Sicofante, abriste heridas que ya estaban cerradas,
me enseñaste que el amor era sinónimo de destrucción
y que mi belleza no me hacía especial,
me hacía ingenua.
Sicofante,
no eres como los demás,
nadie se hubiera atrevido a tanto,
fuiste una extens...
Recuerdo aquel día que me invitaste al campo, adelantándonos a las vacaciones prometidas, diciendo que ansiabas más intimidad. Nuestro hogar, y lo llamo nuestro porque tus pertenencias lo inundaban, ya no nos brindaba refugio; nuestras madres, insistentes, golpeaban la puerta.
Me revelaste esa propiedad adquirida antes de nuestro encuentro, decorada con tu esencia pero salpicada con detalles de mi agrado. Azucenas adornaban cada rincón... ¿Habías planeado esto con antelación, sicofante?
¡Qué ingenuidad la mía! Esa casa era un museo, un compendio de objetos, tesoros perdidos, y ecos de las almas que antes cautivaste.
Descorchaste una botella de vino, y con ella, mi curiosidad. Hiciste alarde de la cosecha familiar mientras observabas mi degustación.
Sicofante, mereces estar tras las rejas, es una pena que fracturar un corazón no figure en el código penal. Merecerías cadena perpetua por mostrarme un mundo solo para desmoronarlo ante mí.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.