30. 𝕭𝚕𝚊𝚗𝚌𝚊𝚜, 𝕽𝚎𝚍𝚘𝚗𝚍𝚊𝚜 𝚢 𝕮𝚘𝚛𝚌𝚑𝚎𝚊𝚜

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【Theo】

Una vez mi padre se juntó con violonchelista, pero no por sus dotes artísticas sino porque se la presentó un amigo. Duró un mes en mi vida, pero me gustaba escuchar sus respuestas cuando papá estaba trabajando fuera de casa y ella, durante esos días soleados de primavera, tocaba el instrumento y respondía a las preguntas.

Anya, ¿qué es el amor? ─le pregunté un día, deteniendo su música para obtener una bonita sonrisa que me hizo admirar lo bonito que tenía el pelo rizado─. Papá no me habla de eso, porque dice que sólo tiene que preocuparme el baseball y mis notas. Así que... ¿puedes decírmelo tú?

Ella miro hacia el cielo despejado, pensativa.

El amor... es una sinfonía que puede desarrollarse de muchas maneras, Theo ─explicó con suavidad─. Los movimientos y acciones reflejan los sentimientos que se forman durante la progresión de una relación. No es como el sonido del amor entre amigos o tu familia. Desde la sonata inicial, sientes que algo inesperado te golpea en centro del pecho; y es confuso. Es fresco, emocionante, extraño, crudo... te llena de preguntas, esperanzas y juramentos. En el segundo y tercer movimiento, cuando la cosa sigue avanzando a su manera, uno se consume por el otro en momentos que pueden resultar pequeños para algunos o demasiado grandes para otros. Es cuando la sensación se vuelve apasionada y desgarra, transformándose en una montaña rusa emocional que nos separa el cuarto y último movimiento de la sinfonía.

¿Es un final bueno?

Eso dependerá de las personas que decidas entrar dentro. El final puede ser difícil, hacer ver ansioso o torpe; puede ser glorioso y hacerte feliz... o trágico porque duele.

Yo no entendía muy bien como ella podía ver un sentimiento de esa manera, tan especial y lleno de diferencias a lo que había visto en mi corta vida de post-adolescente. 

Sólo sabía que Anya era una mujer espectacular con un talento hermoso, capaz de explicar lo más complicado para un niño de una forma tan poética como aquella. Porque ella tenía parte de razón: El amor era sinfonía con muchos matices, pero también tendría que aprender que dos corazones no podían orquestarla si uno de ellos dejaba de mover la batuta y decidía abandonar el escenario.

Y quizás ella, cuando nos abandonó porque papá rompió su instrumento cuando lo encontró, sabía que algún día yo bailaría entre blancas, redondas y corcheas en un pentagrama hasta encontrar a alguien que sintiera el ritmo del pentagrama.


Me termino quedando dormido en el asiento del conductor por culpa de la mezcla de la película de amor trágico, el sonido de la lluvia repiqueteando el coche y Briley encima de mí dándome calor. Lo tengo apoyado sobre mi pecho, mis manos abrazando su cintura, y notando cada vez que respira. Me gusta esta postura. De alguna manera ha conseguido que todos mis pensamientos se silencien por completo, y cuando despierto los créditos salen en la pantalla de su teléfono móvil.

Sigue lloviendo, el cielo plomizo está más oscurecido que antes y algunos coches han abandonado el aparcamiento en el que nos encontramos. 

Briley ha llamado a Samantha contándole una mentira, sobre que me puse enfermo y me había subido la fiebre. Lamentaba mucho que no pudiéramos ir, aunque le deseaba buenas fiestas y que esperaba coincidir con ella en otro momento para compensar la ausencia. Yo no dije nada, ni una palabra. Se estaba tomando demasiadas molestias para contentarme, lo cual no es que fuera malo en realidad sino que gracias a ello todo fue mejorando poco a poco.

Mirándolo en esta postura, me he dado cuenta que tiene el cabello bastante desordenado para que el flequillo parezca pedazos de hierba diseminadas por su frente, mientras que la posición le hace ver un tanto simétrico. Las espesas pestañas marrones de él rodean los ojos azules, siendo bastante claros mientras me mira. Son un poco largas y rizadas, casi como si le diera un toque más afeminado aunque sin serlo en nada más.

𝕭𝚛𝚘𝚔𝚎𝚗 𝕮𝚑𝚘𝚛𝚍 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora