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Hirving se desplazó rápidamente por la entrada tratando de llegar hasta el lugar donde le dijo a Guillermo que estaría viéndolo.
Listo para hacer señales con sus brazos, hacerle ver su presencia y apoyo para que dejará de transferir sensación de ansiedad que lo tiene rascándose por todos lados como si tuviera pulgas.

En la cancha, corren los primeros minutos del partido y los jugadores ya se encuentran dispersos siguiendo el balón, cuando enfocó la vista en el arco de la Salernitana, Guillermo no estaba ahí.

Frunció el ceño, una expresión de incredulidad ante el escenario. Luigi Sepe estaba en el arco y que ese alfa estuviera justo donde debería estar su Memo no significaba algo bueno; gracias a su intuición intrusiva llegó a sospechar la posibilidad sobre la pelea que él mismo desencadenó le hubiera costado la titularidad a Guillermo.

Bajó unos escalones de las gradas para estar lo más cercano a la cancha si es que se podía plantear así y trató de asomarse entre las bancas donde estaba el equipo granate y por ningún lado podía ver aquellos característicos rizos.

Debería ser capaz de saber dónde está, sin embargo con todo el barullo de los hinchas no puede concentrarse y no puede evitar echarse la culpa a sí mismo, como si el haber abusado de los supresores tuviera algo que ver.
Su corazón se aceleró y se siente un reverendo idiota mientras la impotencia se aprovecha de su cuerpo dejándolo ahí varado y echando raíces en el suelo sin saber qué hacer, pensar, qué suponer.

Con el rabillo del ojo derecho puede confirmar un par de miradas sobre su hombro. Lo observan un par de personas, más que reconocerlo parecen juzgarlo con la mirada y de pronto se siente fuera de lugar. Trata de buscar algún desperfecto en su apariencia y al no encontrar nada piensa, luce pálido por las circunstancias. 
Se da cuenta luego de un rato, y no. Físicamente no había nada raro en él, más bien se trataba de su aroma de lavanda dispersándose.

Logró identificar la casta de los que lo miraban, siendo alfas acompañados de sus parejas y familias omegas o betas. 
Encontrado innecesaria la molestia de esos hombres, no está buscando un omega pues ya lo tiene, sin embargo le resulta curioso qué su aroma está siendo un tanto abrumador y quizás un poco irritable a la perspectiva de los demás.

Sus pies poco a poco se despegan del suelo y corre dirigiéndose al pasillo cerca de donde se había despedido de Guillermo, pero yace clausurado, ni siquiera hay un guardia al que pueda recurrir.

Y sigue corriendo, no va a rendirse tan fácil pues debe encontrar a su amado.
Ya no puede más y saca su celular.

«Hirving, ¿dónde está Memito? 😭»

Hizo a un lado la notificación del mensaje de Diego y buscó su chat con Guillermo, preguntando donde estaba.
No pasa ni un segundo y se vuelve la persona más impaciente del mundo, no es suficiente con un mensaje por lo tanto lo llamó de inmediato. 

Una, dos, tres veces. 
Y… ninguna contestó.

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Guillermo aún sigue siendo inmovilizado y tampoco es como si él intentará hacer algo, las palabras han entrado en su mente de forma peligrosa, el miedo recorre su piel y el trance por su celo tampoco ayuda a la situación.

«¿Y si es verdad?» se cuestionó entre sí totalmente aterrado.

¿Por qué tenían que aparecer cartas de un extraño y luego escuchó de la boca de Hirving que solía escribir cartas? Sin olvidar, la extraña reacción que tuvo, evitando el tema justo como había dicho el italiano.

Trata de hacer memoria sobre dónde estaba Hirving después de sus entrenamientos antes de que fueran pareja, pero todo recuerdo es nebuloso y está nervioso como para rememorar con exactitud.

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