Capítulo 4

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Azrael

Miraba incrédulo el llavero con un feo y llamativo oso blanco en mis manos. ¿Cómo era posible que alguien fuera tan confianzudo e inocente? Era la tercera vez que la veía y me había dado sin problemas las llaves de su casa. 

"Es muy ingenua", anoté.

Para mi sorpresa, la casa estaba impecable, nada que ver con la personalidad impulsiva y desbordante de la chica. Inspeccione el lugar como dueño por su casa confirmando que, en esencia, tenía todo lo que una humana pudiera necesitar para estar cómoda.

Salí de las habitaciones de huéspedes y me frené frente a la puerta del cuarto de Ana, la curiosidad me estaba comiendo vivo, pero sabía que era una línea que no debía cruzar.

-Solo será un vistazo, debo confirmar que tiene todo lo que necesita -espeté tratando de engañarme a mi mismo mientras movía la perilla de la puerta.

La habitación era bastante amplia, decorada en tenue colores pasteles, los muebles blancos estaban distribuidos de manera inteligente por todo el lugar y en el fondo, un enorme ventanal que daba una vista clara del bosque que empezaba a formarse a escasos kilómetros de la casa.

-¿Desde cuándo eres un pervertido? -la voz a mis espaldas logró asustarme. Gabriel estaba cruzado de brazos sentado en la cama de Ana.

-¿Qué haces aquí? -gruñí.

-Vine a revisar que no hicieras alguna estupidez -lo miré algo nervioso y salí de ahí, me siguió-. Azrael, ¿ahora que hiciste?

-Nada -fui hasta la cocina.

-Te conozco. ¡Suéltalo ya!

-Viviré un tiempo aqui con ella -lancé sin más.

-¿Qué? ¿Estas loco? ¿Por qué harías algo así?

-Es la única manera de saber cómo es que puede ver Seres Celestiales. ¿No te da curiosidad?

-No, la curiosidad es cosa de humanos y casi nunca deja nada bueno. Ya le has ayudado demasiado y ni siquiera sabes si es alguien que puede dañarnos.

-Ana no le haría daño ni a una mosca -empecé a buscar en la alacena opciones para cocinar.

-Solo vámonos, Azrael. Es obvio que esa chica puede cuidarse sola.

-¿Has cocinado alguna vez? -enarcó una ceja.

-¿Por qué haría algo así?

-Me dijo que cocinara algo rico, ¿qué es algo rico para los humanos? -rodó los ojos.

-Deja de jugar, vámonos.

-Gabriel, me voy a quedar aquí por un tiempo -lo mire serio-. No lo repetiré -suspiró y noté como sus hombros cayeron al suelo. Caminó hasta el refrigerador y empezó a revisarlo.

-A los humanos les encanta el pollo -espetó sin más opciones y sonreí, mi amigo siempre estaba a mi lado apoyándome incondicionalmente.

Las horas pasaban mucho más rápido que de costumbre y nosotros aún no lográbamos acabar siquiera un plato, nos sentamos cansados en el comedor después de quemar la última pieza de carne disponible.

-¿Cómo es que los humanos cocinan con tanta facilidad? -mi amigo se veía terriblemente frustrado, odiaba no poder terminar una tarea.

-¿Quienes son ustedes y qué mierda hacen aquí? -un chico detrás de nosotros nos miraba con la ceja enarcada.

-Tengo una pregunta aún mejor, ¿quién eres tú? -le lancé levantándome y justo cuando iba a contestarme una linda sonrisa iluminó todo el lugar.

-¡Marco, volviste! -sin hacerlo esperar, se abalanzó en sus brazos y él la recibió encantado con los brazos abiertos.

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora