CAPITULO 32

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Al llegar a este punto Anna y yo nos necesitábamos como nunca, las dos sentíamos esa necesidad creciendo desde el interior de nuestro cuerpo, ¿era posible que Anna provoque mojarme más de lo que estoy ahora? tal vez lo sea pero al escuchar sus pequeños y cortos gemidos me provocaba ir a más sin querer parar.

–Elsa, ¿puedes hacer algo más? – susurró, ¿mis oídos escucharon bien? ¿acaso Anna acaba de pedirme más?

Una sonrisa se apoderó en mis rostro, mi mano derecha se encontraba en el cuello de Anna pero al pedirme aquello, bajé con cuidado hasta su ropa interior, dónde ahí empecé a tocar. Gemí por el hecho de saber que Anna estaba muy mojada, más que yo.

—Lo siento, no debí hacerlo— dije porque sentí una pena. Anna me escuchó gemir y eso hizo que mis mejillas se tornaran rojas.

—Elsa... me encantó — pronunció entre jadeos.
—Escucharte y ver qué mueres de placer me hace querer pedir más y más...

Bueno, ella debería saber que mi gemido salió por lo que sentí, y porque no aguantaba sostenerlo. Si Anna le encantó escucharme, no creo que debería estar guardando mis gemidos. Apreté un poco la zona baja de Anna y ella soltó un gran y profundo gemido.

Acerqué mis labios a los de ella para besarla, cada toque mío hacía que Anna gimiera en mi boca, lo cual fue algo maravilloso para mí.
Sus gemidos eran tan suaves, llenos de placer, me ahogaría en cada uno de ellos.

—¿Puedo?— pregunté. Ella asintió y pude hacer lo que hace tiempo quería. Puedo decir que ahora Anna es mía y lo será para siempre.

Esa noche fue especial para ambas, me entregué completamente a Anna. Todo fue perfecto y lo mejor es que fue con el amor de mi vida y no me arrepentía de eso.














































Desde aquella noche parece que nuestro despertar sexual apareció, no había momento en que las dos no quisiéramos estar más juntas. Y siendo sincera, la duración que tenemos es más que increíble.
Dejando de lado nuestra privacidad, creo que la relación mejora a cada instante, hay más comunicación y eso nos agrada.

—¿Terminaste? — preguntó Anna entrando a mi despacho. —Pensé que podríamos salir esta noche.

—Anna, me gustaría pero hay unos pendientes y...

—Y debes quedarte, lo sé.

Al notar su mirada que había cambiado, tuve que hacerme cargo de ella también.

—Tal vez podrías esperarme allá. ¿Planeas que sea una cita, no? — asintió. —Entonces tu espérame allí, luego llegaré y estaremos juntas.

—Te amo — se acercó a mí, y me dió un beso en mis labios. —No llegues tarde.

—No lo haré — dije entre risas.

Cuando Anna se marchó, volví a dedicarme en lo mío. Tal vez deba acabar temprano porque no puedo dejarla sola.

𝐅𝐎𝐎𝐋 𝐅𝐎𝐑 𝐘𝐎𝐔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora