Capítulo 33

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Azrael

La miraba peinar su larga cabellera mientras la esperaba en la cama. Su ceño estaba fruncido, como si algo atormentara sus pensamientos. Me levanté y colocándome detrás de ella, masajeé sus hombros con suavidad.

-¿Qué atormenta la cabeza de mi esposa? -pregunté y chocamos miradas a través del espejo. Sonrió un poco.

-Nada, amor -lanzó, pero la expresión en su cara no coincidía con lo que decía.

-Estás pensando en ese chico, ¿cierto? -sus hombres se hundieron y poco después volteó a verme.

-He estado repitiendo en mi cabeza todo lo que paso esa noche, Azrael, la forma en la que él me hablaba, en cómo se expresaba. Me cuesta aceptar, a pesar de los años, que ese que me lastimó era mi mejor amigo, mi protector -sus ojos estaban húmedos. Era obvio que, a pesar de que ya había pasado mucho tiempo, era algo que no había podido superar.

La tomé de la mano y fuimos a la cama. Me senté, recostando mi espalda en el respaldo de la cama y la acomodé sobre mis piernas. Acaricié su cara con amor.

-No era él -me miró confundida-. Ese día, quien te lastimó no fue Marco.

-¿Cómo dices? -suspiré, pues sabía que ya no habría vuelta atrás y tendría que contarle todo.

-Hay mucho más ahí afuera de lo que puedes ver, mi vida. Todo tiene un lado opuesto, si existe
el bien, créeme, existe el mal. Sobre el mundo caminan ángeles, parcas... demonios -sentí cómo se tensó.

-Eres un caso único, no hay pruebas de que antes de ti haya habido otra "persona" que sea mitad ángel o que sea capaz de hacer o ver lo que tú, y eso, para bien o para mal, llama mucho la atención. No lo sabes, pero eres como un foco de luz para los seres no humanos.

-¿Y qué tiene que ver eso con Marco? No entiendo -lanzó luego de acomodar un poco sus ideas.

-El día de tu graduación tuve que irme tan de repente, pues un demonio menor había intentado penetrar el tercer cielo. Era algo que no me podía permitir, era una falta de respeto que no podía dejar pasar por alto. Debía averiguar por mí mismo lo que Lucifer ahora tenía entre manos.

Mi niña se tensaba cada tanto, era obvio, el nombre que acababa de mencionar causaba un terror mucho más que justificado en los humanos. La acerqué más a mí antes de continuar.

-Estuve intentando sacarle el motivo de su intromisión y cuando no pudo más, me dijo que solo debía estar ahí, entreteniéndome, mientras tú estabas aquí, desprotegida -el solo recordarlo hizo que ahora el tenso sea yo-. Estuve a punto de volverme loco, sabía que no podría perdonarme si te pasaba algo.

-Desde que llegue a la casa supe que el hombre que estaba sobre ti, lastimándote, no era ese chico, era fácil para mí identificar que un demonio lo había poseído. Él, ya no tenía control de su cuerpo, pero escuchar tus gritos de temor y dolor fueron mucho para mí. Por primera vez en toda mi vida no pude controlar mis impulsos. Tenía que dañarlo, debía hacerlo sufrir, quizá en un intento estúpido de hacer que pagara por lo que te había hecho.

-Entonces... -la chica temblaba mientras hablaba, su cara era de completo shock. Ahora lloraba sin control-. No fue él... Yo acabé con su vida, todos sus planes... ¿Y él en serio no tuvo nada que ver?

-Mi amor... -se alejó cuando quise tocarla.

-¡Cielo santo, Azrael! ¡Tú casi lo matas! -empezó a dar vueltas por toda nuestra habitación.

-¿Cómo es que no le creí cuando me lo dijo? ¿Cómo es que no me dijiste nada hasta ahora? ¿Cómo es que dejaste que esto llegara tan lejos? -gritó molesta.

-Nena, no tengo control sobre las leyes humanas, ¿Que le hubieras dicho a la policía? ¿Qué no fue el sino un demonio?

-¡Pero al menos yo lo hubiera sabido! ¡Dios, en ese momento los perdí a los dos al mismo tiempo! -ella siguió llorando, viéndome dolida.

-No recuerdo una sola etapa de mi vida, buena o mala, en la que él no haya estado para mí y yo simplemente... lo dejé joderse en una cárcel cuando solo era una víctima más.

-Ana, cariño... -la tomé con delicadeza por uno de sus brazos, pero se zafó, como si tener algún tipo de contacto conmigo ahora la quemara-. ¿Puedes perdonarme? Yo estaba abrumado, habías visto mis alas, pensé que te había perdido para siempre. Yo sé que quizás debí...

-No, Azrael. No puedo dejar pasar esto, no hay excusas para lo que hiciste -dijo en voz baja y poco después se fue.

***

Ana

Mi cabeza estaba a punto de estallar, estaba agotada, pues fue imposible descansar en mis días libres. La culpa me mataba.

Iba de camino al depósito a buscar algunas cosas antes de empezar con mi segunda ronda de la noche, el hospital estaba tranquilo. De esas noches inquietantemente silenciosas.

Extrañaba a Azrael con locura, pues desde esa noche en la que habíamos discutido no lo había vuelto a ver. ¿Había sido muy dura con él? En ocasiones olvidaba que no era un humano y no pensaba como tal. Ladeé un poco mi sonrisa, ¿cómo es que alguien tan sabio e inteligente era tan malo a nivel social?

Tomé la manecilla de la puerta y al abrir, solo me permití dar dos pasos hacia adentro. Miré todo mi alrededor, mucho más que confundida. Era nuestra casa, nuestra habitación, mi esposo en nuestra cama mirándome con sorpresa con el libro que al parecer leía aún en las manos.

Por inercia, cerré la puerta de vuelta y me quede ahí de pie. Cuando estuve lista, abrí de nuevo con los ojos cerrados y el ya irreconocible olor del depósito me dio a entender que estaba en el lugar que debería. Suspiré aliviaba.

Empecé a buscar las cosas que necesita tratando de restarle importancia a lo que acababa de suceder, siempre había escuchado que el cansancio extremo y la falta de sueño te podrían hacer alucinar, pero nunca pensé que se sentiría tan real.

Justo cuando di la vuelta para irme, Azrael apareció de repente frente a mí.

-¡¿Cómo hiciese eso?! -lanzó viéndome impaciente. Abrí los ojos como un par de platos.

-¿Si me viste? -pregunté casi chillando.

-Claro que sí, ¿tú no me viste?

-¡Sí! Pero pensé que solo lo había imaginado...

-Ana, ¿Acaso te acabas de teletransportar? -espetó igual de asombrado que yo.

Perfecto, lo que me faltaba.

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"En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que seáis ignorantes"

 Corintios 12: 1

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora