Capítulo 13

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El tiempo pasaba lento para mí, sin embargo, avanzaba dolorosamente. Hoy era de esos días en los que simplemente no quería fingir estar bien. El corazón dolía, extrañaba a mi amigo, a ese gruñón que me protegía. Pensar en nuestro último encuentro me carcomía por dentro, ¿por qué yo había actuado de esa manera?

-Dios mío... -la rubia entro a mi habitación como siempre, sin avisar, y empezó a correr todas las cortinas y abrir las ventanas-. Párate de ahí, Ana -fingí estar dormida-. Ana... -suspiré y volteé molesta a verla.

-¿Qué? -gruñí.

-Párate, iremos al salón de belleza, de compras y luego, a un bar -volví a acomodarme sabiendo que nada de eso era algo que pasaría, al menos no hoy.

***

Me miré en el espejo y sonreí, nunca antes me había sentido más bonita. Camila me había convencido y ahora no me arrepentía, pues el destello de tonos rubios en mi cabello me encantaba. Moví mis ondas sin creer que mi pelo podría verse tan bien.

El vestido, por otro lado, era mucho más corto del que yo hubiera elegido antes, pero debía admitir que me quedaba bastante bien, pues moldeaba mi cuerpo de manera exquisita.

-¿Lista? -asentí con una sonrisa tímida y ella completó mi atuendo con un labial rojo mate.

El taxi nos dejó en la entrada del club, la cantidad de personas al entrar fue abrumadora. Nunca había estado entre tanta gente. La música hacía que las paredes retumbaran.

Encontramos un espacio libre cerca de la pista y nos apoderamos de él. Compramos un par de tragos y empezamos a disfrutar de la noche.

La rubia bailaba para mí, moviendo todo su cuerpo con sensualidad y yo no paraba de reír, tratando de seguirle el paso.

-Hola, guapas -un par de chicos se acercaron con una linda sonrisa pintada en los labios-. ¿Están solas? ¿Les molesta que las acompañemos? Llegamos tarde y ahora no tenemos mesa.

-Claro que no -mi amiga ya tenía los ojos puestos en uno de ellos-. Ella es Ana, yo me llamo Camila.

Sin perder tiempo, se acomodaron a nuestro lado, lo cual no nos incomodó, ya que eran muy amables y caballerosos.

-Es la primera vez de Ana en un club -el hombre a mi lado me miró con sorpresa.

-No es cierto... -dijo y le sonreí con inocencia como respuesta. Negó, como si ahora tuviera una nueva meta en la vida-. Vamos a la pista - intenté negarme con diversión, pero ninguno aceptó mi negativa.

Bailamos como si nadie nos estuviera viendo, de hecho, nadie lo hacía, y eso me daba la tranquilidad y seguridad de moverme a gusto.

Estábamos por volver a nuestra mesa cuando una corriente recorrió toda mi columna vertebral, él estaba aquí. Recorrí el lugar con la vista y luego de solo un par de segundos, por fin chocamos miradas. Me detuve abruptamente. Nos quedamos así, viéndonos, como si ninguno de los dos podía creer que estábamos tan cerca. Mis pies empezaron a moverse, yendo hasta él. Toqué su cara con suavidad y él cerró los ojos ante mi roce.

Por primera vez, el primero en abrazarme fue él, quien me tomo por la cintura acercándome más a él. Las lágrimas no tardaron en salir y le regalé esa sonrisa que solo guardaba para él. Él me devolvió el gesto y poco después, acaricio mi rostro con delicadeza, como si lo repasara con detalle, como si quisiera descubrir alguna cosa nueva en él.

Azrael

Estaba cerca de su casa, como cada noche, religiosamente. Me limitaba con ver su silueta a través de la ventana y usaba mis dones para escucharla a pesar de la distancia.

-¿Lista? -oí a su compañera. Poco después, las vi salir por la puerta. Hice que el mundo terrenal se detuviera.

En todo este tiempo separados no me había arriesgado tanto, no me había acercado tanto, pero esta vez, había sido imposible controlarme. Estaba dispuesto a arriesgarlo todo.

-¿Cómo es que has crecido tanto, pequeña? -susurré mientras la veía con detalle.

Hice que todo volviera a seguir su curso cuando volví a ocultarme. Las seguí hasta su destino.

¿Un bar?

Todo lo que tenía que ver con eso me intranquilizaba. Me oculté ante los ojos humanos y entré detrás de ellas aprovechando la cantidad de personas en el lugar.

Mi niña la estaba pasando bien, esta noche, no lloraba.

Estaba por irme cuando el par de hombres se acercaron a su mesa, no vi en ellos nada malo. Definitivamente, eran buenas personas. En la oscuridad, en el anonimato, la veía reír de nuevo, disfrutar de su vida, quizá, olvidándome.

Era consciente que así deberían ser las cosas, pero no soporté verla sonreírle así a alguien más. Di unos cuantos hacia ella.

-Mírame, por favor, mírame -susurré, como si fuera una plegaria desesperada.

Nuestras miradas chocaron por primera vez en mucho tiempo, mis oraciones había sido escuchadas. Caminó hasta mí con la misma velocidad de siempre, como si su cuerpo la obligara a estar cerca de mí. Como un par de imanes destinados a unirse con fuerza.

Tocó mi cara confirmando que era yo, su perfume natural me envolvió. Mis brazos por inercia la envolvieron y me sonrió. No quedó en mí una sola pena, con ese simple gesto ella había curado todas mis heridas. Le regalé una sonrisa que no le había dado a nadie.

La tomé de las manos yendo hasta afuera y ella se dejó ir, como quien va camino al cielo. La cargué y mis alas se extendieron, era celoso del momento que estábamos por tener y no quería compartirla con nadie.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

¡Hello! Cuenten, ¿Que hicieron hoy? (:



La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora