XXIV

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"Eres muy joven para fumar", decías. 

Lo era, Sicofante. Era joven para todo:
joven para el amor,
para los besos,
para el tacto,
para tus ojos.
Fui joven para todo.

Me viste crecer, me viste como una presa fácil. Enredaste tus dedos en mi nuca y apretaste. Me llevaste a todos lados como una mascota. Me brindaste tu amistad, para un día decidir que no querías más y que necesitabas el combo completo. La primera vez que me besaste fue mágico; no puedo olvidarlo porque tu habilidad para hacerlo especial es admirable.

Subiste las manos por mis brazos, erizaste mis vellos corporales.
Me obligaste a sentir más,
aceleraste mi corazón. Lo escuchaste latir cuando tu mano tocó mi pecho,
y con fuerza me atravesaste, lo arrancaste de su lugar.
Cortaste la vena cava y lo desconectaste del tronco braquiocefálico.

Lo apretaste en tus manos, sonreíste como un desquiciado.
Era tuyo, después de tanto tiempo.
Te pertenecía,
y no te bastó robarlo, querías tragártelo.
En cada mordida dejaba de ser mío.
La sangre chorrea gotas de tinta,
palabras que habían sido usadas para atraparme.
Mis primeros libros estaban ahí,
mis sueños e ilusiones, todo quedó en tu boca,
y luego en tu abdomen.

Sicofante, me asesinaste en vida,
mucho antes de pedirme que sea tu novia,
y aun así nunca te sentiste en paz.

Sicofante, me asesinaste en vida,  mucho antes de pedirme que sea tu novia,  y aun así nunca te sentiste en paz

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