Capítulo 31

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Suspiré al ver como el sol amenazaba por esconderse. Hoy, posiblemente, no me casaría. Me levanté con intenciones de ir al lobby para disculparme y/o despedirme de mis pocos invitados, cuando el hombre más guapo que había visto simplemente apareció ante mis ojos.

Nos quedamos en silencio por unos segundos. Ambos revisamos con detalle el atuendo del otro. Para mi sorpresa, vestía un traje beige que se acoplaba a su cuerpo de manera exquisita, su pelo estaba peinado elegantemente hacia atrás.

-Dios, estás hermosa -dijo en un susurro. Todas las emociones de incertidumbre se desvanecieron. Yo, para este punto, no podía pasar un día más sin ser su esposa.

-Tú eres el más guapo -dije y mis mejillas se tornaron rojas. Se acercó y acarició mi rostro con una sonrisa.

-Lamento tanto hacerte esperar, mi amor -espetó viéndome directamente a los ojos. Sinceramente, no sé si dijo algo más después de eso, pues en mi cabeza solo retumbaba ese "Mi amor" que acababa de soltar con despreocupación.

Me abrazó por la cintura y rozó mi nariz con la de él. Cerré los ojos al sentir su tacto. Saber que estaba ahí, que lo tenía cerca, me hacía sentir una seguridad que nunca nadie había logrado darme. Con él, estaba a salvo.

Justo cuando iba a responder a su tierna disculpa, mi amiga entró y nos miró sin dar crédito.

-¡Azrael! Cielo santo, ¿Qué haces aquí? -él no apartó su vista de mí y sonreímos con complicidad-. Ay, por Dios, ¡Ya! Salte, es de mala suerte que se vean antes de la boda -lo empujó como pudo, arrastrándolo hasta la salida.

Retocaron rápidamente mi maquillaje, acomodaron una vez más mi velo. Mi padre me esperaba en la planta baja y volvió a verme con amor. Mientras caminaba hasta él, no podía creer que Dios me había dado la dicha, la oportunidad, de tenerlo aquí, llevándome hasta el altar donde me esperaba el hombre con el que quería pasar el resto de mi vida.

Las puertas se abrieron y todos se levantaron dándome la bienvenida. Mi parca, me esperaba cerca del sacerdote, y detrás de él, un paisaje inmaculado, con unas montañas increíblemente altas y entre nosotros, un apaciguado lago con aguas cristalinas.

Estaba segura, que uno de los ángeles mayores presentes, era el responsable de que el atardecer este aún en su mejor punto para este momento.

Mi madre no paraba de llorar y aunque yo era la única humana que era capaz de verla, no me daba por nadie al tenerla presente en el mejor día de mi vida.

-Aquí te entrego a lo más valioso que tengo, Azrael... -prometí no llorar, pero al escuchar a mi padre, no tuve más opciones que faltar a mis palabras-. Cuídala bien o te mato -gruñó después con seriedad y mi chico lo miró asustado, yo, con desaprobación. Besó mi mejilla antes de irse con una sonrisa victoriosa.

Mi amiga había pensado en todo, pues para cuando la noche cayó en medio de la ceremonia, todo estaba iluminado de la forma más tenue y romántica, con diminutas velas esparcidas por el lugar.

Los declaro, marido y mujer...

El chico frente a mí no se daba por nadie. Yo no paraba de pensar que solo estaba soñando. Mi cuento de hadas se había cumplido y ahora era la esposa de alguien que daría su vida entera por mí. Yo daría mi vida sin dudarlo por él. Me tomó de la cintura con posesión. Como si ahora, todo lo que hiciera conmigo estuviera permitido para él. Me besó como nunca antes, quizá solo yo lo sentía así, pero era, increíblemente, mejor que antes.

Familiares y amigos se acercaron a felicitarnos por nuestra recién unión. Fotos.

La decoración en el área que habían preparado para la recepción era de ensueño. Como si hubieran plantado un jardín con miles de rosas blancas solo para nosotros.

Mi esposo me tomó de la mano llevándome hasta la pista y en los altavoces empezaba a sonar "Until I Found You" de Stephen Sánchez y Em Beihold. Comenzamos a bailar a ritmo de la música y esta vez, yo había detenido el tiempo para nosotros, quizá no de manera literal, pero para mí, no había nadie más ahí.

-Mentiría descaradamente si diría que cambiaria una sola de ti, ni siquiera una sola hebra de tu cabeza -besó mi nariz con cariño-. ¿Cómo es que me aguante tanto hasta este día? -soltó reprochándose y aunque yo era un mar de lágrimas, reí ante su ocurrencia. Me estiré y acaricié uno de sus mechones blancos qué rebelde amenazaba con ir a parar a la cara de mi chico.

-¿Cómo es que te amo tanto? ¿Cómo es que te ame, quizá, desde la primera vez que te vi? ¿Cómo es que me aguante tanto hasta este día? -repetí y él sonrió para mí.

Nos besamos con amor cuando la canción acabó y los aplausos insistentes de las personas nos hicieron separarnos a regañadientes.

A pesar del atraso, todo fue perfecto. Las pocas personas que nos acompañaban celebraban nuestro amor con la misma intensidad que nosotros.

-¿Nos vamos? -las manos de alguien me abrazaron desde atrás y sonreí al ver la cara de Camila al escucharlo.

-Faltan como dos horas de fiesta, Azrael. ¿Puedes mantener tus pantalones en su lugar unos minutos más? -le gruñó mi mejor amiga y madrina de boda.

-No -lanzó con seguridad y me cargó como si yo no pesara nada-. Adiós, fea -empecé a reír, no podía creer que lo que acababa de escuchar había salido de la boca del hombre con el que me acababa de casar.

Pensábamos que habíamos logrado salir de la recepción sin ser vistos, pero al parecer, nada pasaba desapercibido para mi padre, quien al descubrir nuestros planes nos miró con desaprobación. Mordí mi labio evitando reír. Definitivamente, yo había tomado mucho vino, pues sabía que sobria, esta situación me habría matado de la vergüenza.

-Miguel... -escuché la voz de mi madre a su lado-. ¿Qué pretendes? Apártate -mi padre hizo un puchero, pero sus pies no se movieron.

-¡Miguel...! -lanzó de nuevo como advertencia y a regañadientes se apartó de nuestro camino. Mi madre me guiñó el ojo y le sonreí.

-No se preocupe, Señor -mi esposo lanzó dirigiéndose a su suegro-. La cuidaré muy bien esta noche -abrí los ojos como un par de platos viéndolo. Podría jurar que mi padre reaccionó de la misma manera que yo.

-¡¿Qué acabas de decir?! -Miguel venía de nuevo hasta nosotros, pero mi esposo fue más rápido que él y simplemente nos esfumamos del lugar.

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"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
no se goza de la injusticia, sino que se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue,  mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá". 

1 Corintios 13:4-8

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora