Capítulo 42

31 2 3
                                    

Azrael

-¿Cómo que no está? -pregunté mirando a mi amigo, quien ahora hiperventilaba.

-Los ángeles que la resguardaban vinieron a avisarme, no pueden encontrarla en ningún lugar, nadie la vio salir del hospital. Es como si se hubiera esfumado -solté un suspiro ahogado, como si tratara de darle una salida de escape al dolor que solo crecía en mi pecho.

-¿Qué tienes? -preguntó. Él me conocía bien y sabía que aparte de la noticia que me acababa de dar, algo me estaba afectando físicamente.

Me recompuse ignorando su pregunta y fui hacia la salida. Tenía que encontrarla y sabía que nadie más que yo podría hacerlo para este punto.

Justo cuando iba a descender a la tierra, mi suegro apareció ante mis ojos. Su aspecto no era muy diferente al mío. Nos miramos, ambos respirábamos con la misma dificultad.

-No está... -gruñó-. Mi hija no está, Azrael y mi pecho se quiere desprender de mi cuerpo, ¿puedes sentir lo mismo? -lanzó todo junto y asentí lentamente-. ¡Cielo santo! ¿Dónde la han de tener como para que sintamos ahora este dolor tan insoportable?

No dije nada.

Tratamos de recomponernos un poco y fuimos al primer lugar que se nos vino a la cabeza, era obvio que mi chica no estaba en el mundo terrenal e imaginábamos quién era el posible responsable de todo esto.

Al llegar a la entrada de nuestro destino, vimos a alguien intentando levantarse del suelo con dificultad, no se veía en nada, diferente a nosotros. Nos miró con desprecio.

-¿Dónde está? -lanzamos los tres al mismo tiempo y nos tensamos. Lucifer se levantó por fin y se acercó a nosotros.

En otras circunstancias no hubiera creído en nada de lo que saliera de su boca, pero la forma en la que su cara se desencajó al darse cuenta de que, en efecto, mi esposa estaba en peligro, era imposible de ocultar en él.

-¿Sienten...? -soltó sin aliento y llevó su mano a su pecho cuando no pudo decir más. Ambos asentimos.

-¿Dónde mierda está? -lanzó después y se recompuso, quizá, sacando fuerzas de la preocupación que emanaba su cuerpo, justo igual que nosotros.

En un intento estúpido de encontrarla, nos dirigimos hasta el hospital y nos dividimos para buscar alguna pista que nos indicará donde pudiera estar, pero luego de solo unos minutos los vi en la salida. Ninguno había obtenido ninguna información nueva.

-¿Cómo es que nadie vio nada? -escupió mi suegro ya perdiendo la poca cordura que le quedaba.

-Una de sus compañeras me dijo que fue a buscar algo y nunca volvió -dije, era lo único que había logrado.

-¿A qué hora? -preguntó Samael y lo miré confundido. Aún no me acostumbraba a verlo en mi equipo, trabajando por un mismo fin-. ¿Cuándo fue la última vez que la vieron?

-Dijo que eran pasadas las dos de la madrugada, estaba por empezar sus rondas nocturnas -sus hombros cayeron al suelo. Palideció, de una manera que nunca había visto al diablo.

-¡Maldita sea! -sus alas fueron visibles. Lo miramos, el ser ahora tenía una información que nosotros no.

-¿Qué? -espetó mi suegro.

-Bael... -dijo por fin. Todo mi cuerpo se estremeció-. Si eran las tres de la madrugada, fue él. Es la hora en donde es más fuerte.

Mi paciencia había acabado.

Sin pensarlo dos veces lo tomé por el cuello llevándolo a un lugar más apartando.

-Quiero que me digas ahora mismo, ¿Por qué? ¿Por qué rayos uno de tus demonios tiene a mi esposa? -yo evidentemente había tomado al hombre por sorpresa, pues se suponía que ahora trabajábamos equipo.

Hizo que lo soltara y me mató con la mirada.

Suspiró.

-Por años, él ha estado buscando la forma de quitarme el trono... - enarqué una de mis cejas incrédulo.

-¿Qué? -gruñí.

-Él cree que no lo sé -soltó con amargura-. Él cree... que puede hacer algo en mi reino sin que yo me entere.

El diablo estaba evidentemente herido y no era para menos. Yo sabía bien que ese era su demonio de confianza. Bael, fue el primero dispuesto a descender junto a él cuándo nuestro padre lo desterró, sin embargo, ahora amenazaba con traicionarlo.

-¡Maldición! ¡Todo esto es mi culpa! Había estado dándole tiempo para que se reivindique, para que olvidara ese estúpido plan. Nunca pensé que llegaría tan lejos.

Lo vi y de repente sus ojos estaban rojo fuego. Me separé de él o probablemente me lastimaría sin siquiera saberlo. Todo su cuerpo empezó a romperse y poco después, vi como su transformación estuvo completa.

No recordaba la última vez que lo veía así, en su forma natural.

-Creo que se olvidó que yo, soy y seré, el único Rey del infierno -gruñó. Incluso su voz ahora era diferente.

Ana

¿Cuánto había pasado? Estaba segura de que el tiempo aquí corría de manera diferente, todo iba más rápido, quizá, yo solo me estaba volviendo loca.

La señora Letty me veía con una sonrisa nostálgica, pues desde que tuve algo de fuerzas y mi cuerpo se acostumbró al lugar inhóspito en el que estaba, había estado intentado teletransportarme hasta mi casa como tantas veces lo había hecho desde el hospital. Nada funcionaba.

Ya desesperada y buscando formas más drásticas y posiblemente más efectivas, subí sobre el desayunador con intenciones de saltar, pero unas manos tibias interrumpieron mis planes.

-¿Tú qué mierda crees que haces? -gruñó bajándome con cuidado. Temblé ante su tacto y me soltó de inmediato.

-¡Quiero irme de aquí! -grité ya cansada. Yo ya no le temía. El hombre rodó los ojos, lo que hizo que mi enojo fuera en aumento-. No sé cómo ni cuando, pero créeme, buscaré la forma de salir de este infierno -enarcó uno de sus ojos.

-Nena, pudiste haber escapado desde hace mucho, pudiste, de hecho, hacerle saber a tu esposo o a Samael que estabas aquí, desde hace mucho -sonrió con sarcasmo-. Tú en serio no sabes quién es tu padre, ¿no? -negó con diversión como si se respondiera a sí mismo.

-Chica, eres hija del Arcángel Miguel, el guerrero y mano derecha del mismísimo creador, ¿qué te hace pensar que un simple desterrado como yo puede detenerte? ¿Acaso no sabes todo lo que hay en ti de él? -continuó-. Humanos... se limitan tanto.

-¿Por qué me dices todo eso? -escupí cuando mi boca se unió con mi cerebro de nuevo-. ¿Es otro de tus engaños?

-Solo odio cuando los seres no usan toda su capacidad y se limitan, estás haciendo exactamente lo mismo que Lucifer -lanzó con decepción-. Yo solo espero, que esa pequeña cosa que llevas dentro sea mucho más inteligente que tú -dijo después apuntando hacia mi estómago y se desvaneció ante mis ojos sin más.

Cada vello de mi cuerpo se erizó, mi cuerpo tembló.

Yo... ¿Estaba embarazada?

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

"Tu ángel no puede protegerte de aquello no fue hecho ni por Dios ni por el diablo"

Cassandra Clare.

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora