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6 | El cajón de los secretos

Maratón 1/2 ♥

6 | EL CAJÓN DE LOS SECRETOS

Grace

Nunca me había costado tanto levantarme de la cama como aquella mañana. Las sábanas se me pegaban al cuerpo, probablemente por haber tenido las mejillas tan empapadas la noche anterior que habían conseguido adherirse a mi piel.

Porque a parte del desastroso día que había pasado el día anterior, también había suspendido el examen de cálculo.

Todo empezó la mañana anterior a ese dichoso jueves, cuando desperté con una numerosa cantidad de llamadas perdidas en mi teléfono. Agitada, lo encendí y vi que se trataba de Paige, la ayudante de papá.

Después de pestañear varias veces para enfocar la vista y hacerme a la luz que se colaba por la ventana, froté mis ojos mientras le devolvía la llamada.

Sería raro que papá contactase conmigo un miércoles cualquiera, ¿no? Porque él...

Quítatelo de la cabeza, ni siquiera se habrá acordado.

La llamada dio dos toques, cuando al otro lado de la línea alguien contestó.

—Por fin —resopló angustiada.

Una punzada recorrió mi pecho.

Por un momento creí que sería él.

—¿Qué ocurre? —bostecé, mientras me levantaba del tirón y sentía un ligero hormigueo en las piernas, haciéndome caer hacia atrás.

Ups, demasiado rápido.

—Tu padre lleva toda la mañana queriendo contactar contigo. Necesita que le pases los horarios en los que te verás con Ryan durante la semana para reorganizar su agenda —me informó —, esta semana tiene muchas reuniones.

Que una chica de, aproximadamente, unos seis años más que yo hablase con tanta autoridad, me asustó bastante. No había conocido a nadie que se tomara tan en serio su trabajo.

Conociendo a Piper, la odiaría. Cambiaba más de empleo que de bragas a la semana.

—Vale, pues... dile que entre nunca y jamás.

Paige suspiró desde el otro lado de la línea.

—Señorita Grace... —advirtió.

—Si tanta urgencia tiene de hablar conmigo, que me llame él mismo. Tengo cosas que hacer.

—Pero tu padre...

—Yo no tengo horario de llamadas, tranquila —le expliqué con desdén —. Simplemente le contestaré si me apetece.

No tardé en escuchar los gruñidos de mi padre acercándose a Paige, así que me apresuré a colgar y volver a tenderme en la cama, soltando un resoplo.

No estaba preparada para lidiar con ese idiota más de una vez a la semana. Además, ¿qué haríamos? ¿Vendría a la residencia mientras yo estudiaba? ¿Mientras hablaba mal de él con Piper por teléfono?

Vale, sí, tendría su gracia, pero seguro que no le contentaría nada a Ed que nos llevásemos peor de lo que nos llevábamos ya.

Así que, muy a mi pesar, le escribí un mensaje a Ryan de que deberíamos charlar para aclararlo todo y poder seguir adelante de una vez. No dejaba de soñar con el día en el que dejásemos de fingir toda esa estúpida relación y ocultar la realidad.

Y, hablando de fingir y ocultar, una sonrisa surcó mis labios al ver que tenía dos mensajes de par de mañana.

Uno de Alex y otro de Piper.