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Lo cierto es que a esta hora debería estar durmiendo en su habitación, son cerca de la una de la madrugada y está en el sofá, teniendo un sueño que no se ve. Luego de lo sucedido el lunes y martes no debería estar a la ligera como un ave nocturna pero Guillermo no contestaba sus llamadas.

No quería empezar a armarse historias en la cabeza y por ello se quedaba dormido por cortos lapsos de tiempo sin embargo lo despierta la duda.

Ni siquiera se había tomado la molestia de recoger y ocultar todos los arreglos en la mesa.
Y en medio de una última llamada su cabeza cae sobre el respaldo del sofá donde finalmente se queda dormido, con la boca abierta.

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Varios de sus compañeros están a un lado de él, rodeándolo, están gritando otra vez; habían perdido la cuenta de cuántas veces llevaban brindando su victoria pero cada vez que lo hacían de nuevo la emoción crecía más precisamente por el alcohol dominando sus sistemas.

La herida de la marca como la de su dedo índice fácilmente lo tentaron a rechazar la invitación; de cualquier modo, no quería quedar mal, con sus compañeros, con el director técnico y tantos otros factores externos.

Menos mal el dolor punzante había parado.

Así, mientras iba avanzando la noche donde estos escenarios son aprovechados para que las conversaciones se vuelvan más personales, no siendo conscientes del pudor; de todos modos, la gran mayoría no iba a recordar nada al día siguiente porque algunos estaban bebiendo como si aquello fuera agua.

Guillermo ya no tenía idea de cuánto había tomado. Solo sabe que sus mejillas están calientes. Su lado racional le insistía en dejar de beber porque ya estaba viendo borroso.

—¿Y qué te pasó en el dedo? —Pregunta Candreva. Ochoa se mira el dedo índice que había cubierto con una bandita.

—Una pequeña cortada —Dice subiendo los hombros.

—Con razón llegaba un olor a sangre, pero fue demasiado como para que haya sido una pequeña cortada... —El italiano curiosea el dedo herido del mexicano, no se ve ni una pizca de sangre y le resulta extraño.

—Es que... —Su lado sobrio le pide de favor que no ventile cosas de las que se puede arrepentir. Esa cortada en el dedo quedó como una buena excusa, pero, ¿qué hubiera pasado si no la tuviera? ¿Todos se darían cuenta que tenía vendajes llenos de sangre? —Había una rosa en el locker y quería quitarla...

—¿Una rosa? —Interroga ahora Lovato.

—Sí... La tomé por descuido y...

—¿Algún admirador? —Pregunta con tono festivo Bronn al ver que los otros jugadores que están en lo suyo levantan sus vasos.

—Si así fuera, debería ser alguien del equipo... O del contrario, solo digo —Comenta uno de los más jóvenes, Lervolino. —¿Y quién sería? —Mira todos con el ceño fruncido, buscando al "culpable". Nadie de ahí podría negar la belleza del omega mexicano. —Un omega tan lindo como Ochoa no pude andar por ahí sin un alfa así que, quien le haya dado las flores... Este es un buen momento para confesarse.

—¿Cómo vas a saber sí es alguien de aquí o del equipo contrario? —Llega Sepe a juntarse con ellos y pedir otra ronda.

—Pero ya tengo a alguien —Habla abruptamente el de rizos interrumpiéndolo y soltando un puchero. Quería verse molesto, pero solo resultó causar ternura en los que aún tenían una lucidez considerable.

—¿Quién es?

En cuanto aterriza la pregunta su cerebro arroja imágenes de Hirving, aquel alfa que le había robado el aliento desde hace mucho, del que tanto anhelaba. En este momento, viviendo con él lo tenía tan cerca y a la vez tan lejos.
Intentos en vano solo para escuchar de su boca la insistencia de un amor no correspondido.

¿por qué no puedes ver?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora