Capítulo 28

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Azrael

El hombre miraba la caja con el anillo sin dar crédito. Por otro lado, la mujer que nos acompañaba saltaba de alegría y aplaudía feliz. Prefería concentrarme en esa reacción.

-¿Vienes a pedirme la mano de mi hija con el anillo ya comprado? -gruñó por fin.

-¡El anillo está hermoso! ¿Puedo? -preguntó la copia madura de mi chica y asentí con una sonrisa. Lo tomó en las manos y lo miró con detalle. Su esposo la miró mal.

-¿Qué? -le gruñó al darse cuenta en como la estaba viendo y él hundió sus hombros dándose por vencido-. Sé que serán muy felices, Azrael. ¿Cuándo se lo piensas pedir?

-En su fiesta de cumpleaños -el hombre me miró con sorpresa.

-¡Eso es en menos de una semana, Azrael! -el padre de la homenajeada no compartía la misma felicidad que todos los demás en la habitación.

-¡Sí! ¡Es la fecha perfecta! Estaré ahí -me abrazó emocionada.

-No, es muy pronto. Aún es muy joven -el hombre lanzó con seguridad y se levantó de donde estaba, yendo de vuelta a su escritorio, dando por terminada nuestra conversación. Me tensé. No pensaba irme de aquí sin su aprobación.

-Miguel... -le advirtió su esposa y mi superior no dio un paso más-. ¿Te tengo que acordar que edad tenía cuando me pediste matrimonio? Ni siquiera habías ido a hablar con mi madre -el hombre volteó a verla de mala gana-. El chico vino aquí y está haciendo las cosas bien, no merece que lo trates de esa manera -el ángel suspiró viéndome mal como si yo fuera el responsable de todos sus problemas. Quizá sí lo era.

-Ahora, piénsalo de nuevo, amor -él cambió repentino de voz en la mujer me hizo sonreír-. ¿Puede o no casarse con nuestra hija?

Pegó una rabieta, pero al chocar los ojos con ella se tensó. Resopló.

-Sí... -lanzó por fin en voz baja. Ella soltó un chillido de felicidad ante la respuesta de su esposo, fingiendo que no había sido ella misma quien había tomado la decisión en realidad.

Mi corazón se rebosó de alegría. Moría por descender a la tierra y correr a decírselo a mi niña sin esperar un día más.

Lamentablemente, debía preparar todo, debía esperar un par de dias más.

***

Ana

Aún no salíamos de casa, pero desde ya, este había sido mi celebración de cumpleaños favorita.

No podía dejar de ver el hermoso anillo que ahora descansaba en mi dedo, pues la inmaculada piedra de ópalo azul claro traslucía sobre mi rostro. Estaba feliz, sentía que ahora llevaba a mi futuro esposo siempre conmigo, pues la roca en mi mano tenía el mismo color único de sus ojos.

-Estás bellísima... -me volteé al escucharlo y pensé exactamente lo mismo de él.

-Ese traje lo hicieron sobre ti, ¿Cierto? -pregunté abrazándolo por el cuello.

-Tomaré eso como una aprobación a mi atuendo de hoy -le sonreí y me besó suavemente.

Yo llevaba el lindo vestido beige que él había elegido para la ocasión, el cual, me quedaba perfecto. Se sujetaba a mi cuello, haciendo que la mitad de mi espalda esté completamente desnuda.

-No calculé que te quedara tan escotado -lanzó regañándose a él mismo. A mí me encantaba.

-Pues es sexy, me gusta mucho. Gracias amor -me miró unos segundos como si estuviera tomando una decisión, pero poco después cedió antes mis encantos y llenó mi cara de besos.

Fuimos hasta el lugar donde celebraríamos, estaba emocionada al ver el lugar. Un lindo restaurante al borde de una montaña. Me encantaba saber lo mucho que Azrael me conocía, era fan de las vistas de ese tipo.

Nuestro mesero nos llevó hasta la segunda planta, donde ya nos esperaba un par de personas.

Nos fuimos acercando y por fin vi a Miguel, le sonreí gratamente. Me habían tomado por sorpresa el darme cuenta de que hoy no estaríamos solos. Mi vista, instintivamente, viajó hasta la mujer que tenía al lado, me detuve en seco. Nuestras miradas chocaron por primera vez y ella me miró con confusión.

Yo solté la mano de Azrael y caminé con paso seguro hasta la persona que acompañaba a mi padre. Me detuve frente a ella, ella me miraba con cautela, como quien está en un trance. Acaricié su cara, su cuerpo, quizá la que estaba en un trance era yo, quizá, ¿estaba soñando?

-¿Mamá? -lancé en un hilo de voz, como si no quisiera una respuesta negativa ante mi pregunta. El sollozo ahogado que lanzó fue la mejor respuesta.

Al mismo tiempo, nuestras manos fueron a nuestras respectivas bocas por la sorpresiva escena ante nuestros ojos.

La abracé con fuerza, temiendo que fuera a esfumarse de repente. Ella hizo lo mismo y por fin me meció en su pecho después de tantos años, después de rezar tanto por este momento.

-¡Mamá! -la apretaba con fuerza. Yo ahora volvía a ser una niña de siete años que necesitaba a su madre. No parábamos de llorar. Ella limpiaba mi cara inútilmente, no podía creer que por fin la tenía de frente.

-Mi niña, por Dios. ¡Puedes verme! -ella estaba igual o quizá aún más feliz que yo ante ese hecho.

Nos sentamos una al lado de la otra después de un rato. Los hombres que antes nos acompañaban ya no estaban ahí. Sabían que necesitaríamos este tiempo a solas.

-No sabes como te he extrañado, mamá -no la soltaba, no paraba de besar todo su rostro con amor.

-No tanto como yo a ti, mi vida, mi muñeca -me abrazó de nuevo y acariciaba mi cuerpo como lo hacía cuando era una pequeña niña.

Miguel

Mirábamos la escena desde lejos. Mi corazón estaba lo que va después de feliz. Ver a las personas que más amaba de nuevo juntas, completamente felices, era la mayor de las bendiciones.

Agradecí en silencio a mi padre por permitirlo.

Salí de mi burbuja por un momento y vi una sonrisa de sincera felicidad en la cara de Azrael. Era consciente de que el chico a mi lado compartía el regocijo de todos, sin embargo, sabía muy bien que ahora también le invadía la preocupación. A mi también.

Para bien o para mal, las especulaciones de Gabriel eran ciertas. Cada siete años, mi hija saltaba un escalón, siendo cada vez menos mortal y más ángel.

¿En qué se estaba convirtiendo?

¿Qué tan poderosa seria?

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

El número 7 tiene una simbología marcada en la Biblia. Significa aquello que es o llegará a ser perfecto y pleno. Por ejemplo, podemos verlo cuando Pedro le pregunta a Jesús cuántas veces podía perdonar a alguien, y la respuesta de Jesús fue : "hasta 7 veces, y sino 77 veces", dejando claro que la idea era perdonar siempre. El número 7 está relacionado con aquello que tiene pureza. Sin duda, es un número especial.

Fuente: Significado bíblico.

La mujer de la Parca (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora