XXXV

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Los días parecen menos alegres,
sufro de dolor de cabeza,
con los ojos hinchados de llorar tanto,
la boca seca por los cigarrillos que fumo,
y un vacío en mi pecho, oscuro, sangrando soledad a borbotones.

En mi mente resuena una pequeña voz,
que murmura palabras,
que me empuja a escribirte,
a rogarte que vuelvas,
sueños que se escapan por el rabillo del ojo,
en mi cuello llevo la huella de tus besos,
y en la espalda, las cicatrices de tus caricias.

Estoy inundada de recuerdos,
de momentos,
de situaciones,
de personas,
pero al mismo tiempo no tengo nada,
me falta tu tacto,
tu voz,
tu presencia,
y tu amor.

Me encuentro abandonada, recogiendo los fragmentos rotos,
de lo que alguna vez existió,
recogiendo en cada paso por la cocina,
una anécdota distinta.

No he ido a trabajar, no asistí a las cenas familiares,
huyo de los funerales, porque ya vivo en uno,
no prendo la televisión, por miedo a que algo evoque tu nombre,
y me haga caer.

No abro la alacena de las tazas, opto por los vasos,
evito el color naranja y la ropa llamativa,
sicofante, regálame un poco de ti,
para poder sentir que aún estoy viva.

Y no solo existiendo.

Y no solo existiendo

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