Decisiones repentinas

31 - Siempre y sólo tú

Sanem

Decir que estoy furioso es quedarse corto. Fumo de rabia desde que esta mañana, con su actitud despótica, me hizo sentir como un objeto de su propiedad, como parece querer hacer aún ahora al estrecharme posesivamente a su lado.
No voy a montar una escena, no delante de tanta gente y menos bajo la atenta mirada de Huma y Polen. Parecen dos buitres que nos rodean sin quitarnos los ojos de encima, listos para atacar en el momento oportuno. Sonrío amablemente, estrecho la mano, escucho historias de Can de niño contadas por viejos amigos de su padre Aziz.
En un momento dado lanzo una mirada a su perfecto perfil, y debo admitir que no necesito esforzarme para mirar embelesada al hombre que me atrae posesivamente hacia él. Pero aquí está acercándose a nosotros, el Sr. Fabri, el hombre por el que empezó toda esta historia.

Está con su socia, la Sra. Pinar Aldez. Intercambian cumplidos con Can y todo el tiempo puedo sentir su mirada insistente sobre mí mientras habla y renueva su invitación a cenar. "Te espero mañana por la noche en Sunset Istanbul.
Siempre he soñado con pasar una noche en el club más cool de Estambul, situado en la ladera de una colina que goza de una impresionante vista del Bósforo y del puente que lo atraviesa. Por un momento siento un escalofrío de excitación ante la idea de hacer realidad mi fantasía infantil, pero al mismo tiempo no me agrada en absoluto la idea de tener que pasar otra noche estresante bajo la mirada lasciva de este hombre que aparentemente no se rinde ni siquiera ante Can, que parece decidido a dejar claro que soy suya, al menos a juzgar por el firme agarre de su mano en mi cadera.

Le veo asentir con impaciencia mientras le despido precipitadamente. "Estaremos allí, no te preocupes, iyi akşamlar, que tengas una buena noche". Siguiendo con su mano en mi cadera, me guía hacia las grandes puertas francesas que dan a la terraza con vistas a la piscina del hotel. Una vez fuera me suelto con firmeza de su agarre y me dirijo hacia la balaustrada con los brazos cruzados sobre el pecho para protegerme del intenso frío de la noche.

Para mi sorpresa, un instante después siento que sus brazos me rodean, apretando mi espalda contra su cálido pecho. Por un momento cierro los ojos para disfrutar del calor de su cuerpo contra el mío, bien consciente de su aroma masculino.

Un escalofrío me sacude cuando siento su aliento caliente en mi cuello mientras me susurra. "¿Podemos hacer una tregua?" Intento zafarme, pero el firme agarre de sus brazos me lo impide. "Para, los invitados pueden vernos a través de las ventanas de cristal. ¿No quieres desmentir la idea de la pareja feliz y unida que hemos dado hasta ahora?
Suspiro y, a pesar de ello, dejo de resistirme a su agarre, pero no puedo evitar responder cáusticamente. 'Tienes razón, desde luego no queremos dar la razón a tu madre, que ya ha pronosticado que nuestro compromiso no durará más allá de la semana que viene, ¿verdad? Tampoco querría retractarme de mis palabras delante de tu ex-novia. Por cierto, ¿piensas invitarla a la boda? No creo que sea educado dejarla sola en casa hasta que Huma vuelva de la recepción, ¿no?" Le oigo suspirar y acentuar su agarre a mi alrededor mientras inclina la cabeza hacia atrás para susurrarme en el pelo. "Para tu información, no quiero que Huma esté en nuestra boda, hace mucho tiempo que no la considero mi madre, creo que entonces todavía estaba en la escuela primaria. Y en cuanto a Polen..." Me pongo rígido mientras replico secamente "No me debes una explicación, aparentemente las restricciones sólo se aplican a mí que, según tus órdenes, tengo que eliminar a Osman mientras que está perfectamente bien que vivas con tu ex novia".

Le oigo suspirar. "Escucha Sanem, le dejé claro a Polen que lo nuestro se acabó, le costó aceptarlo, pero creo que ya tiene que resignarse ante nuestro próximo matrimonio y de todas formas yo no..."

La voz de uno de los organizadores del evento le interrumpió, independientemente de lo que fuera a decir. "Señor Divit, por favor, vuelva a la sala, el señor Taruk le llamará al escenario en breve". Le oigo suspirar mientras me suelta de su abrazo, vuelve a apoyar su mano en mi cadera guiándome hacia el auditorio. "Tenemos que ir Sanem, pero más tarde tengo toda la intención de reanudar nuestra charla". Lo suyo suena más como una amenaza que como una promesa, pero las miradas que siento que nos dirigen mientras pasamos por la ventana francesa para volver a la fiesta me impiden responder que no hay nada más que hablar.