Capítulo 21

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Lilith

Habia pasado demasiado tiempo entre los humanos, estaba aburrida, ya habia hecho todo a lo largo de mi vida: ser hija, madre, esposa... Definitivamente, nada de eso era para mí.

¿Alguna vez algo me llenaría?

Visité el infierno en busca de mi señor, quizá tendría alguna encomienda para mí que me sacara de esta monotonía. Para mi sorpresa, estaba en... ¿La tierra? Cuando uno de los demonios me lo dijo no puede fingir mi asombro, pues, a diferencia de lo que los humanos creían, el prefería estar en su trono, observando, analizando y delegando funciones entre sus súbditos.

Fui hasta donde me dijeron que quiza lo encontraría y caminaba a través del campus en busca de él.

¿Qué estará haciendo aquí?

Distraída y por andar buscando entre los jóvenes que allí estaban, choqué con la espalda de alguien. Al voltearse, la mitad de mis preguntas fueron respondidas.

-¿Ana? -ella tardó unos segundos en reconocerme, pero su sonrisa amplia me dio a entender que por fin me habia recordado.

-¡Oh, hola! Vaya, qué sorpresa -dijo y me acerqué a ella para besarla en la mejilla. Como era de esperarse, su alma pura, empezó a debilitarse ante mi tacto. Se tambaleó un poco y me alejé. Era un mal lugar para dañarla como realmente quería.

-Qué linda coincidencia, ¿no? -asintió varias veces llevando su mano a la cabeza. Era obvio de que seguía mareada y ladeé un poco mi sonrisa al ver como empezaba a palidecer.

-¿Qué haces aquí? ¿También estudias en esta universidad? -preguntó y asentí con seguridad. Mentir era mi especialidad-. Wao, ¿cómo es que no nos hemos encontrado antes? -continuó después.

Empezamos a caminar por el lugar. La estúpida incluso se habia disculpado por la actitud de Azrael la última vez que nos vimos y según me contaba, la relación de ambos habia avanzado mucho más de lo que me gustaría. Ahora entendía que hacía mi padre en la tierra, pero, ¿qué tan importante podría ser esta mocosa como para que el mismo Lucifer se tome la molestia de venir hasta aquí?

Los celos me mataban.

-Me encanta el nuevo color que le pusiste a tu pelo -dije como excusa para poder tocarla. Arrugó su cara, como si un fuerte dolor ahora empezara a emanar de su cabeza. Pobre alma débil, estaba lánguida.

-¡Ana! -estaba de espaldas, pero reconocí la voz de mi señor enseguida. Ambas volteamos.

Aceleró su paso y se posó entre nosotras con disimulo. Me miró con advertencia. Yo estaba confundida.

-¿Estás bien? -preguntó levantando la cara de la chica.

-No lo sé, empecé a sentirme mal de repente. Me siento muy débil -'él me miró de reojo.

-Vamos, te llevaré a tu casa. Tienes que descansar -asintió y dejó que él tomara su mochila.

¿Cómo es que ahora eran tan cercanos?

Los acompañé hasta el auto fingiendo preocupación por ella y cuando la subió al asiento del copiloto él se acercó a mí.

-¿Cómo te atreves a ponerle un dedo encima? -gruñó en voz baja para que ella no pueda escucharnos. Miré hacia el suelo, sumisa-. Aléjate de ella, Lilith. Te lo advierto.

-Sí, señor -dije sin más opciones.

-Ahora vete y no vuelves más por aquí -lanzó enojado-. Es una orden... -asentí y luego de resoplar subió al auto.

Fui hasta el bosque más cercano y exploté en enojo.

¿Qué demonios tenía de especial esa chica? ¿Por qué tenía la atención y protección de Azrael y Lucifer? La envidia y los celos recorrían cada centímetro de mi piel. Mis ojos ahora eran rojos, puro fuego.

No sabía como lo haría, pero tenía que acabar con ella.

***

Azrael

Mi niña estaba temblando, y la fiebre no cesaba. Habia olvidado por completo lo frágiles que eran los humanos. Su amiga le colocaba unos paños húmedos, en un intento de regular su temperatura. Podría ser insoportable y temperamentalmente inestable, pero la verdad es que nadie cuidaba mejor de Ana que ella y se lo agradecía.

Para la madrugada las cosas se habia apaciguado un poco, ella aún se quejaba de un fuerte dolor de cabeza, pero la fiebre habia cedido. Acaricié su rostro mientras velaba su sueño y quité el pelo que estorbaba en su cara. Fue entonces cuando lo vi. Un moretón en su mejilla de un rojo incandescente empezó a asomarse. Era consciente que no era visible ante los ojos humanos, pues su amiga ya lo habría notado.

Un demonio habia tenido contacto con ella. Uno muy poderoso. Me llené de ira, ¿quién se habia atrevido? Poco después, un miedo horrible viajó por todo mi cuerpo al darme cuenta, que esto solo era una advertencia, ella estaba en peligro.

***

Caminaba con paso seguro, ignorando las miradas curiosas de los Seres Celestiales que me encontraba en el pasillo. Los entendía, era sumamente raro ver al rey del tercer cielo aquí.

Toqué una enorme puerta de caoba y elegantes detalles en oro. Poco después, me dejaron pasar.

-¿Azrael? -Miguel me miró preocupado, pero mi atención viajó hasta la hermosísima mujer que tenía al lado.

Tenía un largo pelo marrón y ojos almendrados que me miraron con curiosidad. Una sonrisa que podría jurar que habia visto antes se posó en sus labios al darse cuenta como la miraba.

-¿Eres Azrael? -preguntó cuando, al parecer, unió algunos puntos en su cabeza. Asentí lentamente y con cautela. No estaba seguro de que ella haría con esa información.

Se acercó a mí y se empinó para lograr alcanzar mi cara y acariciarla.

-Qué guapo eres -soltó con toda sinceridad y sonrió ampliamente.

"Además, porque no lo vería, si es tan guapo"

Una de las primeras cosas que me dijo Ana llegó a mi memoria y todo encajó.

Era su madre.

-Dime, ¿qué haces aquí? ¿Pasó algo con Ana? -habia olvidado que Miguel estaba ahí y la cara de su madre al escucharlo ahora era de preocupación.

Simplemente, negué viéndolo y él entendió enseguida que no era bueno hablar delante de la mujer frente a mí.

-Ah, viniste por ese asunto -dijo tratando de fingir.

-Si -me limité.

-Amor, nos vemos en la casa, ¿sí? Tenemos que resolver unos asuntos importantes -ella asintió.

-Cuida mucho a mi pequeña por mí. Dale un montón de besos de mi parte y dile que la extraño mucho -asentí sonriéndole. Lo de los besos no sería un problema.

-Sin besos... -gruñó su padre y ella volteó a verlo mal. Él se tensó.

Incluso Miguel, el más poderoso de los ángeles, tenía a alguien a quien temía.

Por fin estuvimos solos y le expliqué todo lo que habia sucedido con Ana. Era entendible su enojó y ahora apretaba sus puños, dispuesto a iniciar una guerra.

-¿Quién crees que haya sido?

-No tengo idea y eso es lo que más me preocupa -asintió.

-Sea quien sea, lo encontraré y se arrepentirá de siquiera mirarla -gruñó y sentí sincera pena de quien pronto se enfrentaría con él.

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"Los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre."

Marcos 7:22-23

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora