojo se esfumó de repente cuando vi unas cuantas lágrimas amenazando con salir de sus hermosos ojos, poco después, se fue corriendo hasta su habitación.

-Eres un idiota, Azrael -mi amigo la siguió y yo me quede ahí, clavado en el medio de la sala.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

¿Son más de vino, cerveza o ron?


La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora