Capitulo 46

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Ana

Me desperté y el sol ensordecedor hizo que volviera a cerrar mis ojos, no estaba lista para tanta luz. Me acostumbré luego de varios intentos.

Vi todo a mi alrededor, definitivamente estaba en un hospital. Quise moverme, pero mi cuerpo no me respondía, estaba pesado y mover un dedo, ahora era una actividad física complicada.

Una de mis compañeras entró de repente y sus ojos casi se salen de se orbita al verme.

-¡Despertaste! -dio un paso hacia mí y revisó en la pantalla mis signos vitales. Yo ya lo había hecho por pura costumbre, estaba bien-. Iré por el doctor -no pude decir nada y ella tampoco esperó.

Luego de unos minutos, había logrado que al menos una de mis manos me hiciera caso y use esa ventaja para tratar de sentarme en la cama.

-¡Hey, hey! Tranquila -chocamos miradas y sus ojos marrones me miraron con preocupación. Eran, por mucho, el par más lindos que había visto.

-A...-arrugué mi cara cuando sentí mi lengua despegarse con agresividad del fondo de mi boca.- Agua, por favor -espeté después y mi petición no se hizo esperar.

Me acomodaron en la cama y por fin estaba en la posición deseaba. Sentía como todo mi cuerpo crujía, quejándose, ¿cuánto tiempo había estado inconsciente?

-¿Qué me paso? ¿Cómo llegué aquí? -pregunté y el hombre tomó el asiento más cercano a él. Me miró como si me examinara.

-Bienvenida de vuelta -dijo cuando estuvo listo-. Nos tenían bastante confundidos y preocupados, es un milagro que estén bien.

¿Estén?

-¿Qué me paso? -repetí con insistencia la pregunta y llevé mi mano a mi cabeza, dolía. Sinceramente, no podía reorganizar mis ideas.

-Soy el Dr. Jacob Murray, he estado llevando tu caso desde que te ingresaron aquí.

-¿Cuánto tiempo llevo aquí?

-Más de un mes... -lanzó y abrí los ojos con sorpresa. Mis costillas se enojaron con mi brusco movimiento y me quejé. Él se acercó más a mí.

-Tranquila, tranquila -lanzó con suavidad.

-¿Qué es lo que me pasa? No entiendo nada. Yo estaba, yo... -no recordaba nada.

-¿Puedes decirme tu nombre? -dijo ignorando mi pregunta. Pensé.

¿Por qué me costaba tanto responder cosas tan triviales?

-Ahm... hmm... Ana -dije por fin. Él me sonrió orgulloso.

-Ana -repitió.

Yo estaba a punto de bombardearlo con más preguntas cuando empezó a hablar.

-Unos campesinos te encontraron por casualidad, sola e inconsciente en un bosque a las afueras de la ciudad. Estuviste unos días en un hospital rural y al revisar tu identificación se dieron cuenta de que trabajabas aquí. Te trasladamos desde que supimos donde estabas.

Yo trataba de asimilar toda esa información. Intentaba con todas mis fuerzas recordar el porqué o como había llegado hasta ahí. Pero no conseguía nada.

-¿Por qué estuve tanto tiempo inconsciente?

-No lo sé, te hicimos todo tipo de exámenes y todos indicaban que estabas en excelente condiciones. Era como si estuvieras en un profundo sueño del que no podías salir. Solo nos quedó esperar a que quisieras despertar.

Me quedé en silencio, todo era muy confuso, como si mi vida ahora fuera todo un misterio para mí misma. Trataba de organizar mis pensamientos, intentaba recordar.

-Tu bebé también está bien... -espetó con cautela y lo miré aún más confundida que antes. Me tensé.

-¿Bebé...? -dije en un hilo de voz y él asintió lentamente.

Todo empezó a dar vueltas, mi respiración estaba acelerada, estaba por tener un ataque de pánico. Quité la sábana que me cubría abruptamente y vi mi abdomen mucho más abultado de lo que recordaba. Me tapé de vuelta, como si eso fuera a resolver el problema que tenía.

-¿Sabes cómo llegaste hasta ahí? -negué suavemente-. ¿Tienes a alguien especial que quieras que llamemos? ¿Novio? ¿Esposo? -él estaba diciendo las cosas con cuidado, como si quisiera descubrir algo.

Un enorme ventanal al lado de la cama llamó mi atención, afuera estaba cayéndose el cielo, la lluvia amenazaba con no parar nunca. De repente, de un momento a otro, una enorme pena inundó mi corazón. Yo había recordado, al menos, lo sola que estaba. Estaba rota, devastada y asustada.

Azrael

Caminaba por los pasillos del hospital como el alma en pena que era. Nadie podía verme, no estaba de ánimos de interactuar de ninguna forma con nadie. El tiempo pasaba dolorosamente lento y mi niña no lograba salir del coma en el que se encontraba. La ansiedad de no saber qué pasaría cuando despertara me mortificaba aún más.

Estaba completamente sumergido en mis pensamientos y en mi dolor, pero la conversación de un par de enfermeras llamó mi atención.

-¿Entonces es verdad? ¿Ana por fin despertó? -preguntó eufórica y no pude dar un paso más.

-¡Sí! Acaba de despertar, el Dr. Murray la está examinando ahora mismo -ellas siguieron con su conversación, pero yo no pude escuchar nada más, pues corrí hacia la habitación de mi esposa.

Llegué a su cuarto en tiempo récord. Era cierto, mi chica ahora estaba consciente. No podía estar más feliz. No podía estar más aliviado.

-¿Sabes cómo llegaste hasta ahí? -negó suavemente-. ¿Tienes a alguien especial que quieras que llamemos? ¿Novio? ¿Esposo? -preguntó el hombre que la acompañaba como si quisiera más información de la situación.

Yo estaba justo detrás del doctor y aunque estaba ocultó para él, era obvio que ella podría ser capaz de verme, sin embargo, no obtuve ninguna reacción de su parte y su vista viajó desde el chico, hasta un enorme ventanal al lado derecho de su cama.

¿No me ha visto?

No le di mucha importancia, estaba lo suficientemente emocionado como para hacerlo. Iba a dar un paso hacia ella, moria por abrazarla, pero lo que dijo a continuación hizo que todo mi mundo colapsara.

-No, estoy sola. No hay nadie a quien pudiera llamar.

Ana

Dos semanas después.

-Sabes que no tenías que hacer esto, ¿no? -entramos a mi casa y dejó mis cosas encima del sofá. Por fin me habían dado el alta en el hospital. Me sonrió.

-No te preocupes, me quedabas de camino -lanzó divertido y ambos reímos, pues él, literalmente, vivía a pocas cuadras del hospital.

Miré el lugar con nostalgia, como si fuera la primera vez que entraba a mi propia casa. Él acarició mi hombro con calidez.

-¿Segura estarás bien? Si quieres puedo...

-Claro que si -lo interrumpí-. ¿Acaso no has visto lo intensa que es la rubia que vive conmigo? -intenté bromear, pero como siempre, no había logrado engañarlo-. Dr. Murray, estaré bien, solo debo adaptarme. Seguiré yendo con la psicóloga, comeré bien y descansaré. Si tenemos suerte, pronto podré aceptar la oferta de trabajo que me dio para trabajar en su departamento.

Suspiró sabiendo que no podría hacer nada más.

-Muchas gracias, en serio, estas semanas hubieran sido mucho más difíciles sin ti -dije con sinceridad. Me había apoyado más de lo que debía y en poco tiempo se había convertido en más que mi doctor, en un buen amigo.

-Sabes que no debes agradecer -acarició mi cabeza y me regaló una linda sonrisa-. Llámame a la hora que sea si necesitas, lo prometiste.

-Sí, Jacob lo haré... ve a descansar -lancé, fingiendo estar cansada de él y sonreí. Poco después, besó mi frente y se marchó.

Abrí la puerta de mi habitación y me senté en la cama. Todo estaba a oscuras y lo agradecía. Me sentía segura. Fingía, que al no poder ver nada no existía, ni existía el dolor que carcomía mi alma desde adentro.

Me sentía sumamente sola.

El acúmulo de emociones me sobrepasaron y empecé a llorar a cántaros, sollozaba y gemía de dolor. Por más que quería calmarme, no lo lograba, no podía parar. Había fingido tanto que tenía controlada la situación en la que estaba delante de los demás, que me había mentido a mí misma, pero ahora, en la sola triste oscuridad, todo el miedo y la angustia habían caído de golpe.

Trataba inútilmente controlarme, hacer esos ejercicios de respiración que me habían enseñado para sobrepasar mis ataques de ansiedad, pero nada mejoraba mi situación.

Entonces, paso, un ligero movimiento en mi estómago me calmó enseguida. Llevé mi mano a mi panza y sonreí de la emoción al recordar al bebé. Era la primera vez que lo sentía, era la primera vez que me daba la oportunidad de disfrutar del hecho de que sería mamá.

Supe de inmediato que podría con todo, que debía, poder con todo.

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"Pues lo que Dios da, no lo quita, ni retira tampoco su llamamiento"

Romanos 11:29


La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora