61 -Esposa y marido

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Sanem

Abro lentamente los ojos tras registrar ruidos a mi alrededor que no me resultan en absoluto familiares, lo que veo al mover la mirada de un lado a otro es la aséptica decoración de una habitación de hospital. ¿Cómo he acabado aquí?
La siguiente sensación que percibo es el calor de una mano que estrecha la mía. Miro hacia abajo y lo que veo me devuelve en un instante a la última imagen que recuerdo antes de la oscuridad total: Can Divit, en la puerta de mi nuevo hogar en Gölcük, preguntándome si podemos hablar. Instintivamente retiro mi mano de la suya, atrayendo así su atención, que estaba totalmente centrada en acariciar el dorso de mi mano con el pulgar de la suya. Después de más de un mes me encuentro con la mirada de esos ojos marrones que siempre han sabido hacer temblar mis rodillas, pero ese tiempo ha pasado, no puedo permitirlo ahora, ya no. Tengo que ser fuerte, recordarme a mí misma que tengo que protegerme de él que ahora va camino de salir de mi vida para siempre.

"¿Sanem?"
Su voz, Alá cuanto echaba de menos su voz, por las noches se me ocurría soñar con esa voz cálida y sensual diciéndome "Sanem aşkım, mi amor", no puedo de ninguna manera olvidar las palabras y el tono que utilizaba en esas pocas horas en las que fingía que yo era realmente importante para él. Pero eso también forma parte de lo que debo olvidar, sentimientos y sueños que deben quedar apartados para siempre. Miro a mi alrededor confusa.
"¿Qué ha pasado? ¿Qué hago aquí? O mejor dicho, ¿qué haces tú aquí?".
Le veo bajar la mirada un momento, como herido por mis palabras, y luego volver a levantarla para explicarse. "Te desmayaste, apenas llegué a tiempo de cogerte antes de que cayeras al suelo. No pude devolverte la consciencia de ninguna manera, así que pedí ayuda, que te trajo aquí, al hospital de Gölcük". En cuanto termina de hablar entra en la habitación un médico seguido de una enfermera.
"Bien, se ha recuperado señora Divit, la enfermera le tomará ahora todas las constantes vitales. Por esta noche se quedará aquí, conectada a una vía que se encargará de rehidratarla, mañana le explicaremos cómo alimentarla y qué medicamentos tomar cuando los ataques de náuseas sean más violentos. Es absolutamente necesario que no se vea reducida a este estado de desnutrición y deshidratación por más tiempo, podría poner en riesgo su seguridad y la de su bebé'.
Estoy tan concentrada en lo que me dice el médico que tardo unos instantes en darme cuenta de que está hablando de mi embarazo. Mi mirada se dirige hacia Can. Lo sabe, sabe que espero un hijo, su hijo. Se lo habrán dicho los médicos y, para confirmarlo, le veo asentir imperceptiblemente, como en respuesta muda a mi pregunta inexpresada, pero no consigo descifrar su expresión, que sigue siendo impenetrable.
¿Está enfadado?
¿Decepcionado?
No lo sé, ya que el médico, que sigue hablando, vuelve a centrar nuestra atención en él. "Le daremos el alta por la mañana, pero le daré cita para la semana que viene en nuestras consultas, quiero que siga mis instrucciones al pie de la letra y vuelva al menos cada 15 días aquí para controlar la situación del tamam, ¿de acuerdo?".
Asiento con la cabeza mientras en cambio, para mi enorme sorpresa, es Can quien responde.
"No se preocupe doctor, me aseguraré de que mi mujer haga lo necesario para estar bien, puede estar seguro". Mientras habla no aparta la mirada de mí ni un instante, casi retándome a contradecirle. Ciertamente en este momento, delante del médico, no puedo decir nada, pero no voy a permitir que venga y disponga de mí y de mi vida a su antojo, no tiene derecho.
Dejo que la enfermera me tome la tensión, la temperatura y me tome una muestra de sangre y luego me despido de ella y del médico y vuelvo a centrar toda mi atención en Can.
Es el momento del ajuste de cuentas, enseguida dejo claro qué es lo más importante para mí.
'No tenía intención de ocultarte esto, una vez que terminara mi trabajo aquí en Gölcük volvería a Istabul y en los papeles del divorcio estableceríamos tus derechos de visita. Nunca tuve intención de negarte a tu hijo".

Le veo asentir con calma mientras para mi enorme sorpresa siento como sus manos cogen la mía para llevarla a sus labios y depositar un ligero beso en ella.

Decisiones repentinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora