38 | Discreción más brillo de labios igual a desastre

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38 | DISCRECIÓN MÁS BRILLO DE LABIOS IGUAL A DESASTRE

Heath

Intentó que llegáramos a casa en cosa de veinte minutos, lo que realmente duraba el trayecto a pie.

¿El problema? que no se lo puse tan fácil.

—¡Heath, para! —rio sobre mis labios. Rodeaba mi cuello con sus brazos y tenía la espalda contra la pared.

Me lo había pedido unas cinco veces en lo que llevábamos de tramo en las escaleras.

Nunca me había alegrado tanto por vivir en un quinto piso sin ascensor.

Le robé de nuevo un beso al que ella no se negó.

—Te recuerdo que eres tú la que no me está soltando.

Se encendieron sus mejillas todavía más, de esa forma tan dulce e inocente que me volvía completamente loco.

No podía parar.

No quería parar.

Había estado demasiado tiempo esperando a que llegara aquel momento. Tal vez era egoísta, pero no me importó. Solo quería besarla durante horas hasta que no sintiera los labios, o tal vez incluso más.

Sus brazos amenazaron con soltarme, pero entonces rodeé su cintura y se aferraron todavía más.

Joder, me encantaba cómo se le entreabrían los labios cada vez que hacía cualquier movimiento, como si estuviese alerta de mí. Como si supiese que corría peligro y al mismo tiempo le excitara.

En verdad, no podía culparla. Intenté estar todo lo tranquilo y sereno posible, pero tenía que entender que era muy difícil. Tenía que entender que todo ese tiempo me había supuesto una tortura. Ahora debería sopoportar mi pequeña tortura para ella, y eso significaba no soltarla durante un rato...

O toda la noche.

—¿Vamos a parar en cada piso quince minutos para enrollarnos? —preguntó con media sonrisa.

—¿Te supone un problema? —le enarqué una ceja, acariciando su cadera.

Ella negó, sonriente, tiró de mi cuello y volvió a besarme.

Estábamos empapados, y el único motivo por el que me obligué a parar fue porque estaba tiritando.

Al separarme de ella, entrelacé mis dedos con los suyos y comencé a subir las escaleras.

—¡Oye! —se quejó a mis espaldas.

—¿Mhm?

—¿Qué estás haciendo? —se zafó de mi mano y se cruzó de brazos, molesta.

Me mordí el labio, reprimiendo una sonrisa enorme, haciéndome el tonto.

Me encantaba.

—Ir a casa —expliqué como si fuese obvio.

No subí más que tres escalones cuando noté un tirón en el brazo.

Grace, con el ceño fruncido y las mejillas sonrojadas en un intento de mostrarse cabreada, me juzgaba con la mirada.

—¿Qué pasa? —bajé un escalón, quedando casi cuatro cabezas por encima de ella —. ¿Es que queráis seguir enrollándote conmigo, princesita?

Le tembló el labio y frunció el ceño todavía más cuando bajé otro escalón.

—No me llames así —gruñó a la defensiva, algo temblorosa —. Y claro que no.

—¿Ah, no?

Un paso más cerca.

English Love Affair ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora