6. 𝓟𝚊𝚕𝚊𝚋𝚛𝚊𝚜 𝚎𝚗 𝕱𝚘𝚛𝚝𝚎𝚙𝚒𝚊𝚗𝚘

130 12 3
                                    

【Theo】

Admito que soy un poco envidioso, y también que no tolero a aquellos que se creen mejores que yo solo por tener más experiencia en la vida. Siempre fui a sí de niño: competitivo y envidioso.

Cuando nos mudamos al vecindario en el momento que yo tenía siete años, vi a un niño gordo sentado en una mecedora de pino. Le oía canturrear, muy feliz, mientras sostenía una barrita de chocolate con nueces y unos papeles en la otra. Verlo tan contento me resultó demasiado extraño, ya que mi padre me dijo: Theo, recuerda que a Dios no le gustan los gordos, los homosexuales, los hippies y los comunistas. Yo por aquel entonces no lo entendía, pero sí sabía que mi padre era un hombre de grandes conocimientos y una visión de futuro cuasi perfecta. Rara vez se equivocaba en sus predicciones, las cuales le restaba siempre importancia y se defendía con "Sólo soy un hombre que se basa en los hechos". 

Al principio me daba lástima que un niño como él, tan horondo y comiendo mal, se creyera que pudiera permitir sonreír en su vida. Mi padre ni siquiera le prestaba atención, aunque con sus padres ─siendo vecinos de la calle de en frente─ tenía buena relación; sobre todo con el señor de la casa. Un antiguo militante muy devoto a su patria, pero que estaba demasiado enfocado con su hijo mayor para que fuera al ejército y luchara por su país. 

Después, pasado unas semanas, sentía que ver a ese niño me molestaba. Envidiaba que fuera tan feliz en esa estúpida silla que se balanceaba, moviendo sus pies que ni tocaban el suelo, y su boca siempre estuviera sucia de chocolate; mientras que yo jadeaba, agotado de los entrenamientos de baseball con mi padre. Un amante del deporte, pero no demasiado devoto al contrario que su fe en un supuesto Dios todopoderoso que siempre sabía más que nadie en el mundo. La envidia desde aquel entonces se transformó en una espina clavada entre mis entrañas, recordándome que mi padre no podía estar equivocado y que ese niño era un estúpido por no saberlo.

Por ello, una mañana en la que mi padre tenía que ir a firmar unos papeles, me planté en el porche del niño gordo y levanté la cabeza con orgullo. Me ignoró por completo. Estaba demasiado concentrado en tararear muy mal una canción de la televisión, conforme daba mordisquitos al chocolate.

¡Ejem! ─espeté, no obteniendo atención─. Estúpido niño gordo ─gruñí, largándome de ahí para darle una lección. Yo era un niño bonito, popular entre mis amigos y corría muy rápido Mi padre siempre me dijo que sería una estrella cuando fuera mayor; por ello, que me ignoraran era algo que no llevaba muy bien. 

Cinco minutos después volví con una bolsa de papel llena de tierra y lombrices, até una goma para que no se saliera nada, y cuando grité un "¡Eh", la bolsa la lancé hasta que le impactó en la cara. Fue increíble observar como la felicidad se rompía tan rápido, con un poco de tierra y gusanos, dando paso a un grito estruendoso y un puñado de lágrimas hasta que entró en su casa.

Me sentí bien en ese momento, ya que mi padre siempre dijo que los gordos no podían ser felices según Dios. Yo no sabía por qué decía eso, pero él siempre tenía razón. Sin embargo, al día siguiente mi cara se desencajó en el momento que ese niño volvía a ser feliz y tarareaba de nuevo. Otra vez siendo feliz. Otra vez siendo ajeno del mundo.

Desde los siete hasta los once años estuve ahí, al pie del cañón todo el rato para demostrarle a ese niño gordo que no podía ser feliz con chocolate y una canción estúpida, la cual pasaría de moda y sería inadecuada para su edad. Tierra en una bolsa, lanzamiento de gusanos en el pelo, globos de agua... bueno, todo lo que un niño sin demasiado índice de maldad puede cometer, al menos evitando un mal mayor. Sin embargo, a eso se le llama bullying, pese a que nadie de mi círculo me lo decía. Yo sólo recuerdo, tras el último "golpe", que estaba muy contento y que me puse a bailotear de forma ridícula frente al niño que lloraba a moco tendido en el césped.

𝕭𝚛𝚘𝚔𝚎𝚗 𝕮𝚑𝚘𝚛𝚍 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora