Capítulo 12

53 9 3
                                    

Volteé a verlo y sonreí feliz.

-¡Gabriel! -lancé emocionada. Si bien, no era ciertamente la persona que esperaba, me alegraba sinceramente verlo.

Los hombres, por alguna razón, salieron corriendo de ahí al percatarse de su presencia.

-Ana, sé muy bien lo que intentas hacer y no va a funcionar -lanzó viéndome serio y deje de abrazarlo.

-¿Cómo estás? -espetó con más suavidad y empezó a caminar. Lo seguí sin pensarlo, ni loca me quedaría ahí.

-¿Tu, cómo estás? -repetí su pregunta y soltó una risita.

-Sobreviviendo -lanzó y asentí. Empecé a caminar de espaldas al camino que recorría para verlo de frente.

-¿Mucho trabajo? -él asintió mientras se aseguraba de que el camino en el que yo andaba de espaldas era seguro.

-Como siempre -espetó después y asentí de nuevo. Me volteé, ahora si, caminando como una persona normal.

-Ana... -lanzó después de un largo rato en silencio-. Dilo... -lo miré confundida-. ¿Qué quieres preguntarme en realidad?

-Nada en específico -mentí y sonrió. Me detuvo tomándome del brazo.

-Él está aún más gruñón que antes, grita todo el tiempo. La poca paciencia que tenía ya no existe -suspiró-. No sabe diluir sus emociones. Por temporadas cortas trabaja sin descansar, pero luego, no sale de su habitación en días.

-Sigue enojado conmigo, ¿Cierto? -pregunté mirando al suelo.

-¿Enojado? Bonita, él no está enojado, está triste.

-¿Triste? -asintió con seguridad-. Te extraña -mi corazón se alegró.

-¡Yo también lo extraño mucho! -sonrió y acarició mi cabeza.

-Él lo sabe, sabe todo de ti.

-¿Dónde está? Quiero verlo

-Para poder llevarte hasta donde está, tendría que matarte.

-¡Mátame! -arrugó su cara.

-¿Le tienes tan poco aprecio a la vida?

-No, pero sé que él no dejaría que me mates -lancé con una sonrisa coqueta y él negó divertido.

El silencio volvió por un par de minutos.

-¿El vendrá algún día?

-No lo sé, espero que no.

-¿Por qué?

-Nunca debieron conocerse, es un error.

-Pero yo quiero verlo... Tengo que verlo -me miró con pena.

-Quizá no puedes verlo físicamente, pero él está comunicándose contigo constantemente -acarició mis mejillas ya llenas de lágrimas-. Cuando llueve, por ejemplo, está triste, pensando en ti, fue un mal día y te extraña. Sin embargo, si el sol está brillante o hay cielo estrellado, te dice que se acordó de tu sonrisa, de tu risa. No importa en donde tú estés, él buscara la forma de estar contigo. Las cosas entre ustedes solo pueden funcionar de esa manera.

-Necesito verlo, por favor, al menos una vez -me arrodillé ante él y por fin solté todo lo que tenía guardado por dentro.

-Lo siento, Ana -dio un par de pasos hacia atrás y se marchó.

Sentí mi corazón quebrarse, ¿Por qué todo el dolor me había llegado tan de repente? Quizá, porque ahora no tenía esperanzas y el "hoy si vendrá" que me decía cada mañana ya no tendrá sentido.

El cielo estaba despejado, pero de repente, empezó a llover y mis lágrimas se mezclaron con la lluvia. Como si el no fuera capaz de verme llorar de esa manera.

***

-¿Me estás escuchando? -Samael gruñó a mi lado.

-Claro que si -rodó los ojos-. Ana, si no quieres hacer esto, ¿por qué me haces despertarme temprano un domingo? -estábamos en el parque calentando para empezar a correr.

-¿Te has enamorado alguna vez? -mi pregunta, lo agarró fuera de base y volvió su vista al frente. Negó.

-Claro que no... -espeté como reproche-. ¿Acaso no tienes sentimientos?

-Perdón por decepcionarte, pero a diferencia de ti, que tuviste a alguien que te enseñó lo que era el amor, que te abrazó cuando estabas triste, que te cuidó, yo no tuve a nadie, siempre me tuve a solo a mí, así que, perdón -sus palabras me habían tomado por sorpresa y solo vi a un niño solo y triste. Lo tomé del brazo cuando intento irse.

-Ya no estás solo, me tienes a mí -le sonreí y se quedó viéndome detalladamente.

-No sobrepasas mi pecho en altura, no eres una gran compañía que digamos -lo maté con la mirada-. Tengo una muñeca de silicona más grande que tu -lo mire con asco y empezó a correr cuando vio mis intenciones de castigarlo.

Media hora bastaron para darme cuenta de que físicamente era una anciana de ochenta años y ahora trataba de acomodarme de nuevo el corazón en el pecho mientras descansábamos en el césped.

-Ana -dijo llamando mi atención y lo miré-. Y tu, ¿te has enamorado? -suspiré profundamente y miré el lago que teníamos en frente.

-No lo sé, ¿que se sentirá estar enamorado? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para empezar a sentir cosas por alguien? -volví a verlo-. Todo es confuso cuando es la primera vez que sientes cosas especiales por alguien -asintió.

-Todo lo que sé del amor es todo lo que duele cuando acaba, ¿por qué darle tanto poder sobre ti a alguien?

-¿Por qué no? -pregunte.

-¿Por qué si? -contraatacó.

-Porque si alguien va a hacerte sentir cosas tan lindas y dolorosas, solo quieres que sea esa persona, supongo -chocamos miradas-. Es tan absurdo, que aunque incluso sepas como acabara, no dudarías en estar ahí, de nuevo, en el lugar donde se encontraron esa primera vez.

-Qué masoquista, yo paso -reí.

-No te preocupes, algún día, alguien va a derretir tu helado corazón -soltó una carcajada sarcástica.

-El día que eso pase, los suelos empezarán a dividirse -rodé los ojos y me levanté.

-Vamos, quiero un helado, lo merezco -se levantó.

-Solo mereces un vaso de agua por esa "corrida" de dos minutos -arrugué mi cara molesta y empezó a reír.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
Feliz San Valentín 💘

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora