XVIII

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Desperté con dos mensajes tuyos, Sicofante, ¿qué esperas que sienta? ¿Qué esperas que haga?

Los miré, una y otra vez, hasta que finalmente tomé el valor de entrar.
Leí tu chat; los viejos mensajes seguían en su lugar.

Lo único que mandaste fue la lista de tus compras, creyendo que mi chat ya no servía. Sicofante, qué poco me conocías, te hubieras dado cuenta de que yo jamás, pero jamás, sería capaz de bloquearte.

Muy digno de ti,
creer que yo soy igual a las demás,
muy digno de ti,
pensar que habías logrado tu objetivo final.
Pero aquí estoy, leyendo una lista fría y mecánica, una lista que no tiene nada de ti, nada de nosotros.

Sicofante, en el escenario de tu indiferencia, me relegaste al papel de la olvidada, pero aún respiro, aún siento, y no, no soy una más en tu colección de despedidas. Soy la que queda, la que duele, la que aún espera palabras que no sean solo el eco de tu ausencia.

 Soy la que queda, la que duele, la que aún espera palabras que no sean solo el eco de tu ausencia

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