X: Noche de juegos 2/2

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—¡No, no es justo!— Chilló ella, tomándose el cabello

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—¡No, no es justo!— Chilló ella, tomándose el cabello.

Ambos, luego de elegir un juego del montón Hanafuda, Shōgi, Go, entre otros más. Pero, ambos optaron por el Hanafuda.

El objetivo del juego, era reunir cuatro cartas, representando las estaciones de cada mes. Ejemplo: El mes Enero, representa cuatro cartas con pinos ilustrados, para ganar un punto, se debía de reunir de esa forma, y crear el "Yaku". De esa forma se pueden ir ganando puntos.

Para Kokushibo, era fácil, ya que el tenía conocimientos del luego, para Aime, un desastre y perdición total.

Kokushibo ya hizo alrededor de cuatro Yaku, y Aime ninguno por el momento. La muchacha tenía tres cartas del mes julio, que representaban el "Trébol" y una de Noviembre, el "Sauce".

—¿Te rindes?— Le pregunto el, divertido ante las expresiones de ella.

Aime negó, no pensaba caer ante el. Tomo otra carta, y le salió el mes Agosto, "Las hiervas de pampa". Otra mala jugada.

—¡Este mazo está mal! No puede ser que no pueda hacer el Yaku.— Dejo las cuatro cartas en la mesa, mostrando los meses.

El vio las cartas, y tomo una del mazo, mostrando la que le faltaba para el Yaku. Kokushibo tenía la cuarta carta del "Trébol" en su mano derecha.
Por parte de la castaña, se tiró para atrás, soltando un ruido. Y claramente saco un extraño sonido por parte del demonio, mostrando su gracia.

—Mejor no juego más, esto es insólito e injusto.— Ella se sentó otra vez, y soltó un suspiro, irritada.

Estaba muy entretenida la noche. La tormenta seguía igual de intensa, provocando ruidos terriblemente fuertes fuera, y de vez en cuando, poniendo nerviosa a la chica, era la primera vez que vivía una situación así, estando sin sus padres, no obstante, la compañía de Kokushibo la relajaba un poco.

Las luces de vez en cuando titilaban, y las pequeñas velas de cera parecían correr el riesgo de perder la llama que albergaban.
Recordó como el confirmaría que no se quedaría la noche con ella, lo cual, aún más nerviosa la dejo. Si el se iba en esos momentos, bajo aquella terrible tormenta de nieve, ella de quedaría sola.

...

Verla con los labios apretados, y la mirada cargada de nervios, era algo que se estaba cuestionando. El no era un demonio que pudiese leer la mente, sin embargo, notó como ella miraba la ventana de vez en cuando; llegó a captar la razón de la situación.

La tormenta de nieve.

El fuerte ruido del viento, que parecía moverlo todo, la dejaba en ese estado de nervios. Las gruesas ramas de los árboles se golpeaban entre si, rompiendo alguna que otra, si se era sincero, tampoco era muy fan de ese clima, mucho desastre dejaba a su paso.

—Lo mejor es que te quedes, Michikatsu-San. De verdad.— Sus ojos verdes, como la privamera, se posaron en los suyos. —Siento que el clima se pone cada vez peor. Si te vas con esta tormenta, dudo que llegues a tu hogar, nadie sobrevive bajo ese frío.

Aquella era una cruda realidad que los aldeanos de Michigan llegaron a vivir. Ante tanto orgullo, muchos salían, "valientes y fuertes" de su mismos, pero, jamás regresaban, o sus cuerpos eran encontrados bajo grandes capas de nieve.
Ella sabía que el no era un ser humano, y dudo que el saliese malherido, pero, no quería que se fuese.

—No te preocupes.— Soltó el, sin más.

Ella asintio, casi de mala gana, y guardo las cartas de Hanafuda en su caja correspondiente. La dejo a un lado y vio los otros juegos que había traído junto al que jugaron.

—¿Hay algún otro juego que no sepas jugar, y yo pueda ganar?— Tomo las cajas y las dejo sobre la mesa, el, internamente interesado en lo dicho, los miro, en silencio, hasta negar. Los conocía a todos, no había alguna forma de que ella le ganase, ya que, antes de iniciar, le comento que su experiencia en juegos de mesa eran terribles, pero llegó a ganarle a sus padres alguna que otra ocasión (lo dudo, se veía a leguas que ella no sabía, sino que, perdía todo el tiempo)

Aime, ya bajo un tipo de angustia, saco los juegos de mesa y suspiro pesadamente, no tenía otra cosa para entretenerlo a él, ni a ella misma, ¿Seguir jugando para humillarse? No, gracias, suficiente tenía con ver cómo los ojos de el se achicaban cada vez que se quejo o perdió.

—Vere si encuentro algo más entretenido.— Tomó las cajas y se las llevo al cuarto, dejándolo nuevamente solo.

Kokushibo poso su mirada en la Nichirin, que brillaba en el rincón, sin ayuda de ninguna luz.
Aquella noche le resultó... raramente entretenida; perdió totalmente la noción del tiempo jugando al Hanafuda con Aime.
Volvió a mirar el cuarto donde ella entro, notó, cómo está estaba sentada en el suelo, rebuscando cosas en el armario, se veía concentrada, a tal punto de no notarlo a él.

Una, dos, hasta tres cajas salían volando. Cajas de madera que parecían estar vacías, ya que las tomaba y las lanzaba al otro extremo de la habitación como si nada.

—¡No hay nada aquí!— Le grito al hombre desde donde estaba. —Estoy segura que habían más guardados por algún lugar...—Murmuró aquello último, mientras, se metía hasta dentro del armario.

Bueno, luego de una larga búsqueda, no encontró nada. Guardo todo en su lugar y llevo los futones a la sala principal, dónde el calor reinaba, contrario al cuarto, que estaba frío, helado para resumir.

—Ante noches así, es preferible dormir aquí. Si quieres, puedes ubicarte dónde quieras.— Eran dos futones grandes y de color amarillo pato, la tela era gresa y muy abrigada a simple vista, al igual que las almohadas: blancas y esponjosas.

Ella, con tranquilidad, abrió ambos con rapidez, y los acomodo a una distancia muy cercana a cada uno. Aquello, era muy común, dormir prácticamente pegados por el frío, todo el mundo allí lo hacía, sean familia o no.

—¿Sabes? Quiero que el clima siga así. — Apenas terminó de decir aquello, una sonrisa cargada de tristeza apareció en su rostro. —No sé si te has enterado, pero, mi superior sufrió un accidente a mano de un demonio, y actualmente no está trabajando; Kyosuke-Kun, mi otro compañero, esta a cargo, digamos que es...especial.— No quiso referirse a el como un patán, o mal hombre frente a Kokushibo, quien la miraba de forma neutral. —Supongo que todo mejorará si me empeño a mejorar, aunque, lo dudo un poco.

Al acabar de arreglar todo, se fue a cambiar, y apareció minutos después con un kimono para dormir.
En sus manos, llevaba uno masculino, perteneciente a su difunto padre.

—Es la primera vez que alguien no perteneciente a la familia de queda aquí. Y lamentablemente no tengo un kimono para tí, tengo el de mi madre, uno de los millones que solia tener guardados.— Se lo acercó a la mesa, y lo dejo allí. —Esta nuevo, no llego a usarlo, creo que te queda.

Respecto a eso, lo dudo. El Kakushi era grande, comparado a su padre, quien fue mil veces más delgado que el. Pero se hacía esperanzas.

—No te hagas problema por la ropa. — Comentó cortante.

Ella apretó los labios. Quería intentar convencerlo, o llevarle la contraria, pero, su tono de voz y mirada evitaban que siguese la charla.
Ella apagó las luces, menos las velas, que lentamente se consumían. A paso lento, se fue a su futón, y se cubrió con las gruesas sábanas.

—¿No veré cuando te vayas?— El negó y se levantó del piso, para luego caminar y sentarse en el futon, el nunca dormía, siempre está a sentado, en silencio, esperando alguna orden de Muzan, pero, aquella situación era completamente diferente.

Ella lo miro. El le estaba dando la espalda, completamente. Sus manos estaban apoyadas en sus muslos, y la cabeza levemente baja, pero, llegó a ver parte de su rostro, específicamente su mandíbula, no parecía anormal, sin embargo, no armó conclusiones respecto a eso.

Bostezo, y se dejó caer por el sueño, quien se la llevó tan pronto como cerro sus ojos, acompañada de Michikatsu, quien la observó por última vez.

ʟɪᴠɪɴɢ ᴡɪᴛʜ ᴛʜᴇ ᴅᴇᴠɪʟ《 Kokushibo 》©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora