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—No, no estoy en celo —Confirmo Guillermo con firmeza en su hablar aún si el sudor todavía le rezumaba por la frente.

—Entonces, ¿por qué tú aroma está tan disperso? —Cuestionó el italiano. —Indica que estas buscando un alfa, ¿por eso me confundiste con Lozano?

Evidente que el de rizos no tuviera claro el cómo su olor estaba siendo emitido. Sin embargo, captó un olor agradable que le recordó a cuando suele cocinar, al olor que parece haber en gran parte de la gastronomía italiana; albahaca. Está planta tiene propiedades calmantes y eso le resultó llamativo debido al estado en el que se encuentra, sin percatarse vuelve a al cuello del italiano,
dándose cuenta que ahí es donde proviene el aroma.

Aquel hombre se acercó al omega y lo tomó por los hombros para terminar con la lejanía, tomando su mejilla y con sus dedos tocó delicadamente sobre el labio inferior que empezaba a tener ligeros tintes morados a gracia del golpe que le propinó hace unas horas.

Guillermo jadeo ante el toque, pero retrocedió de inmediato hasta chocar con la pared de aquel baño. Dentro de su parte racional se está muriendo de vergüenza pues había dejado a la vista de su compañero como en tan poco tiempo fue poseído por un veneno lujurioso que parecía no abandonar su cuerpo; veía tan difícil expresar su situación si su cabeza no daba para más y se dejó deslizar por la pared, cayendo al suelo, de nueva cuenta.

La verdadera pregunta que rondo en su cabeza, ¿por qué Sepe había liberado feromonas?
¿Acaso trataba de calmarlo?
Tal vez...
Pero es un alfa.

Y ahora mismo empieza a sentirse como una presa.

El miedo recorrió su columna vertebral. Se trata de algo que debería controlar porque no es un comportamiento de el mismo; de sentirse en verdadero peligro ¿podría escapar? Cuando está en celo pierde casi toda lucidez. ¿Así es como lucía el escenario estando más consciente?
Hasta cierto punto no sería la primera vez que gracias a su celo toma decisiones erradas donde alfas se aprovechan de él, culpando a su casta para esconder sus malas intenciones.

—Tranquilo, no te haré nada —Le dijo Sepe poniéndose en cuclillas frente a él; recorriendo con la mirada los ojos de Guillermo percatándose de cómo estos parecen somnolientos, pero guardando un ligero brillo lascivo. —¿Tienes supresores en tu mochila?

Guillermo negó con la cabeza.

—Y n-no creo que sirvan —Balbuceo el de rizos.

—¿Por qué no servirían? —Más preguntas que le hacían dar vueltas la cabeza. —Bueno, es el único remedio que tienes. Tú novio no está aquí a menos que quieras que yo...

—¡¿Eh?! —Guillermo tragó saliva. Se enterró las uñas en su brazo para detener las imágenes y toda ilusión que estaba generando su cabeza.

—¿Qué por qué no servirían? Eso fue lo que pregunte. Oh... Hirving está llamándote —Sepe le acercó su celular. ¿En qué momento le había dejado el celular a su cuidado? Todo estaba distorsionado, no veía con claridad y parecía que en vez de recibir el celular en sus manos el hombre lo apartaba. Por dentro le inundaban las ganas de llorar, ya no tenía idea de lo real o lo que era producto de su mente, solo quería que el martirio terminará y que Hirving llegará a socorrerlo. —No creo que sea buena idea que contestes en ese estado... —Guillermo soltó un mohín debido a que no consiguió obtener su teléfono. —Le contestaré y le diré que estás... Qué te sientes mal. Qué te busque afuera, en el estacionamiento —De nuevo, Guillermo ignoró la mitad de lo dicho, mientras se cubría la cara con las manos y escuchaba de fondo como el otro hombre contestaba la llamada y luego volvía hasta él. —. Necesitas aire fresco, vamos a mi auto, creo que tengo unos supresores ahí.

¿por qué no puedes ver?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora