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Y en esta ocasión, Guillermo toma la mano de Hirving.

Ahora corren con dirección al auto. ¿Para qué? Si de todos modos ya tenían el cabello empapado al igual que su chamarra y probablemente su ropa también.

Después del sonido de las puertas cerrándose todo dentro es silencio.
Las gotas de lluvia golpean sobre el auto.

Todo el recorrido estaba siendo tan silencioso. No uno incómodo más bien uno donde dos personas no tienen idea de con que palabras empezar una conversación después de haberse comido la boca siendo amigos.

En un alto Hirving vuelve a pelearse con los botones, tratando de encender la calefacción.

Guillermo está de brazos cruzados tiritando por la ropa mojada y fría. Extiende su mano para presionar otro botón y por fin el aire caliente sale.
Quería decir algo sobre lo ocurrido sin embargo solo mordió su labio inferior.
Muchos pensamientos en su cabeza y decide que es mejor no decir nada pues Hirving está conduciendo y ya debe ser suficiente con lo que él está lidiando en su cabeza además de poner atención al camino y seguir las indicaciones del mapa en el celular para llegar al departamento.

Ya una vez llegando, solo los faroles alumbraban el estacionamiento todo lo demás ya parecía quieto y a obscuras con mitad de los vecinos ya durmiendo a este punto.

Ambos parecen un par de pingüinos, por su caminar, marchando hacia la puerta.

Hogar, dulce hogar. Lozano enciende la luz, de inmediato se quita la chamarra y la deja en el perchero y desaparece de la sala.
Detrás, Guillermo se asegura de cerrar la puerta y repetir la acción que hace el menor, quedándose con el peluche en sus manos el cual también está mojado.

Hirving regresa con unas toallas y le entrega una al de rizos quien en automático le agradece, ya no están mirándose a los ojos como hace un rato. En lo que se seca el cabello, trata de buscar la mirada del más bajo para que la disculpa que está a punto de arrojar suene real pero no la encuentra.

—L-lo siento —Por fin se atreve a decir y es consciente de lo nervioso en su tono de voz. Rápidamente busca concentrar su mirada en otra cosa y observa el peluche de caballito de mar. —, yo no...

—Está bien... —Lo interrumpe. —, bueno no tan bien, en-entiendo que puedas estar extrañando a Messi ahora y, por si fuera poco, el tema con Ronaldo... —Sabe que tampoco está bien justificarlo, pero si lo hacía temía herirlo y de paso a él mismo. —Fue raro ser yo con quién... Que tú —Se golpea ligeramente en la frente por no poder acomodar las palabras, se da media vuelta y desea salir corriendo por la vergüenza.

Y antes de que el más bajo se valla, el más alto lo detiene jalando de su camisa.

—D-de verdad. No quiero que me... Odies o algo así. —El otro se acerca y acaricia sus rizos húmedos en señal de que puede que el ambiente este tenso por ahora, pero seguirán bien.

—Jamás haría eso, Guille. —Y no mentía. Sin embargo estaba muy confundido y preguntarle el porqué era el plan más certero más su lengua no estaba conectando con él. El nudo en su garganta es molesto, lo está empujado a confesarse en un momento inestable. —Voy... voy a ducharme, siento que me va a dar hipotenusa...

—Hipotermia —Lo corrige Guillermo sin poder evitar una risita por eso.

—Sí... Eso —Se da la vuelta y se vuelve a dar un leve golpe en la frente, el calor se le sube al rostro por la vergüenza y el frío que sentía se desvaneció.

—¡No uses agua tan caliente! —Le recuerda Ochoa.

—¡No! —Grita ya desde el baño.

Y en lo que espera su turno para una ligera ducha, lleva el peluche a la secadora presionando el botón para que inicie el ciclo.
Se lleva las manos a la sien pues su cabeza empieza a doler.

¿por qué no puedes ver?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora