𝕭𝚛𝚘𝚔𝚎𝚗 𝕮𝚑𝚘𝚛𝚍 [También en Inkitt]

29. 𝖀𝚗 𝕽𝚎𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘 𝕸𝚎𝚜𝚝𝚘 𝚟𝚜 𝖀𝚗 𝓐𝚌𝚝𝚘 𝕴𝚖𝚙𝚎𝚛𝚒𝚘𝚜𝚘

【Ｔｈｅｏ】

Soy un idiota que no ha sabido mantener la boca cerrada.

En realidad, no tenía ningún plan para esas fechas, ya que tengo muy malos recuerdos de mi padre cuando yo era un niño. Odio las fechas navideñas, pues todo puede empezar bien... hasta que algo malo pasa, todo se va a la mierda, y no tengo razones para disfrutarlas. Por eso, en los años anteriores, cuando todos mis compañeros tenían planes que les hacía sentir bien con ellos mismos, yo entraba en discotecas para no pensar en nada y en la madrugada caía en mi cama apestado a whisky caro, el perfume de una mujer adherido a mi ropa, sudor por haber bailado por horas y pintalabios en mi cuello. 

Navidades era sinónimo de dolor.

Recuerdo que mi padre trajo a una mujer nueva a casa en nochebuena, la cual la recuerdo vagamente porque ese día me trajo una bolsita de golosinas pero que no se lo dijera a mi padre o se enfadaría con nosotros. Lo prometí, y la escondí dentro de mi mochila del colegio para que estuviera lejos de los escondites habituales.

Se llamaba Mara y, según ella, llevaba unas semanas conociendo a mi padre. Era una señora muy simpática, aunque sólo hubiéramos coincidido cuatro veces veces antes de aquel evento, pero siempre que me veía triste se agachaba y me daba un abrazo que mi padre jamás me daba. Siempre decía la misma frase: La tristeza nunca dura eternamente, así que asegúrate de estar rodeado de buenas personas felices y que te quieran mucho.

Qué cruel mentira.

─Tu padre ha encabezado otra vez la lista de los mejores trabajadores de su plantilla, Theo. ¿Sabes qué significa eso, dada estas fechas? ─me preguntó Mara mientras terminaba de poner los mantelitos de color salmón en la mesa, y se aseguraba que hubiera espacio para lo que fuera a ir después.

─Sí. Significa que papá volverá a emborracharse, fardará de lo bonita que es su casa y exigirá descaradamente que lo halaguen por ser un "hombre muy trabajador" ─mascullé molesto a un nivel que sólo ella pudiera escucharme. 

Ella se rio un poco por mi manera de decir algo tan malo, pero a mí me pareció de lo más normal dado su historial en los últimos cuatro años.

─Yo creo que no será para tanto ─opinó ella, siendo tan inocente como me había demostrado varias veces─. Últimamente parece que está reduciendo la cantidad de bebida que toma, ya que no quiere hacer el ridículo frente a gente importante.

Eres demasiado tonta y amable, pensé con lástima.

Era obvio que esta chica era demasiado positiva, y que le convenía parecer de ese modo para que no supiera de la gigantesca colección de botellas de alcohol que tenía mi padre en la vitrina del salón. O las que guardaba con mucho recelo en el estudio mientras trabajaba, ya que habían momentos en los que se cabreaba tanto que pedía perdón a "Dios" y llevaba un vaso tras otro a sus labios hasta quedarse dormido sobre la mesa. 

La ayudé a poner la mesa, ya que hoy tendríamos muchos invitados que llegarían en unas pocas horas. Había pasado un tiempo desde que la última chica, Mónica, huyó por la por la puerta llorando tanto que el hipo la hizo ver más como una niña antes que una mujer en sus treinta. Aun así, Mara, se esforzaba mucho para ser una buena mujer que ofrecía la calma frente a la tempestad del carácter ruidoso y brusco de mi padre. 

Estaba preciosa esa noche, llevando un bonito vestido que pronunciaba las caderas y mostraba parte de su pierna; además del pecho copa B. Con cada movimiento, el vestido naranja amanecer se desplazaba con ella, porque lo que lo arrastraba un poquito por el suelo. Los zapatos de tacón, los cuales parecían ser un patrón en todas las mujeres que iban con mi padre, estilizaban la corta figura que ella tenía. Supuse que ser una mujer de metro cincuenta y cinco, con tacones, la haría ver un poco más estética frente a la gran altura del hombre que me había ""criado"".