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N/A: en términos de soportar....
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Poco a poco solo quedaban horas para que llegará el día sábado.

Si se concentraba podía rendir lo suficiente en el entrenamiento y recibir comentarios satisfactorios de su progreso.

Necesitaba descansar. Y lo sucedido esta tarde no ayudaba.

Había dejado a Guillermo aún con lágrimas, diciéndole que tenía que dormir para relajarse y descansar su cuerpo.

Ya había pasado cerca de una hora y no lograba quedarse dormido. Se giró al lado derecho y se aferró de una camisa.
Esa camisa. Prometió que estaría en su colección de objetos, junto con otras camisas que le obsequiaron el resto de compañeros o rivales en anteriores partidos.
La veía planchada, pulcra y enmarcada en el centro de todas, exponiendola con orgullo en su casa en México.

Pero no, todo este tiempo ha estado con él, oculta en la funda de la almohada por el resto del día; abrazándola por las noches por la sencilla razón de que esa camisa es de Guillermo Ochoa.

La camiseta conserva con fuerza el aroma de Guillermo y por esa razón, no la puede dejar porque lo relaja, lo hace dormir inmediatamente y despertar con las ganas de seguir el día a día.
Un objeto material que le hace imaginar a Memo diciéndole las frases más reconfortantes para no rendirse.

Todo este tiempo la ha estado abrazando por las noches, para sentirse arropado. Es el único aroma que percibe a la perfección y que no necesita de ningún otro o al menos no ahora.

Sus ojos se cierran y por fin parece hacer el efecto de caer en los brazos de morfeo.

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Estaba casi por cumplir los once años y aún no salían los resultados de su casta. Su padre era muy obsesivo con ese tema.
Todos sus hijos eran alfas y cuando él más pequeño le habló sobre su sueño de ser el mejor fútbolista de México, esa idea se convirtió en otra ambición y pronto una obsesión.

De solo imaginarlo... Un hijo, alfa como su padre que entrará a un club reconocido en México, ser reconocido por la afición y ser el elegido como candidato para seguir una carrera en Europa.
Ganando euros por sueldo. Sus ojos brillaron al imaginar la cantidad de dinero que podría obtener de ello. Pero no si Hirving resultaba ser un omega.

Para él las omegas solo sirven para procrear, cuidar de los hijos y su casa; los omegas solo son un un error más de la sociedad. Y temía que su hijo fuera un omega.
Toda la gente se había vuelto flexible al incluir omegas en cualquier circunstancia social para quedar bien moral o éticamente y en el caso del fútbol no fue la excepción, eso y gracias a la lucha de muchos omegas quienes reclamaron por igualdad al demostrar destreza dentro del campo de juego; muchos clubes, la FIFA misma y el mundo empezaban a incluirlos lo cual era decepcionante desde su punto de vista.
Unos omegas luchando por querer participar al lado de alfas y betas, no más discriminación.

Si Hirving resultaba ser un omega lo haría olvidarse de ese sueño, lo exiliaria, lo rechazaría como hijo; le daría tanta vergüenza si quiera salir a la calle con un omega varón.

De irse a esos extremos le hacía volver a pensar en el fútbol.
¿Por qué querrían un estúpido omega débil en un equipo?

Pero la pregunta que más lo hacía enloquecer:
¿Por qué los resultados de su hijo aún salían sin respuesta?

No ayudaba que Hirving fuera más pequeño que el resto de sus hijos, cada vez eran evidente que no iba a ser igual de alto que sus hermanos y además era tan lánguido.

Entonces iba a confiar en su genética y darle una oportunidad.

Empezó a buscar contactos para que se interesaran en su hijo. Llevaba gente para que vieran los partidos en su club de la escuela.
Todos se mostraban interesados en el muchacho, una joven promesa, un gran delantero que podría sobresalir en alguno de los tantos clubes en México.

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