XXXIII: Akaza 2/2

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Ambos admitirán que el silencio entre ambos era bastante incómodo

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Ambos admitirán que el silencio entre ambos era bastante incómodo.

Sentados en la entrada de la cabaña, Aimé había fracasado cuando intento sacarle charla respecto a su vivencia como demonio. De igual forma, Akaza era un demonio de muy pocas palabras, y ella ya lo notó, sin embargo, estaba esmerada en llevarse bien con su "cuidador", con gracia, admitió que se sentía una niña al lado de una niñera; por parte de el, estaba incómodo, no por la charlatana de su especial compañera, sino por Kokushibo, no importaba cuanto tiempo pasase, el siempre lo intimidaría.

Suspiró, y la miro, solamente para analizarla, si iba al caso, ella era alguien que si podría captar la atención a algún demonio, pero jamás imaginó que sería Kokushibo, un demonio como más de quinientos años. Y ahora, el, siendo una Luna Superior, andaba cuidando de un ser humano de género femenino, joven y no muy ignorante respecto al tema de los demonios, como demostró tener al principio, según Kokushibo, quien hablo con él en muy pocas ocasiones. Va, que solo hablo con él cuando le pidió que saliesen un tiempo a vigilar a Aime.

Saliendo de sus pensamientos, la miro a los ojos, y con vergüenza notoria, miro hacia otro lado. Ella lo estuvo mirando, ¿Por cuanto tiempo? Miro sus pies, ese tipo de situaciones le hizo pensar que, algunos seres humanos como ella, habían pocos, pero, especialmente mujeres.

—Hace mucho tiempo, fui considerado un humano muy fuerte.— La castaña, se acomodó rápidamente para escucharlo. —Desde pequeño, me apodaron como "Niño Demonio" debido a mi fuerza física, desde niño demostré hacerle frente a los adultos; bueno, yo mismo estoy agradecido con los entrenamientos que opte por tomar, supongo que conoces el entrenamiento Soryu.— Ella asintió. —Por la razón de ser un chico problemático, todo lo hice, sea robar, lastimar y asesinar para poder calmar mi hambre, y ante todo eso, me hicieron los tatuajes, tres líneas en cada brazo, para que la gente vea el gran criminal que me volví.— Aimé notó la sonrisa amarga en su rostro.

—Hay veces que uno, bajo la desesperación, actúa de esa forma. En Michigan no paso, y me alegro que no llegase a pasar, sin embargo, tu no tuviste la suerte de tener un plato de comida en la mesa.— El asintió, de acuerdo con sus palabras.

—Aún así, mi sufrimiento se opaco cuando conocí a Koyuki. Por más mala imagen que yo tuviese, ella lo ignoro. Tristemente, cargo con una enfermedad que le prohibió muchas cosas; ella y su padre, Keizo, me recibieron con los brazos abiertos, como si de un amigo me tratase.— Una sonrisa fugaz paso por su rostro, notó ella, no obstante, está desapareció. —Si no fuese suficiente el trabajo de Keizo, el fue envenenado junto a Koyuki.— Apretó los puños con fuerza. —Los mismos estudiantes que Keizo estuvo entrenando, envenenaron el agua que su hija y el tomaban, todo por un terreno.

El ambiente cambio de repente, y una brisa fría corrió entre ambos.

—Asesine a esos bastardos, no me he arrepentido, ni lo haré hasta el día en el que me muera.— Ella no dijo nada, no podía entender la desesperación que el vivió, debido a que ella tuvo la suerte de tenerlo todo, teniendo como castigo a sus malos padres. —Al final, acabe a manos de Muzan-Sama. Volviéndome el doble de fuerte.

El volteo a verla, y con los ojos abiertos de par en par, vio como ella lo miraba, con los ojos llenos de lágrimas. Un rubor que no se notó por la oscuridad de la noche, apareció en sus mejillas, ¿Ella lloraba por el? ¿Tan triste fue su pasado humano? Se cuestionó fuertemente las hormonas de la chica.

—¿No hay más?— "¿No hay más?" Se preguntó a el mismo, ¿Ella quería saber más? El apretó sus labios, y nego, angusitando a la muchacha.

...

—¡No tiene sentido seguir huyendo o esquivando el problema, Akaza-San!— Le grito ella.

De alguna forma, los dos pudieron comunicarse, sin embargo el huía, y no sólo por las extrañas preguntas de Aime, sino porque de alguna forma, lograba ponerlo nervioso. A tal punto de correr algo lejos y treparse en un árbol, muy alto, pero, para su mala suerte, ella logro seguirle el camino.
Aime, alzó la mirada y apretó sus labios, para luego cruzar sus brazos.

—¿Para que te has vuelto demonio si ya acabaste con aquellos que asesinaron a Keizo-San y Kozumi-San siendo un humano? ¿Que sigue ahora?

"¿Que sigue ahora?" Esa pregunta rondo por la cabeza del demonio. De hecho, jamás se preguntó aquello, ¿Seguir eternamente a Muzan hasta que fallezca de alguna forma? Estaba claro que podría tener una vida como la de Kokushibo, con una mujer mortal. Pero, viendo los enormes riesgos que conlleva, lo dejo a un lado, no, ni eso, prefería seguir estando solo.

—Nada, no sigue nada, muchacha.— Se notó levemente la irritación, y eso, no hizo que Aime pasase con sus preguntas. —Quien debe en enfocarse con que su raza no se extinga, es la tuya. Cuando Muzan-Sama logré volverse invencible bajo el sol, acabará con todos, dejando solo a sus servidores.

Ella vaciló, y retrocedió, no por miedo, sino por rendición. Le dio la espalda, y se fue, no podía contra ese argumento tan estúpido, aunque verdadero; ¿Si Muzan lograba eso, ella moriría? Él sabía de su existencia, estaba claro, pero no del embarazo, bufo, se sentía una idiota.
Akaza la vio alejarse, y por eso, trepo de árbol en árbol, hasta bajarse y quedarse frente a ella, supuso que eso no le cayó bien.

—En tu caso, tendrás suerte en no morir. Muzan-Sama ha perdonado tu vida por el momento.— Ella rodó los ojos, no viendo eso como consuelo.

—¡Guau, es genial saber eso, Akaza-San!— Comento sarcásticamente. —El hecho de ver como mi raza está siendo asesinada y devorada brutalmente todos los días hace que quiera desaparecer también, ¿Que sentido tiene vivir sabiendo que eres el único ser humano en la tierra?— Susurro ella.

En sus palabras, había verdad, y angustia, notó Akaza. Si se pusiese en los zapatos de ella, entendería esa impotencia de no lograr ayudar a nadie, y más a quienes ama, tampoco agradaría ser el último ser humano, pero algo que se sabía a medias, es que el Lirio Araña Azul ya estaba floreciendo, abriéndole el paso del éxito a Muzan.
Viéndola, ella está a apretando sus puños con fuerza sobre sus muslos, y mirando el suelo, no sabia exactamente como consolarla, tampoco conocía los métodos de Kokushibo, quien ya tenía conocimiento sobre eso, y como sacarle alguna que otra sonrisa, o sus preocupaciones mentales.

Luego de esos minutos incómodos, ella se paró en silencio, y con curiosidad, se dirigió al futón que estaba dentro de la cabaña de madera, se veía tentador para dormir, tampoco tenía ganas de seguir charlando, o aplicar sus planes con el demonio, quien estaba...levemente ofendido por como lo estaba ignorando, porque, internamente quería ser escuchado, o ser "acosado" por las preguntas de ella, ¿Por qué? Porque se sentia importante, y eso le daba en el ego.

El la siguió en silencio, y vio como se acostaba.

—Kokushibo no demorará en llegar, ¿No prefieres esperarlo?— Le cuestionó el. Ella lo miró y nego, bostezando después.

—El sabe que es mi hora de dormir, quizás se aparezca en la madrugada.— Cerro sus ojos y se quedó quieta, pero, no sin antes...— Puedes entrar, Akaza-San. Y tampoco estoy enojada, últimamente estoy más cansada de lo normal, es por el trabajo.

Eso "tranquilizó" al mencionado, y sin más, entro a la cabaña, se sentó en el suelo, cerca de ella, en forma de indio y dándole la espalda.

Allí, los dos, y en un ambiente cálido y acogedor, acabaron por hacer lo suyo. Aime dormir, y Akaza meditar mientras esperaba la llegada de su compañero.

ʟɪᴠɪɴɢ ᴡɪᴛʜ ᴛʜᴇ ᴅᴇᴠɪʟ《 Kokushibo 》©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora