IV:

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Los murmullos se volvieron a extender en Michigan

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Los murmullos se volvieron a extender en Michigan.

La muerte de Akio y si familia, alzó las sospechas de un demonio, dejando de lado a la pobre Aime, quien estaba en su trabajo, barriendo el piso.

-¿Cómo pudo pasar esto? El nunca lastimo a alguien.- Los sollozos de Mai se escuchaban en toda la tienda.

Su maquillaje estaba corrido ante las lágrimas. Kyosuke estaba mirando fuera de la ventana, con la mirada perdida, si se era sincero, el tampoco sospechaba de la cabaña, jamás manejo la Nichirin, y sus mismos padres fallecidos mencionaban lo mala que era manejando armas.

-Mai-Sama, esto es obra de un demonio, se dice que los cortes fueron perfectamente hechos, ¿Quien maneja tan bien una katana?- Nadie contesto, ni Aime.

La dueña del lugar se retiró en silencio hacia su oficina, dejando a ambos jóvenes solos. De repente, Aime fue golpeada contra la pared con tal fuerza, que soltó un gemido, adolorida.
Miro a Kyosuke, quién tenía venas en todo el rostro, su cuello estaba agarrado por su mano.

-¿Crees que soy idiota, perra bastarda? ¡Tu asesinaste a Akio!- Apretó el agarre del cuello, asfixiando a Aime.

-Yo no le hice nada, lo juro.- Murmuró entrecortado.

-¡No me tomes por idiota! ¿Con quién te juntas? Oh, ya se, ¡Con el Kakushi!- La sacudió, tirando por accidente un jarrón de mármol.

No demoro ni dos segundos en verse a Mai, furiosa.
Ambos, Aime y Kyosuke, hicieron una reverencia.

-¡¿Quién tiro mi jarrón de la suerte?!- Ninguno de los dos contesto, solo el sudor bajaba por las frentes de ambos.

-Fue un accidente, Mai-Sama. Empujé accidentalmente a Aime-Chan y ella cayó al piso con el jarrón.- Mai se acercó a ambos, y abofeteo a Kyosuke.

-¡Tu incompetencia te costará mucho dinero!- Miró a Aime, quien apretaba sus manos con fuerza. -Mañana ambos vendrán una hora antes, se inaugura una nueva tienda de ropa, y claramente la gente querrá comer y descansar, si obtenemos más de cinco mil yenes, te sacaré el castigo.

Ella les dió la espalda y se fue a su oficina. Kyosuke le lanzo una mirada asesina, y se fue al sótano, ella soltó un suspiro, aliviada, sabía que el camino se le estaba complicando con ellos dos, aún más con la muerte de Akio.
Dejando sus pensamientos de lado, tomo la escoba y limpio los restos del jarrón roto, por lo menos, ella no cayó junto con el.

...

La tarde llego más rápido de lo que creyó, atendió clientes y recibió propinas que Mai le permitió tener por buena trabajadora. Kyosuke no recibió por castigo.

Raramente, el Kakushi estaba cerca de la tienda, observando sus acciones desde hace un rato, se había curado las manos, pues, se podían ver las vendas bien colocadas, y algo corridas por andar trabajando.

Aime se despidió de de Mai y Kyosuke, y se fue tranquilamente a su casa, pero tuvo la oportunidad de cruzarse con Kokushibo.
Sonrió y se acercó a el.

-¡Kakushi sin nombre, buenas tardes!- El entrecerró los ojos, se había olvidado de ese detalle.

-Michikatsu.- Ella lo miro con duda. -Michikatsu es mi nombre.

No podía utilizar su nombre demoniaco, no sé arriesgaría a que sea descubierto. Ella volvió a sonreír y ambos optaron por caminar por las tiendas.

Las calles estaban algo transitadas, la gente paraba y veía los productos tentadores y a buen precio, amaba esas fechas de celebraciones, suponía que eso era lo único que los mantenía unidos.

Aime troto hacía un tienda de comidas, y pidió dos cajas con un dango y dos bolas de arroz.
Volvió con Michikatsu y le ofreció una caja.

-Como son fechas especiales, es bastante normal comprarle comida al acompañante, y como eres el mío, te quiero ofrecer esto.- El rechazo aquello, pero ante tanta insistencia, lo acepto.

Con disimulo y cuidado, comió las bolas de arroz, pero con claro asco, un demonio no podía comer cosas humanas, claramente. Estaría mal rechazarlo luego de gastar de su dinero en el.
Ella estaba alegre, y eso lo demostró por volverse charlatana de un segundo a otro.

-Entonces, ¿Vives muy lejos? Se me hace difícil creer que tienes que caminar miles de kilómetros para venir aquí.- Mordió su dango, y el asintio.

La casa de Muzan quedaba lejos, ya que, el Rey Demonio quería estar cerca de los cazadores. Seguir los pasos de ellos era lo principal para poder seguir.

-Me traslado a través del tren.- Ahora se le hacía más real. El tren era la mejor solución para trasladarse.

-Suena genial viajar en tren, creo que me ahorraría el trabajo de caminar kilómetros para buscar y volver con productos de la tienda donde trabajo.- Rascó su nuca.

Era agotador tener que caminar mucho, y fuera de lo que es su hogar para buscar productos, sufrir de frío bajo la nieve es tortuoso.

-Viajaras pronto.- Soltó el sin más.

Ambos siguieron caminando por las tiendas, recorriendo la zona, y de vez en cuando, cruzando un algún que otro saludo a los vendedores.

-Hasta aquí llegué yo. Me alegro de verte por este pueblo, no es muy común tomar estás caminatas, si vamos al grano.- Acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja.

Kokushibo asintio, su estómago estaba revuelto al comer comida mortal, no había nada mejor que digerir algún mortal par sacar esa sensación incómoda.

El de despidió de ella y se marchó. Muzan no le había encargado nada, estuvo allí por voluntad propia, tampoco negaría que sintió nostalgia, las luces; las risas; las tiendas; incluso el olor. Todo le resultó en un sabor extrañamente cálido.
Supuso que, todo fue de su vida pasada, pero, ante tanto tiempo ya vivido, no recordaba nada; aquello estaba allí, como si lo hubiese vivido.

Reconoció la buena suerte que tenía, si Douma u Akaza estuviesen en su lugar, Aime acabaría muerta en un pestañeo. No es como si le importase mucho la verdad...¿O si?

ʟɪᴠɪɴɢ ᴡɪᴛʜ ᴛʜᴇ ᴅᴇᴠɪʟ《 Kokushibo 》©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora