63 - Cohabitación

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Sanem

Inhalo profundamente, cerrando los ojos por un momento en la hermosa puesta de sol frente a mí.

"Esto es muy bonito, ¿verdad?".

Me parece experimentar cada sensación amplificada, el calor de los últimos rayos de sol sobre mi piel, la brisa que llega del mar alborotándome el pelo, la llamada de las gaviotas en el muelle no muy lejos, el olor de él sentado a mi lado en el banco.

Me resulta extraño y al mismo tiempo estimulante tenerlo tan cerca, tan atento a todas mis necesidades, no puedo evitar sentirme secretamente feliz por ello, aunque mi parte racional me diga que sólo lo hace por sentido del deber.
Estoy embarazada de él y como hombre honesto que es, de eso nunca he dudado, quiere asumir su responsabilidad.
Los dos fuimos imprudentes, era la primera vez para mí, era todo nuevo, pero eso no me hace justificable, no soy una niña, debería haber pensado en tomar precauciones, pero lo que no me explico en cambio es por qué él no lo hizo.

Sin duda es un hombre de mundo con mucha experiencia a sus espaldas, ¿por qué dejó que sucediera? Es una pregunta que me persigue desde que supe que estaba embarazada, porque, pensando lo peor de mí, dejó que un vínculo indisoluble como un hijo nos uniera para siempre.

Vuelvo a abrir los ojos justo cuando el último resquicio de luz solar se oculta tras el horizonte, privándome del calor de sus rayos y haciéndome sentir un escalofrío.
Me ajusto la rebeca que me he puesto sobre el ligero vestido y él parece darse cuenta.
"Ven Sanem, volvamos, será mejor que no pases frío".
Se levanta del banco tendiéndome la mano mientras yo me levanto a mi vez evitando tocarle, no me fío de mis reacciones cuando se trata de él. Pero sorprendentemente siento su brazo sobre mis hombros estrechándome contra él .
"Ven aquí, te mantendré caliente".Alá, Alá, me pongo rígida, intentando separarme de ese agarre que pretende ser reconfortante pero que también me sienta demasiado bien. Quiero retirarme, alejarme de él y de su cuerpo, pero en realidad se siente tan bien, el calor que emana. .

Por suerte, el trayecto en coche es corto y llegamos frente a la puerta de casa antes de que me haya relajado demasiado, acostumbrándome a este tipo de intimidad.
Una vez dentro, le veo dirigirse a la cocina para lavarse las manos y empezar a sacar de la nevera lo necesario para preparar la cena.
"Yo te ayudo".
Levanta una de sus enormes manos en el aire para detenerme.
"Ni hablar, vete al salón a ver la tele o a leer, descansa un poco. Yo me encargo a partir de ahora". Hago lo que me dice sin replicar, de hecho no me encuentro del todo bien, me siento un poco mareada y cuando es así es mejor no pasarse con el riesgo de encontrarme de nuevo en el hospital.
Desde donde estoy sentada, le veo moverse tranquilamente en la cocina para lavar, cortar y poner la mesa, no tarda en llamarme para decirme que está listo.
Me reúno con él en la cocina y me sorprendo de lo mucho que ha hecho en tan poco tiempo, la mesa está rebosante de platos de ensaladas y verduras crudas mientras en el centro hay un ramo de margaritas recogidas en el jardín. Se apresura a apartarme la silla de la mesa en un gesto galante que me hace sonreír a mi pesar.
No hace falta, Can, aún puedo mover una silla".
Sonríe mientras va a sentarse frente a mí a su vez.
"No era un gesto dirigido a mi mujer embarazada, era un gesto amable dirigido a mi mujer, nada más".
Le dirijo una mirada inquisitiva, ¿qué quiere decir con estas palabras?

"No he cocinado nada, para que no te molesten los olores, está todo crudo, espero que algo sea de tu agrado". Asiento con la cabeza mientras pongo en mi plato varias cosas que no deberían molestarme entonces decido hacer una pregunta que me ha estado rondando la cabeza desde hace mucho tiempo. "¿Cómo está tu padre? ¿Cómo reaccionó a lo que pasó con Emre y tu madre?".

Me mira con seriedad.
"¿Lo sabes todo?".
Me encojo de hombros.
"Leí los periódicos y oí algo de mi madre, que se entera de vez en cuando, pero si tengo que decirte que estaba muy preocupada por él y por su salud. No podía llamarle porque no sabía lo que le habías contado de nosotros y tenía miedo de decir algo malo". Sus enormes ojos color avellana me dirigieron una mirada que no sabría definir.
"Eres muy querido por preocuparte por mi padre, eres una persona de buen corazón Sanem. Sin embargo, para responder a tu pregunta, podemos decir que está mucho, mucho mejor de lo que podríamos haber imaginado en realidad."
Se queda un momento en silencio, como pensando si decir algo o no, luego sacude la cabeza y cambia de tema.
"¿Le gustaría hablarme de su trabajo aquí en Gölcük?".
Un poco incómodo, empiezo a contar la oferta de Pinar.

Decisiones repentinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora