Sicofante, abriste heridas que ya estaban cerradas,
me enseñaste que el amor era sinónimo de destrucción
y que mi belleza no me hacía especial,
me hacía ingenua.
Sicofante,
no eres como los demás,
nadie se hubiera atrevido a tanto,
fuiste una extens...
¿Cómo te conocí? ¿Cómo fue que permití que tus ojos almendrados me atraparan? Me sujetaste la mano con tanta fuerza que pensé que jamás ibas a soltarme, y que en tus brazos siempre estaría en paz.
Besaste mis labios de una forma única, con sincronicidad, suavidad y persistencia.
Tonta de mí que no me di cuenta de que, en medio de cada beso, tus ojos nunca se cerraron y admiraban con deseo la presa que tenían en sus labios.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.