24 - Es la hora

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Sanem

Desde la partida de Can, el tiempo ha comenzado a correr convulsivamente, dos días han pasado en un santiamén entre los mil preparativos para la velada del kiz isteme y luego ya para la fiesta de compromiso y la posterior boda. Todo se llevará a cabo en pocos días y mi madre se vio envuelta en un verdadero frenesí, la casa por limpiar, los refrescos por preparar, la ropa por llevar, todo tendrá que ser cuidadosamente preparado.

Me sentí aturdido, arrastrado por acontecimientos sobre los que parecía no tener ningún control. Fui a la agencia y luego hice todo lo que mi madre me ordenó actuando como una autómata, todavía incapaz de darse cuenta de lo que está sucediendo. La noche fue el momento más difícil de afrontar, soñaba con rebelarme, con gritar hasta perder la voz que no estaba bien, que todo estaba pasando demasiado rápido y que no estaba preparada para ello.
El jueves por la mañana fui a la agencia con el corazón apesadumbrado y la insidiosa idea de que aún podía hacerlo, reventar todo a pesar de lo que pudiera pasar, pero la reunión primero con Emre y luego con la señora Huma fueron capaces de sacarme por completo de la especie de letargo en la que había caído y devolverme la cordura.
Acababa de sentarme en mi escritorio cuando Emre bay me llamó por el intercomunicador pidiéndome que me reuniera con él en su despacho, me estremecí como en un trance, sin preguntar por qué me había llamado inusualmente temprano.
"Siéntate Sanem, quería hablar contigo sobre tu renuncia, espero que hayas cambiado de opinión". Me senté en la pequeña silla que me indicó casi sorprendido por su pregunta, había olvidado por completo que el día anterior había presentado mi renuncia con la idea de irme a Adali.
"Yo tampoco sé lo que quiero hacer en este momento Emre bay, necesito un tiempo para pensarlo".
Sonrió, una sonrisa altiva, casi burlona. "Bien, bien, me alegro de que lo hayas pensado. Siento la forma en que nos separamos el otro día, esperaba que con la mente fría reconsideraras tus decisiones, todas tus decisiones. Ayer me llamó Can desde Izmir, me recordó nuestro compromiso para esta noche, al parecer sigue decidido a venir a pedir tu mano. Sigo sin entenderlo, pero tomo nota, nunca esperé algo así de él, algo debe haber pasado para que tome una decisión tan repentina, no hay otra explicación".

Dejó esa última frase en suspenso, quizás esperando que intentara justificar lo que estaba ocurriendo, pero no tengo intención de compartir con él las circunstancias particulares que nos llevaron a Can y a mí a este punto. Permanecí inmóvil, con la mirada fija en las ramas de los árboles fuera de la ventana cerrada, en un silencio obstinado, no le debía ninguna explicación y, desde luego, ya no confiaba en él.

Suspiró y volvió al ataque.
'De cualquier manera, te das cuenta de que nunca puede funcionar entre ustedes, ¿verdad? No después de lo que hiciste para sabotear su negocio, si se entera después de la boda..." La amenaza velada que leí en esa última frase fue capaz de despertarme del letargo en el que había caído desde el día anterior. Giré la cabeza para mirarlo, me enderezó en mi sillón y me incliné hacia él a través del escritorio.
'¿Quieres contarle la bahía de Emre? Adelante, díselo ahora, no esperes a la boda, pero también tendrás que contarle cómo sabes que soy el espía de la agencia, no será fácil explicarle tu papel en todo esto".
Me levanté irritada y él hizo lo mismo, rodeando el escritorio para agarrarme del brazo y susurrarme amenazadoramente al oído.
"No quieres hablar con ninguno de los dos Sanem, no ahora. Estoy convencido de que una vez que te cases te darás cuenta de quién es realmente Can Divit y decidirás volver a trabajar conmigo, te darás cuenta de que tenía razón al querer detenerlo". Solté mi brazo de su agarre con un movimiento brusco, no me gustaba su actitud y no iba a dejar que me intimidara.
"No creo que pueda ocurrir tal cosa, me equivoqué desde el principio al involucrarme en sus sucios planes y no volverá a ocurrir, de eso no debe tener ninguna duda".
Se echó a reír burlonamente.

"Deberías ser tú la que tuviese alguna duda sobre tu querido prometido que viene a pedir tu mano esta noche ya que recibe a su exnovia en su casa para una estancia en Estambul que no se sabe cuánto tiempo". Sus palabras me produjeron un escalofrío, sonaba como una serpiente goteando su veneno cada vez que abría la boca, casi daba miedo. Lanzándole una última mirada ardiente me di la vuelta para salir de su despacho furiosa, incapaz de creer lo perverso que es este hombre. Una vez de vuelta a mi mesa, me costó horas calmar el temblor de mis manos y la rabia por su actitud y por el hecho de que claramente aún no había abandonado la idea de hacer daño a su hermano. De alguna manera debería haber puesto en alerta a Can, que en cambio parece confiar ciegamente en su hermano. En cuanto a Polen lo que dijo Emre me impactó, no puedo negar que es definitivamente extraño que viva bajo el mismo techo que Can como si nada hubiera cambiado entre ellos.

La pausa para comer que pasé en una cafetería cercana a la agencia en compañía de Layla, Cey Cecy y Guliz me había permitido recuperar el control de mis emociones hasta que, al volver a mi mesa, me encontré en el pasillo cara a cara con la señora Huma, la última persona con la que quería encontrarme en ese momento.

"Sanem, tu nombre es Sanem, ¿verdad?"

Me dirigió una mirada altiva, casi despectiva, a la que traté de hacer frente educadamente. "Sí señora, soy Sanem".

Echó una rápida mirada a mi mano y luego preguntó indignada.

"¿Cómo es que hoy no llevas el anillo de mi hijo? Todo fue una farsa el otro día, ¿no? No se puede estar realmente interesado en alguien como tú'.

Esa última afirmación me tocó la fibra sensible, nunca hubiera admitido ante esa mujer lo cerca que podía estar de tener razón, pero no era ella la que podía decidir que podía salir con su hijo. Empezaba a entender las razones de la hostilidad de Can hacia su madre, una madre que, por lo que entendía, había estado completamente ausente de la vida del hijo por el que ahora parecía tan interesada.

"No creo que esté obligado a explicarle por qué llevo o no el anillo de Can, señora. Si me disculpan..." Reanudé mi camino apretando las manos en la correa de mi bolso tratando de calmar mi agitación por este desagradable encuentro.

Que yo tenga dudas sobre nuestra relación es legítimo, pero que Emre bay y su madre se atrevan a emitir juicios sobre nuestro compromiso, sin saber nada de nosotros ni de mí, es algo que me enfurece sobremanera. Salí de la agencia para ir a casa y prepararme para la noche. Emre también estará allí y no será fácil soportar su presencia, pero desde luego no será ni él ni su madre quienes decidan lo que puede haber entre Can y yo. Me he preparado con mucho cuidado, con el corazón y la mente revueltos y ahora estoy en ansiosa expectación, bien consciente de que en breve sonará el timbre y al otro lado de la puerta estará nada menos que Can Divit que viene a pedir mi mano. Ni en mis sueños más salvajes podría haber imaginado que algo así sucediera.

Can

Aparco el jeep frente a la casa de Sanem, exactamente donde estaba la mañana que marcó el inicio de todo esto, el primer acto de una historia aún por escribir. Salgo del coche y junto con Emre voy a abrazar a Metin y Akif que se han unido a nosotros en otro coche. Me abrazan, sonriendo casi tan emocionados como yo, y se turnan para darme palmaditas en la espalda.

"Aquí estamos hombre, aún estás a tiempo de reconsiderarlo si quieres".
Metin le da un codazo a Akif.
"Déjalo, ¿no ves que ya está bastante agitado? Sus bromas ciertamente no ayudan, no lo escuche Can".
Sus riñas me ayudan a tranquilizarme, siempre ha sido así con ellos, su presencia me hace sentir bien, sé que puedo contar con su apoyo incondicional. Vuelvo al jeep para coger las flores y los bombones del asiento trasero como es tradición, los anillos que compré en Izmir están a salvo en el bolsillo de mi chaqueta. Me giro para mirar hacia la casa de los Aydin y veo que todas las luces están encendidas, nos están esperando.
Incluso la habitual vecina entrometida está en su sitio, parcialmente oculta tras las cortinas de encaje de su casa. La saludo con la mano, sonriendo, y ella me devuelve el saludo con entusiasmo, ya somos amigas, diría que es su culpa o su mérito que yo esté aquí hoy, ya veremos cuál.
Cruzo la calle junto con Emre y mis amigos, estoy tenso pero decidido. Estos días no he tenido noticias de Sanem por teléfono, sólo le he enviado mensajes cortos, uno para avisar de cuándo iba a venir y otro para intentar tranquilizarla, simplemente: 'Todo irá bien, ya verás'. Hay que decir y aclarar muchas cosas, pero desde luego no es por teléfono o con un mensaje como se puede hacer.

Llego a la puerta y oigo una algarabía procedente del interior, pero no puedo descifrar lo que dicen. Es el momento, me giro para mirar a mi hermano y a mis amigos alineados detrás de mí, dispuestos a darme todo su apoyo. Inhalo profundamente y toco el timbre decidido a captar cada una de sus reacciones, el momento que he estado esperando con inquietud ha llegado.


Decisiones repentinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora