Capítulo 8

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Ana

Miraba a Marco durmiendo en el sofá y sonreí incrédula, había traído unas cuantas botellas de cerveza para enseñarme cómo debería tomar y así celebrar mi cumpleaños, pero antes de que el reloj marcara las diez ya estaba listo y servido. Caminé hasta la ventana y la oscuridad arropaba toda la calle.

-¿En serio no vendrá? -moví la cabeza alejando esos pensamientos. Prometió que estaría aquí, solo debo esperar un poco más. Seguro ya viene.

Fui por un poco de agua a la cocina y me acomodé en la mesa frente al pastel que yo misma había elegido. Tenía un montón de velas listas para encenderse, pero no me atrevía a cortar ni un solo trozo sin que él estuviera aquí.

Él vendrá.

Azrael

Aunque tenía llaves, entré a la casa sintiéndome como un intruso, estaba consciente que no debería estar ahí, no a esta hora. Sorprendido al notar todas las luces encendidas, fui en busca de Ana con prisa, ¿algo le habrá pasado? Suspiré aliviado de verla dormir al lado de su pastel aún intacto.

-¿Me estabas esperando? -me lamenté en un susurro mientras me acercaba a ella-. Lo siento.

Su boca entreabierta y su cuerpo relajado me confirmaban que estaba teniendo el más reparador de los sueños, sonreí viéndola con nostalgia. Tenía un montón de cosas en la cabeza y solo había venido en busca de lo único que podría reconfortarme, su hermosa sonrisa al verme. Supongo que merecía el tener que esperar hasta mañana.

La cargué con cuidado y acomodé su cabeza en mi pecho, era la primera vez que la tenía tan cerca, se veía tan inocente e indefensa que prometí una vez más que la protegería.

-¿Señor? -lanzó en un sollozo adormilado-. Si vino -me regaló una sonrisa aún con los ojos cerrados, pero tuvo en mí el mismo efecto. Justo como pensaba, aquieto la locura de mis pensamientos.

La llevé hasta su habitación y la recosté suavemente en su cama, quité sus zapatos y la cubrí un poco con sus sábanas. Me senté a su lado y acaricié su rostro.

Mi cerebro traicionero repitió cada punto de la conversación que acababa de tener.

-Hace más de veinte años, tuve una misión en un pequeño pueblo que estaba a punto de desaparecer, recuerdo exactamente cómo me sentía en ese momento. Sinceramente, estaba cansado de la rutina, harto de tener que lidiar con los humanos insensatos y crueles, pero como siempre, fui hacer mi trabajo sin peros ni poner en duda las decisiones de nuestro padre.

-Descendimos y nos pusimos en posición, listos para lo que vendría, pero entonces pasó -sonrió-. Desde una pequeña iglesia un brillante aro de luz conectaba con el cielo. Un humano pedía misericordia con tanta devoción y fe que llamó la atención del creador. Una vez más, la oración de un humano lo había conmovido. De inmediato recibimos la orden de volver, ese día no pasaría nada.

-Todos empezaron a ascender, debí haber hecho lo mismo. Si lo hubiera hecho, no estaríamos ahora mismo hablando aquí, hubiera evitado mucho dolor -lo miraba confundido, ¿qué estaba tratando de decirme?

-Sin darme cuenta mis pies se dirigieron hasta ese lugar, la curiosidad de conocer el rostro que había evitado un desastre me carcomía por dentro, ¿qué podría salir mal? Pensaba en todo el camino.

-Entre y arrodillada frente a un altar estaba una chica, su cara estaba cubierta de lágrimas y daba pequeños puñetazos en su pecho como si se castigara. Me detuve frente a ella y enseguida abrió los ojos, buscó por todo el lugar, pero no podía ver a nadie, no podía verme.

-"Puedo sentirte", dijo mirando al lado opuesto de donde estaba. "Sé que estás aquí" Me quedé perplejo al darme cuenta de la pureza de su corazón, bajé la guardia y en un mal manejo de mis dones, me hice presente ante ella. Sus ojos se abrieron con sorpresa, pero segundos después sonrió... quizá si no la hubiera visto sonreír... -repitió y me acomodé en mi asiento, empezaba a sentirme incómodo.

-Los días pasaron y fue inevitable no volver a verla, cada vez nos íbamos acercándonos más, conociéndonos un poco más, me encantaba hablar con ella, pues nunca hacía preguntas, solo escuchaba lo que yo podía contarle con fascinación, con admiración. Poco a poco los días fueron siendo meses, los meses años -suspiró-. Por un momento en toda mi vida olvidé quien era, ella me hacía sentir como un simple mortal, ¿qué derecho tenía yo? -se preguntó a él mismo.

-Siempre íbamos a lugares apartados, siempre alejados de todos, yo siempre fingía que nadie podía verme, pero era solo una excusa para no tener que compartirla con los demás, lastimosamente esa fue nuestra perdición y en una de mis visitas dijo lo que nunca imagine.

"Estoy embarazada, vamos a tener un bebe".


-¿Señor? -salí de mis pensamientos de inmediato al escuchar una voz adormilada a mi lado -¿Está bien? -se levantó rascándose los ojos-. ¿Qué hace ahí?

-Feliz cumpleaños, mi niña -sus mejillas se tornaron rojas al escucharme y tapó su cara con las sábanas. Sonreí -¿Desde cuándo eres tan tímida?

-No sé dé que habla -mintió y yo quité con delicadeza lo que cubría su hermoso rostro.

-¿Por qué estás roja? -me acerqué un poco a ella para intimidarla y para mi sorpresa lo logré.

-Debe ser por las cervezas que tomé -enarqué una cejas.

-¿Cervezas?

-Sí, es que Marco trajo algunas para celebrar que ya cumplí dieciocho años, es algo muy común aquí y... -me levanté de la cama molesto y me dirigí hasta la sala. Tomé al chico con facilidad de la ropa levantándolo y se quejó viéndome enojado.

-¿Qué mierda pasa contigo? -espetó con un horrible aliento.

-Estuve ausente solo una semana, ¿y cuándo vuelvo ya le has dado alcohol? ¿Con qué intención? -gruñí llevándolo hasta la puerta.

-Ya es mayor de edad, puede tomar, ¿tú quien te crees para...? -no escuché más porque cerré la puerta con él afuera. Ana me miraba con desaprobación.

-¿Por qué lo tratas así? Fue el único que se preocupó porque yo no la pasara completamente sola el día de mi cumpleaños -lanzó enojada.

-Ana, perdón. Yo estaba preparado para llegar a tiempo, pero surgió algo.

-¿Qué cosa? -se cruzó de brazos.

-No puedo decirte -rodó los ojos.

-Eres un mentiroso, Azrael -mi nombre en su boca me encantaba, pero casi siempre lo decía cuando estaba molesta.

-Háblame con respeto, Ana -le regañé.

-No mereces que te hable con respeto, eres un mentiroso -volteó y caminó hasta su habitación.

La seguí, ¿por qué es que siempre la sigo? Me acerqué hasta la puerta de su habitación.

-Ana, ¿podemos hablar?

-¡No! -la oí gritar al otro lado de la puerta.

-¿Y si te traigo flores? -contraataqué seguro, no podría resistirse.

-¿Qué clase de hombre le pregunta eso a una chica? -gruñó aún más molesta-. No, no quiero flores. Déjame dormir.

-¿Y un árbol? -supuse que si le gustaban las flores, un árbol tendría que agradarle aún más.

-¡Azrael, maldita sea!

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

Pov: -"¿Y un arbol?" 

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora