1. 𝕷𝚊 𝓥𝚒𝚍𝚊 𝚎𝚗 𝓐𝚍𝚊𝚐𝚒𝚘

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【𝙱𝚛𝚒𝚕𝚎𝚢】

Simplemente lo sabes, cuando llega el día en el que el sol aparece brillando en el cielo y sólo tienes un pensamiento al verlo: Será un buen día.

Con una idea así puedes tomarte todas las dificultades con mejor humor, sin importar que la gente sea muy maleducada o tus vecinos siempre estén gritándose. El goteo de un grifo, incesante, repiquetea contra el fregadero de metal; alguien arrastrando muebles sobre tu cabeza; el taconeo de alguien que tiene prisa... bueno, vivir la vida en adagio es bastante peculiar a día de hoy y a mí me gusta. 

El problema es que esto es Londres, lugar donde el clima nublado no me está dejando ver el sol desde la ventana de mi bonito cuartucho estrecho en el que vivo. Los vecinos del piso de arriba llevan casi cuarenta y cinco minutos gritándose sobre la infidelidad de él, los vecinos de abajo han olvidado sacar al perro y lleva cerca de una hora ladrando, y los vecinos de mis lados tiene la música punk demasiado alta; tanto que me cuesta escuchar a mis propios pensamientos. 

Pese a ello, aunque sea difícil creerme... sé que será un buen día. Hay que tomárselo con un poco de entusiasmo y aprovechar las horas del día antes de que todo deje de destilar vida entre las calles.

─¿Tú también crees que será un bonito día hoy también, Dolce? ─le pregunto al collie que está mirándome mientras mueve la cola─. Está bien, lo tomaré como un sí.

Limpio el pincel fino y después lo unto de blanco para terminar el cuadro de margaritas en el que llevo dos semanas trabajando, pese a que el mundo a mi alrededor me lo ponga difícil. Necesito ganar dinero para que Dolce y yo nos mudemos a un sitio más grande y relajado, ya que está un poco mayor y es hora de que viva en un lugar con menos gritos.

Dolce fue un rayo de sol atravesando un momento tormentoso de mi vida. 

Mientras que la gente podía irse con sus amigos de concierto y gritar como locos, bailoteando entre el mar de personas, yo seguramente sería el que se ha subido lo bastante alto para sacar un par de fotos con una buena panorámica antes de largarme. Solo, por supuesto. No es que no me guste estar rodeado de personas, e incluso tengo a unos amigos fantásticos, pero un artista de mi "categoría" no puede permitirse tener demasiado tiempo de ocio. O al menos no excederse porque cada día que pasa puede contener posibilidades nuevas que no podrás vislumbrar si te anclas.

Veinte minutos después, unos cuantos mimos a Dolce que llama mi atención con su cola desde el sofá y un poco más de calma, doy por concluido que este trabajo está terminado. Mi cliente fue muy específico: Margaritas y adelfas rodeando el rostro de un gato, específicamente uno de la clase Nebelung. El blanco y gris tiene que ser lo que mayor se aprecie en el lienzo, y no puedo meter ninguna flor diferente o un elemento demasiado llamativo que quite el protagonismo al gato.

Limitado, soso, simple. A veces lo simple es grandioso, pero hacer un cuadro con estas pautas es simplemente mediocre. Claro, que tampoco soy un experto en arte.

No soy experto nada en concreto.

Soy esa clase de persona que le gusta aprender de todo pero no especializarse, porque eso sería limitarme a expresarme en una única zona. Eso no es aceptable para mí. Supongo que el cuadro expresa que no he disfrutado nada el encargo y el ambiente no ha ayudado mucho, pero al menos me llevaré un par de billetes por mi esfuerzo.

Tras proteger el lienzo para que se seque con el tiempo, el teléfono que descansa sobre la mesita de café vibra. Suena «House of Memories ─ Panic! At The Disco» y me pongo a bailotear como un idiota hasta que tomo la llamada. La voz al otro lado, femenina y chillona, me hace poner una mueca cuando vocea:

𝕭𝚛𝚘𝚔𝚎𝚗 𝕮𝚑𝚘𝚛𝚍 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora